viernes, 26 de julio de 2024

Informe de regocijos


¿Para qué sirven los encuentros de escritores o literarios? No estoy hablando de los festivales literarios, ni de las ferias del libro, mucho menos de las presentaciones editoriales. Hablo de los eventos que son pensados, concebidos como puntos de encuentro para que los escritores podamos descubrirnos. Claro que en festivales, ferias y presentaciones tenemos la oportunidad de charlar con los colegas, escucharlos, nutrirnos de las experiencias que comparten y, en el mejor de los casos, adentrarnos un poco más en la literatura, dicha esta como el arte y oficio de escribir. 

Las experiencias que se obtienen en los eventos arriba descritos son distintos si uno es un lector o si además de lector (lo ideal es que los escritores lean, aunque no siempre pasa, por increible que parezca) uno se ocupa en el oficio de escribir; incluso, es posible que uno, siendo escritor, asista a una feria del libro como simple lector; entonces, según la identidad secreta con que nos aparezcamos en los aquelarres literarios, experimentaremos aristas distintas. 

Sin embargo, el caso de los “encuentros de escritores” tienen una intención qué va más allá de la promoción del libro o del fomento a la lectura. Claro que son una buena oportunidad para encargarse de promociones y fomentos, pero existe en ellos el oscuro conocimiento de que tal vez no asista publico lector, o al menos no mucho, dejando el camino libre para que los escritores participantes puedan compartir experiencias más profundas según las andanzas particulares frente a la hoja en blanco, la hechura escritural de un libro en particular, las rutas y los atajos para contar una historia, cómo construir a los personajes, cuáles han sido, o no, las experiencias en las que el autor se ha basado para su novela y cómo es que escribir un libro ha transformado al escritor. Esta urdimbre de milagros es el tesoro que uno espera descubrir al asistir a uno de estos encuentros.

Precisamente estos asombros ocurrieron durante el Segundo Encuentro Literario Agustín Ramos”, evento organizado por el poeta y editor tulancinguense Omar Roldán y que contó con el apoyo tanto de la sociedad civil (FUNHDAR y Studio Bar Karaoke) como de la autoridad municipal a través de la Dirección de Cultura de Tulancingo (lo cual significó una grata sorpresa) y que se desarrolló, durante dos días en el Foro de la Escuela José María Lezama convertido ya en parte de la infraestructura cultura y artística de la ciudad.

El detonante del encuentro es la figura de uno de los escritores hidalguenses más importantes y referenciales de la literatura mexicana: Agustín Ramos. Nacido en Tulancingo, ha sido un autor que ha dejado una huella importante con su obra, la cual sigue dando frutos. Poseedor de un estilo particular, punzante e incisivo para retratar la realidad y la historia de un país que se ha transformado lentamente, dando cada vez más, cabida a los reclamos sociales más urgentes y, en algunos casos, construyéndoles soluciones.

A lo largo de todo el encuentro, pudimos escuchar a Agustín leer fragmentos de tres de sus libros: “Al cielo por asalto”, “Ahora que me acuerdo” y “Sonar de letras”, con el complemento de explorar sus mecanismos literarios, anécdotas y el análisis personal que un autor puede hacer de sus propios libros a través del crisol del tiempo. Ramos, compartió con los asistentes (la mayoría éramos escritores) en un diálogo lejano a la cátedra, en su lugar charló con la confianza que da departir entre colegas, escuchando las preguntas, las opiniones y dando reveses que cada uno de nosotros pudo tomar, de manera individual, como consejos para observar en el trabajo literario que desarrollamos en este momento.

Pudimos además compartir las presentaciones y ponencias de una sustancial y relevante lista  de autores locales como fueron: Soledad Soto, Ana María Rueda Castro, Irma Morgado, Anuar Jonguitud, Martha Miranda, Juan Galván Paulin, Ricardo Luqueño y quien esto escribe. Además hubo tiempo de recitales musicales e incluso un rápido taller que algunos de los autores presentes tuvieron casi a escondidas con Galván Paulin, además de la visita inesperada de amigos como la editora Noemí Luna y el joven narrador Moisés Lozada.

Al final de cada día, el jolgorio pertinente, la celebración de lo dicho y lo escuchado, la camaradería y la oportunidad de conocer a los oficiantes más allá de la atribulada intimidad del escritorio de trabajo. Ahora que lo pienso bien, los encuentros de escritores son la otra cara de la moneda; más allá de la soledad del trabajo, la coincidencia con quienes compartimos camino y a quienes admiramos. 

lunes, 22 de julio de 2024

Recorrido cantinero, con "Letras de Pachuca" como guía



El libro "Letras de Pachuca" editado por Los Libros del Sargento tiene varios textos inspirados en las Cantinas del centro de nuestra ciudad, así que junto con los autores recorreremos estos puntos donde nacen las historias. 


No tiene costo pero el cupo es limitado, regístrate al 55 3999 1724 y nos vemos el sábado a las 11:45 en el Reloj.


El cartel fue creado por Hector Brauer. 


Gracias al impulso del Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca


Ese día estarán disponibles tanto los libros como el grabado. 

