viernes, 27 de diciembre de 2024

El penoso deber de mirar caer a los héroes


Hay quien opina que nunca deberíamos atestiguar la caída de nuestros héroes. Sin embargo, al pasar de los años, la falibilidad de aquellos que admiramos otorga una dimensión distinta a nuestra propia manera de ver las cosas, a perspectiva y en directo; una sensación de desolación mezclada con un poco de satisfacción de haber cumplido la difícil tarea del deponente de una desgracia. Esa sensación de desamparo me ha acogido durante la lectura de “La ciudad y sus muros inciertos” la más reciente novela del japones Haruki Murakami y, aunque mi objetivo principal como reseñista es el de contagiar el entusiasmo que me ha provocado la lectura de algún libro (procuro no escribir sobre libros que no me gustaron), la relación de amistad literaria que me une con el autor de hoy me obliga.

Mi relación lector-escritor con Murakami no tiene ni diez años. Fue en dos mil quince cuando leí con avidez una novela de la que había escuchado muy buenos comentarios: “Tokio Blues”. En cinco días repartidos entre aquel diciembre y su subsecuente enero, descubrí un autor cautivante con una historia que, un poco más, un poco menos, hablaba de un trozo de mi propia juventud. A partir de esa epifanía fui explorando ya un total de catorce libros hasta el chasco de la semana pasada. Falta decir que en esas lecturas repartidas en los últimos nueve años incorporé al menos tres libros a mi lista de preferencias personales: “Los años de peregrinación del chico sin color” (la que considero la mejor novela de Murakami y de la que estuve hablando ayer en un café con mi querido y viejo amigo Arnulfo Islas), “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” y “De qué hablo cuando hablo de correr”.

Sin embargo, la lectura de “La ciudad…” fue verdaderamente agonizate. Ya desde los dos títulos anteriores, “La muerte del comendador” (tomo I y tomo II) y el libro de cuentos “Primera persona del singular”, Murakami comenzó a perder el brío que le caracteriza como autor. En “La muerte del…” pude ver a un escritor que dilataba demasiado las escenas, que se aburría en los ambientes descritos y por momentos divagaba en reflexiones que ya habíamos abordado páginas atrás; mientras que en “Primera persona…” se apareció como un autor ávido de entregar el libro a la editorial sin haberlo concluido del todo; cuentos aparentemente sin terminar, pues. El resabio perduró, pero no fue determinante para que, como ferviente lector de Murakami, no le diera la oportunidad a la nueva novela.

“La ciudad…” tropieza desde el principio develando el detonante narrativo de la historia: la relación amorosa (a un nivel platónico) que engarza las vidas de un joven y una joven en la adolescencia y la cual será resuelta al paso del tiempo, en la adultez. Este argumento resulta repetitivo en relación a otras novelas del japones (como “Tokio…” y “Los años de peregrinación…”, por citar sólo dos), sin embargo hasta ese punto podría ser una propuesta, que, aunque conocida por sus lectores, se resolviese de manera novedosa en cuando a sus libros anteriores. Sin embargo, la esperanza dura poco cuando a la historia Murakami le adosa un mundo de fantasía donde el adorno principal son unicornios salvajes, pero gradualmente domesticados (vaya contradicción). Aun cuando el autor nos ha presentado historias oníricas o incluso inmersas en la fantasía (pienso en los misteriosos sueños eróticos que navegan por “Crónica del pájaro…” y los personajes de pinturas tradicionales que cobran vida en “La muerte…”), todas habían sido cuidadas con la quirúrgica manera en que un escritor va surciendo, de manera oculta, el interior de una historia que nos resulta verosímil; característica imprescindible, esta última, para que el lector se quede. A partir de ahí, hablo de las primeras veinte páginas, la novela tropieza con todo lo que encuentra y va aflojando la cuerda con que se sostiene la atención de un lector hasta dejarlo caer por la borda a un mar enrarecido de más de quinientas páginas. Una verdadera lástima.

