viernes, 22 de junio de 2018

El alma revolotea


Sentado frente a la titilante blancura de la computadora me sorprende una noticia destilada en un mensaje de Messenger: el nuevo libro del escritor tepejano, Octavio Jiménez, acaba de salir de las prensas; es un poemario, se titula “Cuervos del alma”. La noticia por supuesto me alegra, no sólo por la añeja amistad que me une al autor, sino también porque el hecho de que un libro de poesía salga es ya un milagro digno de celebrarse; y por si todo esto fuera poco, la alegría se completa cuando recuerdo que escribí, así casi dos años, un prólogo para ese poemario.

Octavio Jiménez es un entusiasta escritor y promotor cultural oriundo y radicado en Tepeji del Rio, al cual lo mismo nos ha regalado revisiones historiográficas, que cuentos, que poesía. Se nota en él, la pasión exacerbada del hombre convencido de que sólo a través de su pluma logrará la trascendencia. En las páginas de sus libros ha volcado todo lo que es, en lo que cree y lo que lo llena de esperanza.

Mientras el libro vence los últimos embates de la distribución literaria que le permita llegar a nuestra ciudad, les comparto el texto mencionado arriba y que abre, a modo de anzuelo, las páginas de “Cuervos el alma” de Octavio Jiménez; esperando que en esta ocasión también antoje a los amantes de la poesía:

Siempre he creído que la poesía no debe de “crearse”, sino de “recordarse”. Y cuando digo esto me abrazo al origen de la palabra “re - cordare”; “de nuevo – corazón”. La poesía, para ser escrita, debe pasar por el corazón y no por la mente, no debe pensarse, no debe calcularse como aritmética precisa pero vacua, debe sentirse, como el miedo, como la pasión. Así es como Octavio Jiménez escribe su poesía, haciéndola pasar por el corazón.

El libro que el lector tiene en sus manos resulta una suerte de bitácora intima en la que el autor nos envuelve lo mismo con sus pesares y sus alegrías que con sus angustias y sus esperanzas, donde se registra palabra por palabra la geografía de su alma reflejada en las cicatrices de su piel.

En esta colección de poemas se advierten diversas veredas por donde discurre la poética de Jiménez. Por un lado, los ancestros, importantes pilares de la raza a la que se pertenece y punto de partida para la cosmogonía que se va creando en estos tiempos modernos de vacuidad y desenfreno. Aparece así la consigna de una raíz a la cual dar cuenta de lo perdido y lo alcanzado, como una especie de conciencia que convive con la religión heredada por la conquista, logrado así alcanzar un estadio absoluto de espiritualidad que el autor no tiene reparo en asumir como virtud.

Detrás de ello se reconoce la presencia de elementos propios de esa cosmovisión levantada por el poeta en sus palaras: los arcángeles, los sueños, el amor, la mujer, la muerte, la traición, los cuervos, todos esos elementos revoloteando como una parvada de emociones que se combinan con el compromiso del poeta de hablar de los tiempos de los que es testigo, sin dejar de lado la belleza con que se describe y se reflexiona sobre lo que apesta y duele: la propia condición humana.

Poemas que van del largo aliento a la cortedad precisa, que viajan desde el cielo al inframundo, del espíritu frugal al tintinar de una copa de vino, de la suavidad de la mujer amada a la aspereza del olvido; siempre con un leguaje bien cuidado y una musicalidad propia de quien, como Octavio, sabe que la poesía es la mejor manera de nombrar el mundo.

Con este libro, Octavio Jiménez se confirma como un escritor completo, capaza de abordad la crónica, el cuento y la poesía con la naturalidad del alquimista que conoce bien los artilugios que necesita, para transformar las palabras en graznidos poéticos para enfrentar la vileza del mundo que nos ha tocado presenciar.

Sólo nos falta que el poemario “Cuervos del alma” llegue a Pachuca, lo que ocurrirá en las siguientes semanas, y podamos ponerle los ojos encima. O debería decir, dentro. Cualquiera de las dos.