#letrasdepachuca

viernes, 19 de julio de 2024

Más de la mitad de lo que uno es


La tarde del día que murió mi padre, un amigo entrañable al que admiro, Juan Manuel Menes Llaguno, me escribió un profundo mensaje de pésame. En él, me decía, palabras más, palabras menos, que la figura del Padre es más de la mitad de lo que uno es. Lo parafraseo porque hoy no me atrevo a buscar el mensaje original en los impolutos archivos digitales de los mensajes “inbox”. Sin embargo, esa definición de la presencia paterna en la vida de un ser humano me ha acompañado día tras día desde aquel ominoso trece de agosto.

El escritor mexicano Juan Villoro ahonda en la esencia de esta frase. En su más reciente libro “La figura del mundo” hace una radiografía de la relación con su padre, el filósofo mexicano de origen español, Luis Villoro, fallecido en dos mil catorce y figura clave del pensamiento, el análisis y el compromiso político para más de una generación.

Juan, narrador incomparable, ameno y preciso, nos lleva en un viaje cronológico para conocer a su padre; el descubrimiento no es sólo para el lector, lo es para el mismo autor que va explorando en sus recuerdos para ir armando un rompecabezas emotivo que va dando forma al retrato, privado y también público, de un hombre para el que la filosofía no era solamente un oficio, sino una forma de vida.

En esos primeros años, el literato descubre en la mirada del filósofo la figura que tiene el mundo, ese, el inmediato, el que le rodea en la infancia, sino también el otro, el que en la lejanía ira descubriendo a partir de la forma en que su padre le enseñó a desenmarañarlo.

A partir de anécdotas, algunas de ellas contrastadas con el punto de vista de sus hermanos o de su madre, Villoro hijo nos describe las huellas que la presencia de su padre dejó en su formación, pero también nos da cuenta de las ausencias paternas, fueran físicas pero sobre todo emotivas, con que su personalidad y vocación se fue consolidando; porque donde no podía vislumbrar con claridad lo que su padre sentía o pensaba, comenzaba su literatura.

A pesar de que en otros de sus textos Juan Villoro ya había tocado la figura del padre, dejando entrever el entramado íntimo de sus reflexiones, es en este libro donde la disección de los detalles, los comentarios, las actitudes, las filias y las fobias de un padre van dando forma, en imitación o en contraposición, de las aristas del hijo.

Luis Villoro era un hombre callado, solitario, maestro apasionado y un activista social que pudo ver, desde el crepúsculo del siglo XX, lo que la izquierda ha provocado, para bien o para mal, en la política mexicana del primer cuarto del siglo XXI; fue miembro fundador lo mismo de partidos de izquierda que de univeridades y cercano asesor y simpatizante del movimiento zapatista en Chiapas. Supo analizar como pocos el pasado mexicano con la privilegiada posición emotiva de un extranjero pero con la entrega apasionada de un propio. 

La descripción del personaje público casa a la perfección con el familiar; su participación social era extensión de su ética personal y resultado de su propia, muy de filósofo, manera de ver el mundo. Esto influencio de muchas maneras al hombre que se convertiría en escritor y que, sin dejar de lado su interés por lo que en México ocurre, examinar también, en sus libros y sus discursos, la manera en que México se ha (des)construido en los años recientes.

Ambos “Villoros” compartieron la pasión por el fútbol, por los libros, por la política, pero sobre todo por el antiguo, y en ocasiones actuales simplificada a un grado epidérmico, arte de analizar la realidad.

La lectura de “La figura del mundo” de Juan Villoro es una deliciosa incursión en la íntima relación que dos hombres, el padre y el hijo, sostuvieron y aún sostienen en el tiempo, más allá de su lazo sanguíneo, unidos por su lazo intelectual.

viernes, 12 de julio de 2024

Daro Soberanes o el hábito de desordenar el futuro


En un par de líneas de su más reciente libro, Juan Villoro opina que “Escribir significa desorganizar sistemáticamente una serie, el alfabeto. Del mismo modo, evocar significa desordenar sistemáticamente el tiempo”; del mismo modo, añadiría yo, la poesía significa desordenar sistemáticamente el futuro.

Sus ojos videntes recorren la cordillera / Ahora, ata sus collares a la manera de una crisálida, / traslúcida y berila.

Daro Soberanes, poeta y ensayista nacido en Ecatepec de Morelos, pero radicado en Hidalgo (entre Tizayuca y Pachuca) desde hace ya suficientes años para considerarlo un autor local, nos presenta su primer poemario titulado “Clarividencia / Libro de versos I”, aparecido bajo el sello Borroughs Editorial, este 2024. En esta ópera prima, el poeta cierra los ojos para, concienzudamente, desordenar el futuro.

Esquirla de un cuerpo, / respira lo que vendrá: (…)

A lo largo de los veintiséis textos que componen este libro, el poeta nos conduce, por las vivencias de propias expuestas a través de personajes (literarios e históricos) quienes extraídos de su contexto se convierten en marionetas poéticas que cobran una nueva identidad en las manos de su titiritero incidental.

Avizoré lascivia, / tus caricias que hieden, decoloradas, / manta de Leviatán.