Esta experiencia lectora me recuerdo algo que leí en el muro de un colega, parafraseando, “Lo que importa son los libros, no los autores que tanto se ensalzan”. Es cierto. Aun cuando uno recurre a autores que ha disfrutado como una apuesta segura, ninguno es infalible y pude darnos con una chanada en las narices (como por ejemplo, “Memoria de mis putas tristes” del Gabo), presentando libros no tan buenos como los anteriores o los que nos han gustado; es natural que un autor tenga altibajos en su obra, sobre todo si ha sido prolífica. Y aunque no ocurre en todos los casos, a veces los libros postreros de un autor van perdiendo el lustre de los primeros. En el caso de Murakami la tendencia es en picada. 

Paso cebra

Esta es la última columna del año. Gracias por su lectura semanal y permanente. Deseo de corazón que los anhelos que le rodean a usted y los suyos, sean cumplidos. Nos leemos en el 2025.

viernes, 20 de diciembre de 2024

Desayuno de cumpleaños con futbol

Es miércoles. Llevo cuatro días aporreado por una gripe marca ACME, pero como me sentí mejor al despertar asisto al desayuno de cumpleaños de un amigo. En la pared norte del restaurante cuelga un televisor de dimensiones apabullantes donde se advierte la trama del partido de futbol más esperado del momento: el Club Pachuca contra el Real Madrid. Mis “vastos” conocimientos futbolísticos no me permiten entender bien a bien en que clase de torneo un equipo mexicano, el más antiguo de la comarca, se enfrenta a un equipo español, considerado por muchos el mejor de la península ibérica. En fin que sin mucha ciencia por resolver me siento a la tertulia cumpleañera en un lugar donde es prácticamente imposible no mirar los movimientos vertiginosos con los que las cámaras tratan de seguirle el rumbo al balón y retratar a su paso a quienes tratan de atajarlo, detenerlo, aventajarlo. “Hasta ayer era un bulto que sólo se quejaba y comía”, respondo a la pregunta de cómo he estado. ¿Hasta ayer?, interviene con amoroso sarcasmo mi mujer mientras me abraza, yo alcanzo a atajar diciendo “Hoy soy un bulto que se queja, come y además se mueve”, entre las risas desatadas puedo ver en la pantalla reflejado mi lance en el hombre vestido de amarillo que acaba de salvar de un gol tempranero al Pachuca, ignoro su nombre, por ahora prefiero dejarlo así para no volver personal mi desprecio si llegan a perder los “Tuzos”. La mesera, abrumada por el laúd repentino de comensales futboleros que ha casi coptado el establecimiento nos mira con desprecio a la pareja recién llegada a una mesa donde ya la mayoría apresura el plato de enchiladas y carne asada con entusiasmo de llagar pronto al pastel de festejado. Cuando noto que podemos quedarnos rezagados ante los pedidos de las otras mesas recien llegadas, me apresuro a alzar la mano al igual que el arbitro que marca una tarjeta de amonestación a un español de aspecto “no español” que con el uniforme merengue le ha entrado fuerte a un coterráneo mío. Pido aprisa, sin perder detalle del encuentro televisivo, unos chilaquiles rojos con huevo para mi y unos huevos divorciados verdes para la Troyana, en ambos casos tiernos en cuanto al nivel de cocimiento, anote también dos cafés y un poco de pan de mesa. La velocidad tortuguil pero enérgica de mi pedido hace, no sé cómo, que la mesera se confunda y no alcance a anotar nada, ¿Qué me dijo?, me hace voltear a verla en el preciso momento en que dentro del área chica Vinicius de un tijeretazo burla a Carlos Moreno y le pone a Mbapeé un servicio que no podía tener otro destino que el fondo de la red. Un lamento generalizado resuena en los comensales que me rodeaban y que también están metidos en el encuentro mañanero. Desdeño continuar con la orden de los platillos y me enfoco en ver qué ha sucedido, la repetición doblemente repetida muestra el golazo que acaban de acomodarnos. ¡Pinches gachupines!, sale de mi boca la rabia ancestral de Moctezuma Xocoyotzin. Pero esos no son españoles, dice alguien en la mesa, son africanos. “También la Liga Africana de Naciones puede irse mucho a la chin…”, pero tampoco son africanos, alcanzo a reflexionar antes de desatar otro problema diplomático con mi futbolera pasión villamelona. Uno es brasileño y el otro francés, dice Quique que ya ataca el último trozo de cecina en su plato huasteco de cumpleaños. Peor tantito, pienso, “oscuras fuerzas multinacionales tratan de vencernos”, digo temeroso del complot cuando el café llega por fin frente a nosotros. Guardando una vaga, muy vaga esperanza de que el marcador cambie a favor nuestro trato de poner mi atención a la charla del festejo, los chistes repetinos, las carcajadas, las bromas por la edad del agasajado, las anécdotas compartidas, etc. De reojo siento que me vuelve el alma al cuerpo cuando los “Tuzos” se acercan y tienen un lance casi heroico. Han llegado nuestros platillos y trato de calmar mi ansia de aficionado compungido entre las tortillas fritas bañadas con salsa de chile huajillo, crema, queso, cebolla y un toque de cilantro, cuando de pronto, Rodrygo, otro de esos jugadores españoletes que han nacido en Brasil, acomoda el balón en la esquina de la portería pachuqueña. El tiro ha sido en el dudoso filo del fuera del lugar por lo que el arbitro, de aspecto egipcio y que resulta ser venezolano, revisa en el VAR en donde en vez de pedirse una pura y dos con sal, sale convencido de que el fuera de juego, efectivamente está fuera del lugar y da por bueno el gol. Aprieto un pedazo de bolillo con la diestra mientras que con la siniestra tomo un bocado de desconsuelo. Aprovechando el medio tiempo aplaudimos y cantamos Las Mañanitas a Quique que no ha querido pedir un trozo de pastel para evitar a toda costa las delatoras velítas de cumpleaños. El trabajo de todos nos hace apresurar la despedida, la cual empujo con desespero cuando veo que la trama del segundo tiempo es también de terror para los “Tuzos”. Ya no pude ver como Moreno casi ataja el penal del tal Vinicius en el minuto ochenta, punto final del marcador de tres a cero. Es el sino del villamelon, desperdiciar su repentina emoción en partidos concenados al fracaso.; la espuma de la amarga cerveza de raiz. Vuelvo a mi gripa y a las actividades de día. Cuando menos pude acompañar a Enrique en su desayuno de cumpleaños.

