Al inicio del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, la esperanza de un cambio en el planteamiento de las políticas públicas dirigidas a sectores que por tradición habían sido soslayadas (en el mejor de los casos) como la ciencia, el deporte y la cultura prevalecía como un rayo de luz en el medio de la noche. Pronto, muy pronto esa luminaria se apagó y vimos la cancelación de programas, fideicomisos, etc. Sin embargo, la comunidad cultural no se agüitó y seguimos pugnando por mejores condiciones para el desarrollo del arte y la cultura. La pandemia que ha asolado al mundo a lo largo de este año empeoró las condiciones de creadores y artistas que se quedaron prácticamente sin la posibilidad de “ofertar” su arte. Esto provocó que se encontraran nuevos mecanismos digitales que aún se están explorando y que, aunque no generan los mismos ingresos que la taquilla física de un espectáculo, sí han paleado un poco la crisis del sector cultural.
En esta debatir diario por
reactivar la cultura, las declaraciones del presidente en su mañanera del
miércoles no nos sorprenden, a pesar de que en estricto sentido son como un balde de agua fría en una madrugada de enero. Palabras más, palabras menos, el
mandatario dijo que “contrario a la percepción que existe, su gobierno sí está
apoyando a la cultura del país a través de becas para los hijos de familias de
escasos recursos”, pero no se detuvo allí, continuó (lea usted detenidamente)
"lo demás es accesorio". Le decía, es un balde de agua fría, sin
embargo, ya no nos caló como debía.
Para escribir esta columna busqué
en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua la palabra “Accesorio”: “Que
dependen de lo principal o se le une por accidente”; sus sinónimos son
lapidarios: “accidental”, “secundario”, “suplementario”.
El dicho del presidente es una
muestra más de su desprecio por la cultura y su desarrollo. No sólo por las
expresiones culturales desde el folclor, las que se forjan en la calle, en las
salas de conciertos, en las bibliotecas, los teatros las que son resultado del
estudio y la academia; a las expresiones que conforman una de las muchas
riquezas que tiene México: su diversidad cultural.
De manera “accidental” este país ha tenido grandes músicos, directoras de orquesta que conducen en el extranjero
sin despeinarse, actores que conquistan tablados y pantallas, bailarines que
dan bofetón con guante blanco a los del Bolshoi, escritores que producen una literatura
digna de leerse, de traducirse y de premiarse en el mundo (ahí de pasada hasta
un Nobel), etc. Una lista prácticamente interminable de sucesos que posicionan
a México como uno de los países de habla hispana con mayor desarrollo cultural
a pesar de las políticas federales para impulsarlo.
El dicho en sí es un oprobio,
pero lo más preocupante radica en que quien dirige los destinos públicos de la
cultura crea que por dar becas a estudiantes (de escasos recursos o no) la
cultura se apoya. Se supondría que, en el mejor de los casos, el destino de
esos recursos estudiantiles va dirigido a subsanar las necesidades de los
jóvenes frente a sus retos escolares: materiales, transporte, hospedajes,
fotocopias, internet, etc.; no para pagar entradas al museo, al teatro, a la
danza, comprar libros o descargar discos de jazz. ¡Qué bueno sería que les
alcanzara para todo eso! Que el ingreso per cápita o “per beca” diera para que
la juventud se convirtiera en consumidor de cultura, de verdadera cultura,
completando un circulo que desde siempre se ha querido cerrar entre los
creadores y la creación de público.
Pero no es así. La entrega de
becas, por más universal que sea, no es una forma de apoyar la cultura, en
ninguna circunstancia. No mezclemos la gimnasia con la magnesia. Sí el
presupuesto no alcanza, como nunca ha alcanzado en ningún sexenio que se
recuerde, para el sector cultural, deberían proponerse políticas públicas que
incentivaran el consumo de arte, incentivos para creadores (becas pues, como
las que desaparecieron), fideicomisos (como esos que también cancelaron),
incubadoras de empresas creativas que permitan que el sector, vapuleado por
todos los flancos, tenga un respiro.
Pero no. No será en este sexenio.