Los versos, propios del surrealismo que el autor reconoce como principal influencia, requieren del lector un ejercicio profesional de reflexión, son trastocar la capacidad de asombro que cada uno, ciegos también de la realidad, debemos ejercer al adentrarnos en el universo creado por el poeta.

(…) hizo encresparme como una larva que se impresiona por los hermosos paneles de su colmena.

¿Los temas? Aquellos que a la humanidad han dado forma desde su interior; el erotismo y su reflejo, el olvido; la existencia y el reverso de su moneda, la muerte; un ciclo perpetuo que puede adivinarse al momento de vivirse, con el desenfreno divergente del proceso de creación. Dicho lo anterior, la imaginación es el as de una mazo que se ha dispersado sobre una mesa ocupada por dos contrincantes, el adivinador y un escéptico cautivado. 

Armónicos timbres de la muerte / en el resuello de los campos y en el amanecer de las uvas.

Pero Daro (como nos referimos a él quienes le conocemos y hemos tenido el placer de ser contertulios de sus charlas y análisis sobre literatura), no se queda en la “profunda superficie” de la musicalidad y las imágenes poéticas bien construidas, asume como un deber la “utilidad” social de quien y lo que se escribe, pues al ponerle punto final a sus líneas el escritor debe levantarse de su silla a transformar el mundo con sus propias manos, al menos la parte del mundo que quepa en ellas.

El elogio no es el privilegio, y se toma como una lisonja. // Es esta forma: la del arquero y la de su arco, sagita. / ¡Y lo sabemos! ¡La variación es idéntica!

Admirador de Alfonso Reyes, Soberanes pertenece a la estirpe de aquellos convencidos que el pensamiento es una virtud, la cual no debe derrocharse y por el contrario, dilatar su polinización es un rasgo de sabiduría. Por esta razón, el poeta Daro ha esperado hasta ahora para compartirnos versos escritos hace un poco más de quince años, iniciando con ello el zurcido de varios poemarios que nos permitirá, en orden cronológico, la materialización de una obra ya urdida, latente y brillante.

La esquiva rama presagia / (La rama oscila) / La irascible hoja en húmeda celosía.

Hemos sido testigos, alrededor del último lustro, de la actividad cultural que Daro Soberanes impulsa en Pachuca y que es eco natural de su quehacer en otros lares de la Ciudad de México y sus suburbios, y que abrevan de la reflexión y el análisis del acto poético. Forma parte de algunos colectivos, entre ellos “El Ojo de Faetón” un círculo que desmenuza, a través de ciclos tesoneros donde invitados exponen un tema sobre literatura y artes; los que han sucedido en Pachuca han refrescado el ambiente intelectual de la ciudad.

En las alturas el viento hace surcos sobre la yerba que / crece de las salientes. / Encima, el color vetusto de la planicie.

“Clarividencia / Libro de versos 1” es apenas el atisbo de un quehacer poético que el autor ha decidido mostrar a la luz y que obtendrá todo su peso artístico al verse completada como la trilogía que el propio poeta ha imaginado para este año que ya hemos abierto en canal. Un libro nada sencillo, pero intensamente honesto, tanto que el autor le añadió un rasgo poco común, un glosario lexical que al final del compendio permitirá al lector confirmar sobre su individual premonición.

Es un hábito que se profiere en cada aliento / y se prolonga cuando el sol clarea.

Es, al fin de cuentas, un hábito que Daro Soberanes ha cultivado a lo largo de su vida, el de avizorar el futuro en cada línea que la mano oculta, en una suerte de bola de cristal que anuncia equívocos que la obscena realidad materializa fuera de la intimidad que este libro nos ofrece, sólo para darnos cuenta de que usar la palabra para trastocar el porvenir es la única manera de afrontarlo.

Sopla la calma / como un reloj sin uso en el bolsillo de un hombre que /descansa en la viña, y que come uvas.

martes, 2 de julio de 2024

Premios Estatales de Literatura 2024 en Hidalgo



✍🏻📑| El Gobierno de Hidalgo, a través de la Secretaría de Cultura y el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, invitan a las escritoras y los escritores a participar en las convocatorias de los premios literarios:
📜Premio Estatal de Poesía Efrén Rebolledo 2024

📝Premio Estatal de Cuento Ricardo Garibay 2024

¡Consulta las bases y participa!

viernes, 28 de junio de 2024

Octavio Jiménez o el Minotauro cincurspecto


En una entrevista para la televisión española en 1977, cuando le preguntaron sobre el tema del primero de sus libros publicado con su nombre y titulado “Los Reyes”, un poema dramático sobre el mito de Teseo y aparecido en 1949, Julio Cortazar reflexionaba sobre el Laberinto: “Existe la versión oficial del mito: Teseo es el héroe que entra en el laberinto guiado por el hilo de Ariadna para poder volver a salir y busca a ese moustro espantoso que es el Minotauro, que devora a jóvenes rehenes y entonces lo mata y sale como el gran héroe. Yo vi eso totalmente alrevés: yo vi en el minotauro al poeta, al hombre libre, al hombre diferente y que por lo tanto es el hombre al que la sociedad, el sistema, encierra inmediatamente, a veces lo mete en clínicas psiquiátricas y a veces lo mete en laberintos, en ese caso era un laberinto, y entonces Teseo, en cambio, es el perfecto defensor del orden, él entra allí para hacerle el juego al rey Minos, es un poco el gánster del rey, que va ahí a matar al poeta; y efectivamente en mi poema, cuando conoces el secreto del Minotauro te das cuenta que no se ha comido a nadie, que el Minotauro es un ser inocente que vive con sus rehenes, juega y danza y todos son felices, y entonces llega este joven Teseo, que tiene los procedimientos de un perfecto fascista y lo mata inmediatamente.”