viernes, 13 de diciembre de 2024

La literatura, soledad y compañía

Escribir es un oficio solitario. En general, si lo piensa usted bien estimado lector, la literatura es en esencia un quehacer solitario. Se escribe en aislamiento, arrebatando tiempo a los amigos, la familia, los amantes. Pero también se lee en retiro, a solas, aunque leamos en el transporte atiborrado de la hora pico, nos encontramos sumergidos en la intimidad solitaria, en todo caso compartida con el autor, de la lectura. No soslayo en absoluto los círculos de lectura, por el contrario, me parece admirable el arrebato de compartir con otros ese disfrute individual. Yo, como seguramente ya ha adivinado usted, padezco un pudor lector terco e irrenunciable; el egoísmo propio del bibliófilo.

Sin embargo, el acto de escribir tiene otra cara, como una moneda que llevamos oculta en el bolsillo y que resguardamos como amuleto; seguramente porque nos fue obsequiada por alguien especial o simplemente porque su valor financiero se ejerce en otras latitudes. En esa cara oculta, ya sea sol o águila, se ocultan las presentaciones literarias. La fiesta en que el escritor abandona la soledad de su estudio para celebrar el acto mismo de la literatura, en el mejor de los casos con lectores interesados en sus dichos de papel y, aunque se comparta en voz alta el contenido del lanzamiento editorial, apenas se lee algo como anzuelo que sumerja a los posibles lectores en la soledad lectora de la que hablábamos antes. Son pues, encuentros fugaces de individuos que no ven la hora de adquirir el libro presentado, dar por concluida su asistencia en el acto y escapar a toda prisa a la soledad de su lugar favorito para leer. No se diga el autor, que regresa del agasajo revitalizado por la felicidad que implica haber presenciado un milagro: la conclusión de ese largo, atemporal, ubicuo e improbable círculo de comunicación que significan los libros.