Paso cebra
Bien por el grupo de Artistas en Retribución Social, organizadores el “1er. Festival de las Letras Hidalguenses” y que transformaron hace algunas semanas un domingo en un día dedicado a la lectura y el gozo que produce; y ya de paso revitalizaron un espacio en la ciudad de Pachuca que permanece subutilizado y con poco interés por parte de las autoridades municipales, como lo es El Jardín del Arte. Por ahí preparan la presentación de un libro con historias de lo paranormal, lo que será tema en otra oportunidad. Deseamos que el empeño siga, queridos compañeros artistas.

viernes, 1 de junio de 2018

Mineralogía poética


Las antologías literarias son, por definición, incompletas. Sin embargo, son y serán siempre una oportunidad de tener, en un solo volumen, un cúmulo de autores que comparten rasgos estéticos, latitudes onomásticas o que simplemente han enfilado sus esfuerzos escriturales hacía un punto común.

Esto último es precisamente lo que sucede con “Voces Minerales. Antología poética hidalguense”, antología que recién en estos días esta saliendo del horno (de tierra para no perder la tradición hidalguense, léase entonces un “zacahuil” poético).

El volumen abre con un prólogo escrito por el propio compilador, el poeta y ensayista Hans Giébe, que, en una suerte de instrucciones de armado, traza líneas que permiten al lector hacerse una idea y un itinerario sobre los poetas que está a una vuelta de hoja de leer; poetas que, nacidos en el estado o en otros lares, han coincidido con textos referentes a Hidalgo.

A partir de entonces las maneras diversas, propias y que logran establecer vasos comunicantes en lo literario, se suceden en las páginas donde conviven veinte poetas de casa, trece poetas afincados (entre los que, por cierto, me incluyen) y un pilón de cinco poemas escritores originalmente en otras lenguas y traducidos al castellano por el compilador: dos poemas del ñahñuh, dos del francés y uno del polaco. Como cierre, aparece un “Manifiesto carbonista”, donde Hans Giébe deja claras las intenciones que tienen, y deben tener, los artistas participantes en esas páginas.

Lo poetas participantes son: Abraham Campos Nava, Alejandro Zenteno, Analú Estrada, Arturo Cruz, Benito Balam, Claudia Amado, Daniel Olivares Viniegra, Dominique G. Nourry, Erick Cruz Ramírez, Esteban Domínguez, Felipe Vega Galindo, Francisco A. Lozano, Hans Giébe, Irais Flores, Irma Campero, Irma I. M. Morgado, Jesús Fidel Vega, Jorge Castillo, Josue Ledesma, Juan Carlos T. Capetillo, Juan Gómez, Manuel Garfias, Marek Kakietek, Michel Cand, Mónica Ariza, Paul Olvera, Rolando Pérez, Salvador Franco, Sara Victoria Reséndiz, Sergio Alarcón, Sergio Bustamante, Venancio Neria, Xico Jaén y quien esto escribe. 

Lo temas van desde la minería, el paisaje, el amor por la tierra, las tradiciones; pero lo que permea en cada poema es un profundo amor y un profundo respeto sobre el lugar que nos alberga como hogar, que nos ha visto nacer o nos recibido y nutrido con su gente y su cultura. Cada autor ha empuñado la pluma para cavar en la tierra a la que ama y obtener un puño de oro, plata, cobre, jade, con lo cual expresar a voz viva su sentir por este sitio donde vivimos. La gran variedad de plumas y el tema en común, consigue que este libro sea una fiesta de la literatura de y para Hidalgo, de la cual, ningún hidalguense debería privarse de participar a través de su lectura.

El libro “Voces Minerales. Antología poética hidalguense”, editado por Vozabisal, se presentará pasado mañana domingo 3 de junio a las 10:30 de la mañana, en las inmediaciones el Jardín del Arte, en Pachuca, dentro del Primer Festival de Letras Hidalguenses, el cual por cierto durará todo el día con una amplía oferta de escritores. Ojalá podamos vernos allí.

Paso cebra
Hoy inicio colaborando semanalmente en este diario (Síntesis Hidalgo). Escribiré sobre libros y actualidad (el amplio espectro en lugar de darme tranquilidad me inquieta; ya veremos). Agradezco la invitación y la confianza de su directora. Por aquí nos leeremos. Gracias.