Soy el peregrino en su patria, / camino del cielo rojo en batalla florida; / partido entre la piedra y la flor, / cobijado por Mictlateputli, / el dios del ayer.

En su más reciente poemario “Laberintos de la mente”, Octavio Jiménez asume la personalidad descrita por Cortazar. Él, es el dueño y señor del laberinto, y al mismo tiempo huésped distinguido, indeseado, benévolo, maldito, de esos pasillos intrincados, de rumbos confusos y virajes eternos sin salida. 

Largo trayecto de regreso, / en un inerminable / e inefable laberinto nocturno.

Los temas esenciales del poeta permanecen en estas páginas: el amor y por ende su reverso, que no es el desamor sino el olvido; la realidad versus el sueño y la naturaleza como envolvente y muda banda sonora de esas ensoñaciones y sucesos reales.

Sueñas para no volver a despertar, / para vivir eternamente / la dulce canción del amor.

Pero aparecen en el espectro poético del tepejano nuevas preocupaciones, propias de una pluma que ha envejecido, por fortuna de quienes somos sus lectores más devotos, y que amplía su tesitura poética para abordar aristas, ocultas hasta ahora como deudas reflexivas que comienza a pagar.  

En el pasado / te burlas del presente, / lloras por los macehuales en abril / y apagas la sed del mundo.

El primero de ellos es la prehispanidad, como herencia y consecuencia; el poeta se reconoce como eslabón de una estirpe ancestral, raíz que pinta de cosmogonía la piel y la mirada del mundo, de un imperio ligado íntimamente con la naturaleza y mezclado en los siglos hasta la disolución zafia de la modernidad.

Llora macehual que de tu grandez, / el amante sólo existe.

A partir de reconocer la herencia deformada, se despierta en el poeta, como un desencadenamiento natural y congruente, la memoria, en una poesía social que irrumpe en sus temas como un pulso latente desde hacía tiempo; enfrentar al poder con la palabra, cobijar a los caídos con una voz rebelde a cuello, determinado a que no haya perdón ni haya olvido.

¿Dónde te dejaron? Eran cuarenta y tres / ¡Donde están! / ¡Los queremos vivos! /Clama la madre / Clama el padre / Clama el viento, / Claman las piedras / Clama el sol y la vida. / Claman las voces del 68 / Claman las voces del 71

Pero para desmenuzar la horrenda materialidad de lo que somos, Octavio zurce sus pensamientos con un hilo onírico, de finura extrema, que lo mantiene impoluto en el lodazal en que ha tenido que revolcarse para describirnos como sociedad.

Aun así / no he muerto, / tampoco he resucitado / solo camino penosamente en el frágil hilo / de lo que llaman realidad / herida y andrajosa, / socavada por los más encumbrados en el poder (…)

Es esa, la crítica de nosotros como colectividad, la del propio e indivisible ser que en la intimidad de la lectura se mira en el espejo que Jiménez pule en sus versos, para mostrar en los reflejos, destellos que iluminan los rincones oscuros de su laberinto interno.

La cotidianeidad nos absorbe / nos devora, / nos carcome, / nos derrama el alma, / hasta volvernos / cuerpos vacios.

Pero es el amor la última salida, la cuerda que desatamos del cuello y cogemos con las manos para jalar de ella y alcanzar la orilla; el amor por la persona amada, como último hito para sobrevivir a este siglo que casi alcanza su primer cuarto, atolondrado, enloquecido, maloliente, arrollándonos con su desmañado actuar.

Tu mirada huele a hojas húmedas / caídas de árboles / en el umbral del invierno, / miradas que buscan los sueños olvidados.

No piense el lector en el amor romántico, terso en demasía; al contrario, el amor febril y determinado, alevoso y conciso; húmedo, lacerante y pertinaz.

Soy la luna y tú el sol, / soy el sol y tú la luna, / somos dualidad / eterna en un grabado bajo la piel, / que se funde en lo más profundo / de nuestras almas.

Pero hay tres nuevos destellos poéticos en el Octavio Jiménez que hoy leemos, que más allá de la sorpresa, me tocan y me conmueven, en el mejor sentido de la palabra, me mueven con. El primero de ellos es su fe, siempre presente en sus versos, pero develada hoy para mostrar uno de esos vericuetos de su pensamiento enfrentando la realidad de una época en que la tolerancia lo tolera todo excepto aquello que huela a cristiandad.