Digo todo esto al final de la gira de presentaciones de mi último libro; una selección personal de mi trabajo como periodista cultural y que até bajo el mismo nombre de esta columna: “Transeúnte solitario”. Fueron catorce semanas de presentaciones, entrevistas, viajes, charlas, visitas, comidas, abrazos, comentarios, de desavenencias y convites, de organizar, agendar y atender las fechas pactadas, de disponer los días enteros alrededor del libro y de amor, mucho amor, sobre todo amor. Así fue como la Troyana, que por suerte en esta gira me acompañó a todas partes, describió lo que ocurría en cada actividad: ¡Cuánto amor!, dijo mientras admiraba lo refulgente que puede ser la cara oculta de mi actividad como escritor, lustre que sólo otorga la presencia de los lectores en la vida de quien esto escribe. Gracias a todos quienes participaron de alguna forma en esta oblonga y refrescante celebración. A todos ustedes, de corazón, muchas gracias.

El libro en cuestión casi agota existencias por lo que he regresado a la faceta principal, vocación verdadera, del escritor: la soledad del escritorio de trabajo. Retomo las tareas cotidianas y encaro un nuevo proyecto literario, ambicioso y desafiante que por el momento me entusiasma más que atemorizarme. A ver cuánto me dura la valentía. 

Paso cebra

Para terminar, una confesión: retomar hoy esta columna, tras catorce semanas de no escribirla, ha sido un gran reto para mí. Al iniciarla, los dedos bailotearon torpemente sobre el teclado de la mac, pero, a estas alturas ya parlotean con usted, descarados y vehementes, en esta soledad acompañada en la que coincidimos usted y yo, por fortuna, cada semana. Gracias por su lectura. Hasta la próxima semana.

viernes, 11 de octubre de 2024

¿Quién es la Nobel de Literatura 2024?

Imagen: Academia Sueca


Con mucha sorpresa se recibió, tanto en los círculos literarios como entre los lectores en general, la noticia de que la Academia Sueca había designado a la escritora surcoreana Han Kang como Premio Nobel de Literatura 2024.

A partir del escándalo que se desató en 2018, sobre la filtración de los nombres de los candidatos y sospechas de corruptelas en la designación de los ganadores del premio literario más prestigioso del orbe, la Academia ha sorprendido cada año con designaciones que se alejan mucho de las quinielas literarias, las estadísticas de ventas y la fama mediática de aquellos escritores que supuestamente son “favoritos” o “merecedores” del Nobel.

La falibilidad de estas “ternas” radica en que la muchedumbre aficionada a la literatura (y los juegos de azar) observa en los escritores propuestos aspectos que van más allá de su calidad literaria, la cual sin duda, es de primer nivel pues encontramos siempre enlistados a autores como Salman Rushdie, Anne Carson, la china Can Xue, el maravilloso Mircea Cărtărescu y hasta el más vendido en las estanterías Haruki Murakami. Pero la Academia ha demostrado que, desde hace por lo menos ocho años, ha apostado por autores que tienen una sólida trayectoria literaria más o menos alejada de los reflectores digitales, la cual ha sido construida con una observación íntima y precisa de la condición humana de aquellos que hemos habitado los últimos años del siglo XX y lo que va del XXI.

Es así que, la Academia Sueca dijo que la obra de la surcoreana "confronta traumas históricos y conjuntos de reglas invisibles". Además, "Tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y en su estilo poético y experimental se ha convertido en una innovadora de la prosa contemporánea".

Han Kang nació en noviembre de 1970 en Ciudad Metropolitana de Gwangju, Corea del Sur. Su padre, Han Seung-won, era novelista he influyo determinantemente en el camino literario de su hija. Sus primeros poemas aparecieron en la revista surcoreana “Literatura y sociedad” en 1993. Dos años después publicó su primer libro de relatos titulado "El amor de Yeosu".

