Inicio con el recuento de algunos temas que por falta de
tiempo, espacio o simple distracción de quien esto escribe, no había podido
dilucidar en esta columna, esperando que usted, anhelado lector, me acompañe
con su lectura, agradeciendo además su conformidad o disentimiento de lo aquí
expuesto que no es otra cosa que los pensamientos en voz alta (o mejor dicho,
en escritura) de quien aporrea las teclas en este momento.
Uno: Zapata, imbatible
Mis hijos son descendientes de Emiliano Zapata, es su
tatara-tatarabuelo en la línea de sangre de su madre. He aprovechado esa liga
familiar para despabilar su desinterés en la historia de México, sin contar que
El Caudillo del Sur es mi personaje histórico favorito de la Revolución
Mexicana. Es por ello que no pude dejar de sentir enfado por lo ocurrido
alrededor de la pintura donde se exploraba su “lado femenino” basándose en una
serie de rumores acerca de sus preferencias sexuales, las cuales, aunque hayan
sido ciertas, no merecen mínimo interés antes los aportes del líder social. Sin
embargo, al paso de los días y viendo el devenir de los acontecimientos las
cayeron en su sitio; ni la “obra de arte” es más que una insulsa ilustración de lotería, ni la representación
que la mente de un “artista” determina el valor que la colectividad le da a la
memoria un personaje histórico y además, tanto el artista en su derecho de
mostrar su “representación” como la familia su desaprobación, en todo caso lo
más reprobable es la violencia generada al rededor, contra esa todos deberíamos
pronunciarnos.
Dos: El ladronzuelo de libros
Bochornoso que el señor Embajador de México en Argentina
haya sido captado sustrayendo sin pagar un libro en una librería de Buenos
Aires, pero lamentable la manera en que el gobierno de México trato el asunto; que
si todos nos hemos robado libros, que si fue una distracción, etc. Todos nos
hemos robado un libro alguna vez, yo, por ejemplo, el último que sustraje
ilícitamente fue uno Juan Gelman hace como quince años, lo que me hace
“humano”, tendiente siempre a hacer lo que me provoqué adrenalina. El robo de
libros esta mal, y es aún peor en la persona de un individuo que representa a
una Nación como es el caso de Embajador, envestidura que por cierto no lo exime
de cometer errores. El problema real es el trato timorato y de simulación que
le da la autoridad; el Embajador se equivocó, ¿exhibió sus concupiscencias
públicamente? Se va, punto. Le dio la gana no pagar por el libro que le gustó,
lo cacharon, que se atenga a las consecuencias. No porque pertenezca a la 4T y
no se pueda equivocar, no, también los de izquierda luchan todos los días para
hacer lo “correcto”, se va porque avergonzó a un país y ese “detalle” en el
Servicio Exterior debe ser imperdonable. Al paso de las semanas terminó por
irse, bajo un pretexto todavía más, alegando problemas de salud. Lo ofensivo
del asunto es que sigan pretendiendo darnos atole con el dedo cuando a todas
luces vemos el pocillo lleno de vinagre.
Tres: primer cae un hablador si es cojo
Que si habían prometido quietar impuestos, que si habían
prometido vender el avión, no tolerar la corrupción (el de robo de libros y
muchos otros), que si las Madres de este país iban a ser la primera fuerza de
contención contra el índice de delitos, comunes o no, en fin, que tanto fue lo
que se comprometió durante la campaña que la realidad de este país le ha dado
en las narices a Gobierno en su primer año, y a nosotros de paso, nos ha
agarrado los dedos.
Me quedan un par de temas en el tintero, por lo que, a pesar
de que este recuento lo pensé para dos partes, me veré en la "disfrutable" circunstancia de continuar la semana próxima.
Antes de terminar quiero tomarme unas líneas para
agradecerle su compañía lectora durante este 2019, deseándole que lo vivido en
este lapso haya sido de satisfacción personal y que lo que depara el 2020 sea
cercano a sus expectativas; por lo pronto en las mías se encuentra la esperanza
de que siga acompañándome cada semana en este espacio. Feliz Año Nuevo.