Manos que aun sangran por Sodoma, / por la injusticia, / el racismo, / la ambición, / la corrupción, / la pederastia, / la homofobia, / el feminicidio y el aborto. // De esas manos /  fracturadas nació / en medio de la obscuridad / la esperanza, / la inmanencia del amor, / la fraternidad.

El segundo de ellos es el jazz, no la música en general, en exclusiva la síncopa y el contratiempo propio de una música que suena como la vida más que cualquier otra. Referencias sonoras que acompañan los pensamientos y que acompasan sus cavilaciones nocturnas.

Armonías que en el ayer se pintan de gris, / hoy solo son estrofas de un deseo / ahogado en la nostalgia de un sueño. // Notas de un Sax / olvidado en el tejaban del alma, / que dibujan siluetas / en la gélida noche de otoño. // Acordes del piano, / sinfonías adyacentes a la serenidad nocturna.

Y por último, el humor, pulcro pero puntilloso, cuña precisa en el poema titulado “Polvo de estrellas” donde después de sufrir la mordida canina, no le ocurre lo que le habían contado, sin que la secuela pierda encanto.

¡En fin! / hoy desperté / y no me volví polvo de estrella, / soy solamente un sueño / en medio de una resaca / de Diego Rivera.

Como último requiebro me queda decir que este paseo que Octavio Jiménez nos ha dado por los sempiternos laberintos de la memoria, como el mismo los llama, resulta ser una pieza sustancial en el rompecabezas (otro laberinto, al fin) de una obra poética que el autor ha ido forjando en los últimos años; una pieza de forma elegante, madura y estremecedora que describe al poeta desde otra de sus ángulos, lo que en la literatura resulta ser un retrato de cuerpo entero.

Soy la bruma, / Soy la noche, / Soy los recuerdos del hombre, (…) Soy canto, / Soy el viento, / Soy simplemente / el poema.

viernes, 21 de junio de 2024

El día que conocí a Juan Galván Paulin


Las habitaciones de aquella casa eran misteriosas. Desde la fachada se percibía que el paso del tiempo había dejado su huella. Claro que la humedad característica de un pueblo de montaña había sido cómplice en el aporreo que el lugar había sufrido en los últimos años. Muros descarapelados por la humedad, columnas de piedra aferradas al frio y todo aquello que leñame fuere, hinchado permanentemente. Sin embargo, mirándola de lejos y visitándola eventualmente, era de una belleza difícil de describir. Tenía, como todos aquellos lugares que preferimos y donde hemos sido felices, un defecto imperdonable; para ser una Casa de Cultura era víctima de llevar el ominoso nombre de un exgobernador nacido en esa tierra y a la postre flagelado judicialmente por su actuar inmoral. Fue en aquel lugar, donde le conocí.

La inmensa puerta, de madera por supuesto, estaba siempre abierta, dispuesta como los brazos abiertos de una madre que espera paciente la vuelta de los suyos. Al entrar un recibidor con piso de cantera bifurcaba el andar a un auditorio a la derecha o al patio central si se seguía de frente. Desde ese patio, también con piso y columnas de cantera, se accedía a los claustros remodelados hacía no mucho para albergar estudiantes de disciplinas artísticas. En ellos, el mobiliario era común, pizarrón blanco, mesas, sillas, en algunos, butacas. Las ventanas, con marcos y estructura también de madera rústica, dejaba pasar en cuadrantes una luz que escatimaba los rincones y era apenas suficiente para iluminar una mesa colocada cerca de ellas. Los claroscuros poblaban los espacios, parecían ser residentes que nos observaban detenidamente y sigilosos toleraban el chirriar de nuestras pisadas sobre la duela mortecina.

Hoy vas a conocer a mi maestro, me decía Luzma, con una emoción sinceramente desbordada; tomar su taller ha cambiado mi forma de escribir. Después de pasar un rato sentados en la orilla de la fuente mirando las ranas cardinales por cuyas bocas salía expulsado un torrente de agua inagotable, nos adentramos en las vísceras de la casa, abotagadas por el relente pertinaz de aquel otoño realmontense. 

Seguimos el murmullo que nos condujo al salón principal de la segunda planta. Un gran ventanal de piso a techo, abierto de par en par, privilegiaba el lugar con mejor iluminación y aire fresco. Después de colocar nuestras pertenencias para señalar el lugar que ocuparíamos en la mesa dispuesta para el trabajo, nos asomamos al balcón y antes de que pudiéramos retomar el hilo de nuestra charla, entró en el ámbito de nuestra vista el Maestro. 

Su caminar sereno abrió en canal la marea de turistas sabatinos que habían comenzado a mosquear la mañana. Marcaba con su bastón el tiempo preciso en que cada uno de sus pasos caía sobre los adoquines. Su traje de tres piezas, impecable como su calzado, el ala del sombrero que se levantaba acompasada a su mirada le completaba la estampa de heredero indiscutible de la estirpe inglesa que otrora vio bonanza en aquel paraje minero. Sostenía un portafolios de piel como único pertrecho de absoluta sabiduría. Unos anteojos de armazón fino, la barba apenas encanecida hasta el pecho, la mirada diáfana de profeta. Ahí viene, dijo Luzma mientras le agitaba un saludo con la mano, al que Juan Galván Paulin correspondió con una sonrisa franca y una leve inclinación de cabeza.

