viernes, 20 de mayo de 2016

Coetzee, el abracadabrante

¿Será posible un mundo paralelo? ¿Habrá otro Yo que estará experimentando otra vida por haber esperado un tren más al que tomamos nosotros esta mañana? ¿Le irá distinto al otro Yo si hubiera elegido otro café y no este, para tomar el desayuno? ¿Una u otra decisión nos aseguraría un mejor lugar en el mundo? ¿Seriamos otros si nos desprendiéramos de nuestros recuerdos? ¿Podríamos entonces empezar una nueva vida?

Estas parecen ser las raíces de “La infancia de Jesús”, la más reciente novela del premio nobel sudafricano J. M. Coetzee, quien además ostenta una pluma considerada entre las mejores de la actualidad; uno de los mejores novelistas vivos en el mundo, pues.

En esta novela, Coetzee pone en entredicho el sentido de la vida, desata la crisis que significa pensar que pudiera existir una historia paralela a la nuestra, sin embargo, la sentencia es contundente; nuestra humanidad nos traerá siempre al mismo sitio. La realidad nos apabulla y podríamos morir, si quisiéramos, en el intento por cambiarla.

Navegan en la historia perspectivas nuevas en la obra del sudafricano: filosofar sobre la importancia y el sentido del trabajo, sobre la lucha que libramos todo el tiempo por poner límites a nuestros deseos, el dilema moral (¿qué es bueno y qué es malo?; más allá de eso, ¿2 más 2 pudieran ser cinco, o tres?), el misterio que encierra la muerte, pero, sobre todo, la necesidad de pertenecer a nuestros recuerdos, la importancia de tener recuerdos como único asidero para enfrentar el porvenir: (…) la sensación de habitar un cuerpo con un pasado, un cuerpo empapado en su pasado.

La historia comienza cuando Simón y David, un hombre y un niño sin relación familiar alguna, pero unidos por una casualidad, llegan a una nueva tierra llamada Novilla y se enfrenta al doloroso y burocrático proceso de ser “reubicados”. El nuevo país parece ser la panacea de la solidaridad; hay trabajo para todos, muchos servicios no tienen costo, hay vivienda para todos, alimento; lo único necesario para disfrutar de todo ello es ser paciente y no tener ganas de nada mejor.

La crítica a la sociedad actual se vuelve entonces acida; una sociedad acética donde sus pobladores no solo son vegetarianos, sino que además carecen de todo indicio de ambición, contra nuestra moderna sociedad bulliciosa y mundana donde “desear” es al menos una forma de “tener”. Pero en aquel mundo ordenado y frugal, pronto comienzan a presentarse las grietas por donde el cambio puede colarse, la pluma del nobel lo esgrime de forma circular: El cambio es como la marea. Se pueden construir diques, pero el agua siempre se cuela por las grietas.

J. M. Coetzee escribe como si pensara en voz alta., ahí radica su peculiar forma de narrar y su habilidad para construir siempre historias sacudidoras. Pero en esta novela, el autor radicado ahora en Australia, lleva nuestro desconcierto más allá, ahora el título de la novela no tiene peso alguno en la historia, pero flota en ella determinando la atención del lector de manera caprichosa. El niño de la historia no se llama Jesús, su comportamiento dista mucho del de un Mesías y no hace el mínimo intento de resucitar a un trabajador ahogado o un caballo muerto, no sabría cómo hacerlo; sin embargo, de pronto surge un giro abracadabrante, David escribe en el pizarrón de su escuela “Yo soy la verdad”. El cuadro se completa con Inés, la madre elegida para David por la corazonada de Simón, el señor Daga que tiene pinta de un Satanás en potencia y el mismo Simón el tutor sacrificado y heroico en el que el pequeño descarga todas sus frustraciones ante un mundo que no se amolda a sus deseos y que por el contrario le exige a cada momento tomar la forma que se le exige. Nada parece un evangelio y la vida anhelada no se alcanza nunca.

Porque la historia es un relato inventado, sin duda, esta es la novela más desconcertante de J. M. Coetzee.

Antes de terminar lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono, literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de frecuencia modulada. Hasta entonces.

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