sábado, 27 de julio de 2019

Reporte de autopsia

Los libros que definen una época son, usualmente, las historias de amor: Romeo y Julieta, El amor en los tiempos del cólera, Comes borrascosas, Rayuela, Tokio Blues. Pensándolo bien, sin las novelas de desamor.

En "Mañana tendremos otros nombres" Patricio Pron hace una disección crítica de  nuestro tiempo con el escalpelo del desamor. En el escenario del mundo, cual inmenso anfiteatro caótico e indiferente, se toma su tiempo en realizar una detallada auscultación al cadáver de una relación amorosa. Su punto de partida es el final de una partida entre dos, un ensayista más o menos exitoso y una arquitecta en ascenso. La batalla contra el olvido y la soledad dejará a ambos tendidos en la lona de un Madrid de mil caretas donde difícilmente volverán a encontrar ser su sitio.

Con un estilo que exige del lector atención y cuidado, Pron esgrima con elegancia una narrativa cargada de detalles y ambientes que van matizando la melancolía que se esparce como grafito radiactivo de un Chernóbil personal e íntimo aunque inofensivo para la bestia impasible de la colectividad.

¿Cómo enfrentar la disolución de una relación donde aparentemente todo marchaba sobre ruedas? ¿Podemos darnos cuenta del momento exacto en que algo se fractura en el puente que dos personas han construido entre ellas? Lo peor de todo es cómo volver a insertados en el fútil juego de volver a conocer personas y establecer, si se es suficientemente osado, un vínculo amoroso en tiempos en que basta un movimiento táctil de desprecio hecho con la yema del dedo sobre la pantalla del móvil; cómo conocer personas en sitios digitales creados para ocultarnos en perfiles de protección y que maquillan al gusto los terribles monstruos que verdaderamente somos y por lo que preferimos estos fulleros mecanismos. 

Patricio Pron, argentino de origen pero radicado en España, ha tenido una carrera literaria discreta pero constante que le ha granjeado una pléyade de lectores y seguidores. Precisamente esta característica de "nativo extranjero" le dota de un inciso punto de vista de lo que pasa en su patria adoptiva, encarando las transformaciones que sufre con una estricta benevolencia.

Pero tras la conmovedora historia de dolor se esconden un incisivo punto de vista sobre la forma que los millenials le están dando a su mundo, que al fin de cuentas es el nuestro, con esa despreciable actitud de estar descubriendo todo, como si antes de ellos el mundo hubiese estado en tinieblas para que de pronto ellos, auto establecidos como ridículos Adanes y Evas, tuvieran la misión de descubrir y nombrarlo todo.

El libro va pues de lo apreciablemente recóndito en la mente de los protagonistas a lo estridentemente público en los personajes periféricos, resultando en un trajín deleitable.

El nuevo premio Alfaguara revitaliza un galardón que ha tenido la vocación de apostar por novelas vanguardistas que alumbran nuevas verdad en un ambiente literario moderno que se ha convertido en una especie de autovías vertiginosas y enteramente comerciales. Desde el año pasado, con el premio para el extraordinario trabajo del mexicano Jorge Volpi, "Una novela criminal", ante nuestros ojos aparecen libros que hablan de nuestro tiempo y por lo tanto de nosotros mismos, aunque creamos que no.

Peso cebra
Sólo por mi gusto por los datos y tratando de bocetar un mapa de lectura para más de uno, enlisto aquí los premios Alfaguara de su segunda época: 2019,Mañana tendremos otros nombres de Patricio Pron; 2018, Una novela criminal de Jorge Volpi; 2017, Rendición de Ray Loriga; 2016, La noche de la usina de Eduardo Alfredo Sacheri; 2015, Contigo en la distancia de Carla Guelfenbein; 2014, El mundo de afuera deJorge Franco Ramos; 2013, La invención del amor de José Ovejero; 2012, Una misma noche de Leopoldo Brizuela; 2011, El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez; 2010, El arte de la resurrección de Hernán Rivera Letelier; 2009, El viajero del siglo de Andrés Neuman; 2008, Chiquita de Antonio Orlando Rodríguez; 2007, Mira si yo te querré de Luis Leante; 2006, Abril rojo de Santiago Roncagliolo; 2005, El turno del escriba de Ema Wolf y El turno del escriba de Graciela Montes; 2004, Delirio de Laura Restrepo; 2003, Diablo Guardián de Xavier Velasco; 2002, El vuelo de la reina de Tomás Eloy Martínez; 2001, La piel del cielo de Elena Poniatowska; 2000, Últimas noticias del paraíso de Clara Sánchez; 1999, Son de mar de Manuel Vicent; 1998, Margarita, está linda la mar de Sergio Ramírez y Caracol beach de Eliseo Alberto.