Recuerdo una inquietud especial cuando Luzma y yo bajamos las escaleras, prestos a recibirlo. ¿Quién era aquel hombre que con su céfiro había ajustado la emoción del día? ¿Qué podía salir de la pluma de un escritor cuyo tamaño no tiene nada que ver con su estatura física? ¿Qué podrían hacerte las palabras de alguien que sin decirlas ya te ha tocado? Aquel hálito que me había impresionado hacía apenas unos momentos irrumpió en las entrañas de la casa dando un vuelco a la umbría reinante, no para disiparla, sólo para volverla apreciable. Ahora, a su paso, aquella luz grisácea todo lo cegaba.

Tras las presentaciones de rigor subimos y nos apostamos rededor de la aquella mesa dispuestos a la batalla. Desenfundamos los textos y nos dispusimos a leerlos cual esgrimistas que confían en sus gestos; guardia, paso atrás, paso adelante y fondo, sin mucho fondo. Galván Paulin nos miraba y hacia anotaciones cautas pero contundentes. Nos apercibía sobre aquello que la literatura exige sin cortapisas y el compromiso que pocos asumen sobre usar las palabras no como obtusas y blandengues armas, sino como herramientas que ocultan un filo lacerante a la menor provocación.

Cuando me llegó el turno extendía ante sus ojos un poema merecedor de toda mi ufanía. Me escuchó leerlo con la paciencia que sólo poseen aquellos que conocen los desenlaces. Tras un compás de espera, Juan rompió el silencio. Fue releyendo cada verso mío tasajeando los adjetivos, haciendo trisas las redundancias, pisoteando el falso oropel de las rimas forzadas y dejó, como un ramaje desnudo, la esencia de mi poema. Petrificado, me di cuenta de que acababa de presenciar el acto literario en su más pura expresión. Me di cuenta que Juan Galván Paulin me acababa de enseñar que, en la poesía, para decir el todo, hay que alcanzar el quid. Ante mí, se extendió el verdadero significado del acto de escribir.

Han pasado veinticinco años de aquel día, pero estoy seguro de que hoy que vuelva a encontrarme con él, confirmaré lo que aquí he escrito.

viernes, 14 de junio de 2024

Homenaje al escritor Juan Galván Paulin


Para quienes amamos los libros y, además, tenemos la irremediable necesidad de escribir, la literatura se tiende ante nosotros con inhóspitos caminos; para nada tenebrosos, al contario, la mayoría de ellos atractivos porque siempre, siempre, terminan por sorprendernos.

En esos parajes que se transfiguran ante nuestros ojos, sea dentro de las páginas de un libro como en el andar literario de a pie, tuve el privilegio de conocer al maestro Juan Galván Paulin. Todo ocurrió en el taller literario que él daba, a finales del siglo pasado, en la Casa de Cultura de Real del Monte. Su personalidad es, al conocerlo, prefacio de su carácter como escritor. Vestido pulcramente sin excepción, hace pensar que ha equivocado de época y que, perteneciente a una estirpe de escritores de cepa, ha transgredido la ley del tiempo para compartir con nosotros la sabiduría acumulada en sus lecturas y avatares literarios.

En aquellas sesiones aprendí de él la verdadera esencia de la poesía, el rigor de quien la enfrenta, la catarsis que provoca en quien la comparte y el valor de quien apuesta en ella sin nada que ganar (viene a mi cabeza la roquera voz de Miguel Ríos). Sobra decir que esas enseñanzas consolidaron en mí la vocación de escriba y desarrollaron un sentimiento de agradecimiento y amistad con el Maestro. Años después descubrí con beneplácito que yo no era el único, que los seguidores de este hombre de letras éramos un hatajo. Debido a eso, muchos de mis colegas hidalguenses lo invitaban a las presentaciones de sus libros sobre todo en la Feria del Libro Infantil y Juvenil Hidalgo que se realiza año con año en el Centro Cultural del Ferrocarril. En esas oportunidades verlo, saludarlo, escucharlo siempre significó una distinción.

Especialmente, uno de sus libros, “De biznagas y otros nombre”, escrito entre el Valle del Mezquital y la Sierra Alta de Hidalgo, develó ante mis ojos una de las formas más exquisitas de desplegar la vida como crepitar de la literatura; un escritor que ata su vida en disposición de las palabras que describen los lugares y las personas que le rodean.

Juan Galván Paulin es esencialmente poeta. Su profundo conocimiento de la literatura, el arte y la tradición lo ha llevado a incursionar, con indiscutible consecución, en el cuento, la novela y el ensayo. Estudió Sociología, Ingeniería Agrícola y Lengua y Literatura hispánicas en la UNAM; y ha colaborado son numerosas instituciones culturales en Ciudad de México, Estado de México e Hidalgo.

Su serena inteligencia, contrastada con su puntillosa manera de tallerear, apuntaladas con su literatura atildada y perdurable, lo han convertido en uno de los autores de la generación de los cincuenta, más apreciados por propios y extraños. Es por ello que la comunidad de escritores le ha preparado un merecido homenaje titulado “Del caminar las calles / Homenaje a Juan Galván Paulin 2024”, el cual se realizará el próximo martes 18 de junio en las instalaciones de Instituto Cultural Helénico en CDMX.

