A propósito del lanzamiento de una edición conmemorativa de la obra —que incluye Mi Violetta, la novela detrás de la novela, y un prólogo de Enrique Serna, “La Coatlicue de Saks”—, Xavier reconoce que los primeros años tras el galardón no fueron nada sencillos, se planteaba demasiadas interrogantes respecto a su propio futuro. No es drama, es una realidad de la que supo salir con el paso del tiempo.
“Te preguntas si vas a volver a escribir, aunque no se lo digas a nadie. Y sabes otra cosa: tienes que dar la cara, antes no lo hacías, y ahora es una bronca. Hay una cierta esquizofrenia en esto de dar la cara, porque ofreces una que no dabas antes, que no se puede enojar, que tiene que estar ahí, aunque estés cansado, hecho pedazos, triste… No te digo que no me la he pasado bien, me la he pasado bomba, pero de que tiene un precio, claro que lo tiene.
“Tienes que pasar por momentos muy miserables, en los que sientes que no estás a cargo de tu vida. Debes botar todo y empezar de nuevo a tomar decisiones. Durante un año no me dejaban ni manejar el coche, me traían para todas partes; incluso alguna vez les rogué que me dejaran manejar.”
Uno de los principales desafíos, sobre todo tras el éxito entre los lectores que tuvo Diablo guardián, fue el de volver a escribir, recuperar el hambre de hacer cosas, de ser publicado, de cometer fechorías sin llamarles novelas, “necesitas pelear por tu comida como lobo y cuesta recuperar al perro callejero, al lobo hambriento”, dice en entrevista con MILENIO.
“Te llega lo que no tenías antes: responsabilidad. Cuando escribes ya sientes esa responsabilidad, pero antes quedaba el consuelo del autoboicot, en el que escribías un artículo con la idea de que nadie lo iba a leer y eso de alguna manera te tranquilizaba. Cuando eres sujeto de mucha atención mediática, muerdes rebozo cuando vas a escribir; aunque sólo pasa en las primeras ocasiones, después te vuelve a dar igual.”
AMOR Y ODIO
Con el paso de los años, Xavier Velasco ha escrito otras novelas: Puedo explicarlo todo, Éste que ves, La edad de la punzada…, pero sus lectores siempre lo regresan a Diablo guardián, de lo que no se queja del todo, si bien la considera una obra que, en algunas partes, ya le resulta muy ajena.
“Es una responsabilidad y un peso, porque aunque no lo digas, escribes otra cosa y siempre la comparas. Tratas de dejar de pensar en todo ese pasado, pero transcurren los años y aún te preguntan. Ahora mismo te hablo de una novela que, aun queriéndola mucho, en distintas partes me es muy ajena. Casi que ya asisto a Diablo guardián como un espectador distante”, confiesa el escritor.
Quizá por ello resistió a la tentación de seguir por ese camino, a sabiendas de que sería muy fácil, pero sin duda lo ayudó a muchas otras cosas, en especial con los años, sobre todo le permitió cerrar las puertas al pasado, “porque volver a mi vida de crápula era algo que ya no podía pasar; tampoco es que me haya vuelto bueno por una varita mágica, pero te cae una mayor responsabilidad.
“Las puertas que se cierran no me preocupan, me siguen pareciendo un precio pequeño. Lo que me preocupa es escribir y si lo demás tengo que dejarlo, no importa. Lo único que me ha importado siempre es escribir.”
UN PREMIO, UN PERSONAJE
Cuando en febrero de 2003 lo anunciaron como el ganador del Premio Alfaguara de Novela, Xavier Velasco apenas alcanzaba a percibir lo que vendría en su vida, al grado que reconoce la importancia de Diablo guardián y, en particular, de esa joven que ha despertado el amor y el odio de una generación.
“Lleva 10 años manteniéndome, cómo no la voy a querer. Violetta es insoportable, el personaje que nunca quisieras que se te apareciera como persona: la encuentro de verdad y me echo a correr. La idea era que al personaje no pudieras ni quererlo ni odiarlo, que es un poco lo que te pasa cuando entras en el amor necio y tormentoso: un personaje que niega constantemente sus sentimientos, que dice no sentir, que no menciona la palabra amor”, indica el escritor.
Al final la reconoce como una novela muy personal, para la cual hizo una apuesta muy alta, quemó las naves y se mantiene como su compañera.
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