lunes, 22 de julio de 2019

La crítica literaria, esa celebración

Una de las virtudes propias de una literatura boyante es la de construir referentes. La de Hidalgo es una literatura que no solamente se ha sacudido añejos estigmas sobre la precariedad y la desolación, sino que además ha navegado desde hace ya tiempo en la diversidad y la calidad. Al igual que Victor Frankestein,  ha comenzado a producir mostros literarios en aquellas generaciones que tuvieron que emigrar por necesidad creativa y que poco a poco fueron volteando la mirada al terruño, gracias a lo cual se ha establecido un dialogo intergeneracional  por demás interesante.

Uno de esos mostros literarios hidalguenses es Ignacio Trejo Fuentes. Su prolífica pluma le dio acceso al favor de lectores que lo mismo le entraban a la crónica, al cuento, a la novela y a la crítica literaria. Esta última faceta, la de crítico-literario-reseñista-lector empedernido-y-apasionado se celebra en el libro “El Ingenioso de Hidalgo. La reseña y la crítica literaria”, volumen de reciente aparición y elucubración (a través de su editorial “Cofradía de coyotes”) de uno de los editores más osados de la escena mexicana, Eduardo Villegas.

Villegas, el Coyote mayor, quiso meter en un libro todo el cariño y admiración que el ejercicio de la reseña y la crítica literaria le han permitido a Ignacio Trejo Fuentes. La pluma del buen Nacho, pero sobre todo su lectura avezada de otros escritores, amigos o no, ha producido una innumerable suerte de cartografías literarias para que los lectores deambulen con claridad por decenas, cientos de  libros de todos los calibres, dejando siempre claro que, contrario a lo que pudiera pensarse, la crítica literaria antes que buscar destruir, pretende celebrar el indisoluble vínculo autor-lector.

El volumen abre con su génesis narrado por el propio Eduardo Villegas para dejar latente que lo que el lector encontrará en esas páginas es un fiesta. Después de una entrevista  a suerte de semblanza del “mostro” en cuestión y realizada por quien esto escribe, vienen un par de texto, un artículo del propio Nacho y el segundo, sus respuestas a la Encuesta sobre la crítica literaria, en los que el hidalguense deja muy en claro sus motivaciones y su entrega a la lectura profesional y a la opinión incisiva que en ella germina.

A partir de ahí se suceden siete reseñas esgrimidas por Nacho Trejo sobre libros de José Francisco Conde Ortega, Edgar Escobedo Quijano, Miguel Ángel Leal Menchaca, Gonzalo Martré, Rolando Rosas Galicia, Arturo Trejo Villafuerte y Eduardo Villegas; donde sobresale la febrilidad de quien te invita a compartir una revelación: la lectura de un buen libro.

En la tercera y última parte del libro nos topamos con una selección de maravillosos textos, cual obituarios extendidos, en los que Trejo Fuentes nos introduce a sus amigos ya idos, con los cuales no solamente estableció profundos lazos fraternos, sino también correspondidas relaciones de dmiración: René Avilés Fabila, John S. Brushwood, Óscar Cossío, Guillermo Fernández, Miguel Ángel Granados Chapa (otro hidalguense), Raúl Renán, Eusebio Ruvalcaba, Gustavo Saínz y Alberto Paredes.