Las actividades iniciarán a las 10 de la mañana en el Aula Magna del Instituto con una maratónica lectura de poesía en honor, consecuencia y/o acompañamiento con la obra de Galván Paulin (docenas de auotres nos daremos cita para ello). Posteriormente, a partir de las 18:30 hrs., en la Capilla Gótica del mismo Instituto, iniciará una mesa con comentarios sobre la obra de Galván Paulin; moderada por el maestro Arturo Córdova Just; Danann Huicochea abordará el poemario “De biznagas y otros nombre; Raúl Mota hablará del libro de ensayos “…Calar en el espejo…”; Awen Lyf hará comentarios sobre la novela “El viejo Roth” y Mónica Steenbock Schmidt conversará sobre los poemas de “Como la sombra acaricia su deseo”.

La cereza en el pastel será la participación especial de la soprano Aída Rivera de la Cabada quien estará acompañada por la saxofonista Tania Plascencia.

La cita será en el Instituto Cultural Helénico en la Av. Revolución 1500, Colonia Guadalupe Inn en la Ciudad de México. Si usted, estimado lector anda por esos lares, aproveche, la entrada es gratuita.

viernes, 7 de junio de 2024

Ignacio Trejo Fuentes, in memoriam


En la foto los escritores Ignacio Trejo Fuentes y Victor Manuel Navarro Bárcenas 

Hace apenas tres días, el 4 de junio, Ignacio Trejo Fuentes hubiera cumplido sesenta y nueve años. Sin embargo, la muerte implacable nos arrebató su presencia el pasado treinta de mayo.

La noticia de su fallecimiento me alcanzó en un momento inverosímil. Lo explico. Llevo varias semanas revisando una selección de textos que han aparecido en este espacio de opinión cultural al que usted, estimado lector, le presta amable lectura cada viernes. Hacer el recuento de los textos que a mi parecer muestran mejor el espíritu de esta columna me llevó a darme cuenta de que uno de los autores que más me ha interesado y llevado a escribir sobre su trabajo ha sido Nacho Trejo. 

El viernes pasado, el día en que la noticia del fallecimiento del autor pachuqueño comenzó a divulgarse, yo me encontraba revisando precisamente la reseña que escribí sobre su libro “Carta a los romanos”. Cuando hube terminado las anotaciones sobre las páginas impresas, las hice a un lado, me quite las antiparras y subí la mirada a la pantalla de la mac para revisar las redes sociales. Fue ahí cuando recibí el dardo certero con el veneno. Se me heló la sangre. Esa incredulidad inocente que tenemos ante las noticias desagradables me llevó a confirmar la noticia con los amigos en común. A los pocos minutos me derrumbé en el respaldo de la silla. Con Nacho me unía un alarga amistad y una profunda admiración hacia su trabajo como narrados y periodista. 

Lo conocí en 2003, hace veinte años, cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo para la televisión estatal. El pretexto fue su presencia en la 3ra. Feria del Libro Infantil y Juvenil que ya se realizaba, desde aquellos años, en el Centro Cultural del Ferrocarril en Pachuca. Después que aquella charla se transmitiera televisivamente, hice una versión para medios impresos y fue reproducida en mi blog y en la revista pachuqueña Reloj del Viento, algunos años después, coincidiendo con otra visita de Nacho a la feria del libro en 2010 donde tuve el honor de presentar su libro de cuentos “Tu párvula boca”.

A partir de ese año, nuestra amistad se mantuvo gracias a los encuentros intermitentes, en posteriores visitas suyas a Pachuca, en visitas mías a la CDMX, etc. También correos electrónicos, mensajes instantáneos. La última vez que lo vi fue en 2019, en Tepejí del Rio, en la presentación de un libro de la editorial Cofradía de Coyotes que lo homenajeaba y en el que tuve, también el honor, de participar; “El ingenioso de Hidalgo / La reseña y la crítica literaria”. Pude hablar por última vez con él a través de la línea telefónica en 2022; convalecía en la casa del maestro Virgilio López Ortiz, la promesa de vernos pronto sello la llamada y sin saberlo entonces, nuestra amistad.

Trejo Fuentes ha estado muy presente en mi mente en los dos últimos meses, cuando decidí trabajar en el libro arriba mencionado y que, si Dios quiere, verá la luz a finales de julio. Fue el consejo de Nacho, camuflado en las respuestas que me dio para aquella entrevista de 2003, de que escribir periodismo cultural, tener un espacio semanal de reseña literaria, una columna, era la mejor manera de mantener pulido el oficio e ir levantando un estilo. A partir de escucharlo fue que busqué esas oportunidades, en este diario que hoy me acoge y en otro tantos. Puedo decir sin afán alguno, y sin pálida duda, que mi quehacer como periodista y escritor está inspirado enteramente en Ignacio Trejo Fuentes. 