Su obra más reconocida es "La vegetariana", publicada en tres partes desde 2007. Este libro la hizo acreedora al prestigioso premio Booker Internacional en 2016. Además de este libro pueden encontrarse en español los libros “Blanco”, “Actos humanos” y “Lecciones de griego”.

Su prosa poética engloba historias de un de una profunda humanidad donde describe la lucha permanente del ser humano por enfrentar sus limitaciones, sean físicas o emocionales, para superar los límites que nos encierran en la deshumanización del mundo moderno. Precisamente en "Lecciones de griego" (aparecido apenas el año pasado), Han explora la relación de un profesor de griego que está perdiendo la vista y una mujer que ha perdido su capacidad de hablar; en ello el destello del amor, se asoma.

Han Kang se convierte en la primera mujer asiática en recibir el Nobel de Literatura y ocupa el lugar 18 en la lista de mujeres que han sido galardonadas con este premio.

Enhorabuena para la literatura surcoreana, para la literatura escrita por mujeres y para la literatura universal.

viernes, 4 de octubre de 2024

Presidenta con “a”

Foto: Gaceta de la UNAM


Sin duda alguna, presenciar la toma de protesta de una mujer a la presidencia de la república ha sido un hecho conmovedor. Más allá de las filias y las fobias políticas, el hecho en sí, es más que un hito histórico en México; significa un cambio radical en el esquema de los roles de género, sociales y por supuesto políticos que, a pesar de lo que se diga, siguen siendo sesgadamente tradicionales.

    El inicio de un nuevo sexenio, encabezado por Claudia Sheinbaum, genera una serie de expectativas y renueva las esperanzas de corregir los rumbos que se presumen inciertos en una serie de políticas establecidas por AMLO que han generado descontento e incertidumbre en sectores de la población que no se contaban en los detractores de la 4T, por el contrario, eran grupos sociales que miraban con aprobación la llegada de la izquierda a la posición más alta de la política nacional. Creo fervientemente que, si su partido y la sombra de Andrés Manuel la dejan, la doctora podrá imprimir un sello personal a su presidencia que cambiará definitivamente la forma de mirar y ejercer el poder, y el acceso de las mujeres a esas posiciones. Reitero, si la dejan, podríamos pensar en que el suceso de tener una presidenta de México pueda repetirse dentro de seis años y un poco más.

    Debo confesar que la única incomodidad que me generaba la posibilidad de que una mujer ganara la elección presidencial era de tipo lingüístico. Me explico. La palabra “presidente” significa “quien preside”, explicado burdamente es “el ente que preside”, por lo tanto incluye ambos géneros. De tal manera una mujer es “atacante” o “donante” y no “atacanta” o “donanta”. Hasta ahí, la resolución idiomática me era sencilla y me disponía a pasar seis años (cuando menos) discutiendo sobre el uso correcto de la “presidente Sheinbaum”. Pero como detesto a los quejosos, sobre todo a aquellos que querellan sin fundamento, me sumergí en la gramática española para sustentar mi perorata.

    Cabe aquí una anécdota personal. Durante varios años me dediqué profesionalmente a escribir discursos sobre temas educativos. El primer tropezón en aquella andanza fue la obligatoriedad de usar el mentado “lenguaje inclusivo”. No me refiero a las idioteces de “todes”, “alumnes” o “amigues”, sino a la exigencia del “alumnas y alumnos”, “maestros y maestras”, “las y los estudiantes”, haciendo de los mensajes un trompicar continuo e innecesario. Si embargo, tras largos debates con mi entonces jefe (un viejo amigo al que quiero enormemente, Juan Benito Ramírez), juntos llegamos a la conclusión que el hecho de llevar ciertas palabras a la reiteración de ambos géneros era una deuda histórica de la peor ofensa social que ha azotado a este país: la invisibilización de las mujeres. Por lo tanto, mencionarlas significaba la reivindicación de su derecho a ser vistas, de reconocer su presencia y la importancia de su quehacer en todos los ámbitos sociales. A partir de ese día, deje de escribir esos discursos malhumorado.