Es pues un libro en homenaje a un autor que homenajea su oficio, no el de escritor, sino el de crítico literario; en el que las ideas y las opiniones son vasos comunicantes entre compañeros lectores tanto como entre corrientes, estilos y épocas literarias. Nos deja ver a un escritor entregado a desmenuzar desde sus entrañas la pesarosa tarea de crear literatura, que al cabo, es la mejor manera de provocar felicidad.

¡Larga vida a Nacho, el ingenioso de Hidalgo!


Paso cebra
Tuve el privilegio de compartir la mesa de presentación del libro reseñado hoy con verdaderos mostros de la literatura hidalguense: Jorge Antonio García Pérez, Toño Zambrano, Octavio Jiménez y Arturo Trejo Villafuerte (además de la presencia de Ignacio Trejo Fuentes, por supuesto), y de queridos y admirados escritores chilangos (paisanos míos también), Víctor Navarro y Eduardo Villegas. Gracias por un día para llevar en la memoria.

Demoliciones S.A.

Sólo falta colgar un letrero así en la puerta principal de Palacio Nacional. Y es que el actuar, errático y triunfalista (como se ambos adjetivos pudieran convivir en la misma descripción), parece albergar el torvo objetivo de lapidar todas aquellas instituciones que algo de humanidad aportan al ejercicio del poder.

Esta semana le tocó el turno a la radio pública. De buenas a primeras en Instituto Mexicano de la Radio se vio amenazado con un “despiste” presupuestal que lanzaría a la ignominia a un par de cientos de colaboradores cuya labor sostiene la esencia del IMER.

 Como un clown, torpe y monstruoso, el gobierno federal salió a declarar en un tono triunfalista que se habían hecho los ajustes necesarios para que la institución radiofónica contara con 9.3 mdp de pesos para sostener sus actividades habituales de comunicación pública sin prescindir de los colaboradores que hasta hoy ejercen de manera profesional y entregada una de las actividades más hermosas del mundo: la radiodifusión.

Claro que este recuadro final de historieta bananera ocurrió sólo después de que el IMER y sus trabajadores lanzaran al océano de las redes sociales cientos de mensajes de auxilio a manera de despedidas. ¿Fue este alud de desesperación lo que hizo despertar el interés del gobierno federal en uno de sus medios públicos de comunicación más eficientes? ¿Acaso nadie se había percatado del amenaza presupuestal antes de la diseminación mediática del problema? ¿O tal vez se está utilizando la vieja táctica del villano, provocar el desastre para que, al resolverlo, se le considera el héroe?

No hay pecado en enmendar un error. Definitivamente no. Sin embargo, es una muestra más, por desgracia, muy clara, de que no hay proyecto en ninguno de los niveles ni en ninguno de los aspectos de la administración federal.

Por otro lado preocupa el origen del dinero para resolver el conflicto. ¿Están destapando un hoyo para tapar otro? Si es así, las ocurrencias con las que se está manejando la actividad de las instituciones federales puede convertirse en un caos financiero que ponga en peligro lo que al parecer es la verdadera prioridad el presidente: los programas sociales.

 No deja de causar escozor que el embate sea sólo en los sectores deportivos, científicos y culturales; el IMER es uno de los ejercicios radiofónicos más interesantes y valiosos de toda América Latina, pues ha impulsado estaciones icónicas para una colectividad que aprecia expresiones musicales, artísticas y culturales que difícilmente se encuentran en el espectro comercial de las ondas hertzianas. Es aterrador pensar que alguien dentro de la administración federal pudiera haber considerado, aunque fuera por un instante, la desaparición de una institución como ésta.

Tan aterrador y desagradable como el espectáculo que está ofreciendo uno de estos mequetrefes artístillas metidos de diputados al dedicarse a cuestionar la calidad competitiva y el esfuerzo diario de nuestros atletas olímpicos, con el pretexto de “poner orden” y “transparentar” lo que se hace al interior de las federaciones deportivas. ¿Nos merecemos esta calidad de legisladores? Claro que no.

 Otra vez, la acción de transformar no implica destruir. Si algo funciona mal al interior de las agrupaciones que controlan el deporte mexicano, que sin duda los hay, resolución no es atacar aquellos jóvenes candado oropeles deportivos a nuestra nación, sino señalar aquellos dirigentes opacos al frente de nuestros atletas.