A pesar de que al día siguiente de su fallecimiento, el mismo viernes en que la virulenta noticia se propagó, la directora del INBA, Lucina Jiménez emitió un mensaje de pésame muy sentido ("Un hasta pronto al querido 'Nacho' Trejo. Quedan sus enseñanzas, su obra, su disposición siempre a explorar el lenguaje con espíritu libre. Gran conocedor del mundo literario”.), la autoridad cultural en Hidalgo no hizo ninguna mención hasta el martes 4, con una publicación a forma de homenaje en el aniversario de su natalicio. Sin embargo, quedó un mal sabor de boca que en su estado, la familia y los cercanos a Ignacio Trejo Fuentes no recibieran el pésame correspondiente.

Sería bueno que la Secretaría de Cultura pensara en hacer una edición especial de su obra completa. Ojalá. Mientras tanto, de ya, se te extraña querido Nacho.

viernes, 24 de mayo de 2024

Segundo Encuentro de Editoriales Independientes

En los últimos veinticinco años la actividad editorial en Hidalgo ha florecido abundantemente. No me refiero al acto de escribir literatura, pues el quehacer de los escritores siempre se ha desarrollado aún en la reserva de la intimidad. Me refiero al desarrollo de proyectos artísticos referentes a las letras como concursos, premios, ciclos, encuentros, publicaciones por parte de la autoridad cultural y el nacimiento de editoriales independientes. Todo esto ha permitido que la literatura hidalguense se consolide como una de las más diversas y boyantes de la región y por ende, del país.

Consecuencia natural de todo lo anterior fue la creación de la Red de Editoriales Independientes de Hidalgo conformada varios sellos que están desarrollando libros de una calidad impresionante, no sólo en su contenido sino también en el cuidado de forma. La REDHI se fundó hace tres años aglutinando veintiséis proyectos, de los cuales, once son editoriales, un par de revistas, librerías y otros gestores al rededor del libro.

Las actividades iniciarán desde las 10:30 horas con la ceremonia de inauguración de la galería de Plaza Constitución (otrora, la plaza principal de la ciudad) la cual estará presidida por el fotógrafo Hugo David Pérez Ángeles y el Director General del Sistema Nacional de Fototecas, Juan Carlos Valdez Marín. A partir de ahí se desarrollarán actividades cada media hora.

Se presentarán los libros: “Las estaciones de Leslie” de Liliana Santiago Ramírez, a las 10:30hrs; “Trino de grosellas verdes en el alba” de Jesús Bartolo a las 12:00 hrs.; ¡Patria libre” de César Kostia a las 13:00 Hrs.; el libro testimonial “Cuerpos para la no danza” de Alex Vázquez Bretón a las 13:30 hrs.; el poemario “Inminente” de Eduardo Pérez Espinosa las 14:30 hrs.; la antología “Letras de Pachuca” coordinada por Libros del Sargento y con la participación de Yosselin Islas y Alma Santillán a las 15:00 hrs.; “Autoficiones” de Danhia Montes a las 15:30 hrs.; la novela con tintes filosóficos “Banda sonora para una novela inconclusa” de Miguel Neg a las 17:30 hrs.; y el ebook “Marley, la ballena narradora” desarrollado por Gustavo Bautista González y Juan Francisco Cruz González se presentará a las 18:00 hrs.

También se presentarán los fondos editoriales de los sellos: La tinta del silencio, comentado por Anais Blues y Luis Ramos a las 11;30 hrs.; y El canto de la Alondra, con la presencia de Fran Fierro Brito a las 12:30 hrs.

A las 14;00 hrs., Karla Escorza dictará la conferencia titulada “Cualquiera puede escribir”. De igual manera, a las 16:00 hrs., se desarrollará un conversatorio con los Premios Estatales de Literatura en Hidalgo emisiones 2022 y 2023, con la participación de Danhia montes, Anaid Galvez y Jovany Cruz; y a las 17:00 hrs., Hans Giebe realizará una lectura de parte de su obra poética.

La jornada cerrará con broche de oro con la entrega de un Reconocimiento a la trayectoria editorial que este año recaerá en la persona de Marcial Guerrero Rosado; editor, promotor cultural, intelectual de cepa y miembro de una de las estirpes culturales más importantes de Hidalgo.

Sobra decir, estimado lector, que asistir a alguna o todas las actividades que se desarrollarán el próximo sábado primero de junio, es una forma más de apoyar el desarrollo editorial independiente, amén de disfrutar el talento de nuestros escritores más talentosos.

Recuerde, todas las actividades serán en la Plaza Constitución (al frente del Mercado Primero de Mayo), ubicada en el corazón del Centro Histórico de Pachuca.

Paso cebra

Mi reconocimiento a los sellos organizadores: Cipselas | Pachuk Cartonera Editorial | Casa Futura Ediciones Big Bang Ediciones | Ediciones Sediciones | La Librería Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca | Los Libros del Sargento  | Editorial Vozabisal | Mandrágora Ediciones | La Tinta del Silencio | El Canto de la Alondra editorial, y sobre todo al apoyo decidido del Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca, que se ha destacado en los últimos años por su impulso a la literatura local. Enhorabuena para todos. Por ahí nos veremos.