Qué terrible que nuestro gobierno tenga espíritu de empresa de demoliciones, peor aún, saber que quienes la manejan se comportan como chivos en cristalería.

La perversa transformación cultural

Yo quería, esta semana, regresar a reseñar un libro en este espacio. De verdad, lo quería. Sin embargo lo que ocurre en la política cultural de nuestro país es verdaderamente preocupante. De momento, en la actividad cultural del estado no lo hemos resentido y hay quien diría que estamos más acostumbrados a los presupuestos famélicos que los creadores de la capital del país que ha recibido la primera oleada de recortes y abandono por parte de la autoridad cultural.
Sin embargo, si hacemos un alto en el camino y trazamos perspectiva de lo que nos espera para el próximo año el escenario es por demás desalentador. La cancelación probable del FONCA, o al menos sus reducciones, afectarán determinantemente los programas que se apoyan parcial o totalmente en Hidalgo, incluso con un desenlace altamente probable de desaparición.
Pero lo mismo está ocurriendo con la ciencia, incluso con el deporte. Con el argumento de que en México hay otras “necesidades primarias”. Sin duda las tiene. La pobreza, el hambre, la desigualdad, la violencia, pandemias que no desaparecieron el primer día de diciembre de 2018 como se había prometido y como ingenuamente se había creído, siguen ahí, punzantes e hirientes para todos los mexicanos, incluidos aquellos que piensan que no padecen al menos una en carne propia. ¿Recortar los presupuestos para cultura solucionará el problema? ¿Eran tan grandes las cantidades de dinero público que se destina al apoyo de la creación que con eso solucionaríamos al menos una de las calamidades señalas? Quien piense así, esta completamente equivocado.
Ayer leía una cita del gran Victor Hugo rescatada por Adriana Malvido: “Los recortes presupuestales a las ciencias, las letras, las artes son doblemente perversos porque ‘son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivos desde todos los demás puntos de vista’”. El autor de los miserables dijo esto en ¡1848! ¿No que la memoria era el principal arma de la izquierda para no caer en los recalcitrantes errores que se señalaban en el pasado? ¿No que la cultura era el estandarte? ¿No que no hay revolución si no hay cultura? Se equivocan señores. No hay transformación posible sin cultura y sin ciencia y sin deporte y sin todos aquellos sectores que se la han pasado despreciando. Así me lo enseñaron en mi casa, un verdadero hombre de izquierda, mi padre.
Esto que hacen desde la cuarta transformación es perverso. No hay en la historia dela humanidad un ejemplo en que el soslayo a las humanidades haya traído buenos resultados. Por el contrario, Mao y Gadafi, con sus libros rojo y verde respectivamente, son ejemplos no muy lejanos de que el único devenir posible de la nulificación del arte y la cultura es el despotismo dogmático: ¡Que nadie escriba más libros, el presidente ha escrito el más importante, el que verdaderamente importa y el que todos están obligados a leer!
Y así se suceden con recortes en programas editoriales ya autorizados, senadoras que calumnian a los artistas (cuando ella misma se dice ser una), festivales de cine que se quedan sin dinero, los científicos se quedan sin la posibilidad de salir al extranjero a medir el avance y la calidad d esus investigaciones, selecciones representativas que ya estando fuera de México no reciben sus viáticos, etc., un largo y penoso etc.
Los que crean que se están ahorrando en cultura, ciencia, deporte, lo gastarán al doble en cárceles y centro de tratamiento de adicciones, ya lo verán.

Paso cebra
Al menos una buena noticia en la semana: Se dieron a conocer los resultados de los Premios Estatales de Cultura que tanto resquemores habían provocado para algunos en la comunidad cultural, no los premios, sino el proceso de convocatoria y los tiempos.
Los resultados alivian a todos, no veo un premiado que acuse inquietud o negativa por parte de ningún miembro de la comunidad creadora hidalguense, en cada caso es bien merecido; la selección fue acertada. Felicidades a todos, la próxima semana hablaremos de cada uno. A pesar de lo que se diga, la Secretaría de Cultura está haciendo bien su trabajo.