    Resulta entonces que el malhumorado lingüístico ocasional que esto escribe, encontró que la Real Academia de la Lengua Española, efectivamente ha aceptado el término “presidenta” ¡desde hace más de dos siglos! El registro académico en el diccionario de un femenino válido en términos como “dependienta”, “asistenta”, “infanta” o “intendenta” data de ¡1803! Esto incluye por supuesto, la designación de “presidenta”. 

    Una vez aclarado que nombrar a una jefa de estado “presidenta” no corresponde a las caprichosas modas del lenguaje “inclusive”, sino que tiene un fundamento lingüístico basado en “la presencia de las mujeres en distintos campos (que) ha dado lugar a la flexión con la partícula -a en nombres de profesiones u oficios”, según la nota de la misma RAE, le doy la bienvenida a la nueva presidenta de México, deseando que le vaya bien para que le vaya bien a esta patria, todavía tan maltrecha y tristemente dividida.

viernes, 27 de septiembre de 2024

“Hablan despiertos”, una charla a tres bandas 2/2

Por fin y tras varias semanas de retraso, les dejo la segunda parte de la charla que sostuvimos Ricardo Stern (RS), Rogelio Perusquía (RP) y quien esto escribe (ACh) durante la presentación de la novela “Hablan despiertos”, de Ricardo, en la FUL 37 en los postreros días de agosto.

 ACh: En estas charlas que tiene de pronto el escritor con sus personajes, estos como desvaríos que va teniendo a lo largo de la historia, creo que hay como un estudio de la filosofía de la frustración. Durante una gran parte de la historia se percibe una gran frustración en el personaje principal, que lo va haciendo moverse sin que el logre, ni siquiera, ser un buen “frustrado”; se queda siempre en la medianía.

RP: incluso esto es un toque genial de la novela, no es un espoiler ni nada, le va a interesar a los lectores, como dice ACh, deja todo a medias… que hasta se suicida mal.

ACh: Ni siquiera logra suicidarse…

RS: Exacto, llega un momento en que como todo le sale mal que ya lo único que le queda es suicidarse y también le sale mal. Pero a partir de ahí, el personaje empieza a reaccionar y le mejora un poco la cosa. 

RP: Lo bueno es que Ricardo dice que no es una novela muy problemática…

ACh: Hay un elemento técnico que me llama la atención, inicialmente como escritor, pero también como lector y el cual es que la historia trata de un escritor que está tratando de escribir una novela y de pronto estás leyendo fragmentos de esa novela, te pierdes en ellos, de pronto crees que es la novela en sí, pero es la novela dentro de la novela y luego hay un conjunto de cartas; es decir, hay muchas voces, que interactúan, pero que suenan distintas: ¿Qué tan difícil fue lograr esa polifonía?

RS: Pues tan difícil que esa sección de las cartas es la que más problemas me ha dado, y se acuerdan que hace rato les dije que la novela tuvo unos ajustes casi de última hora, pues esa fue una de las secciones que cambió. ¿De qué cartas estamos hablando? Pues esas cartas son parte de la novela dentro de la novela. El personaje malo, que se llama Claudio, que significa “lisiado” y el personaje está un poco lisiado, él decide volverse malo después de hacer muchos intentos de encontrar una pareja y que todo le sale mal, entonces se me ocurrió hacer esta sección para justificar ese cambio tan abrupto; son cartas que Claudio le escribe a todas esas mujeres; también por eso no ligaba porque anda escribiendo cartas, como si estuviera en el siglo XIX…

RP: Esta es una parte muy interesante del personaje porque, digamos, deja constancia de ser buena persona, en estas cartas también leemos un abandono de sí a la locura, es un mapa del alma del personaje…

RS: La idea es que sean progresivas y cada vez se va notando más su desesperación. Además lo “ghosteaban”, ni le contestaban las cartas o le daban respuestas escuetas y eso iba aumentando su frustración. Recuerden que no estamos hablando del protagonista de la novela, del escritor Andrés, sino del personaje de su novela Claudio. Y entonces va aumentando el tono. La parte que cambió fue la extensión de esta sección, creo que hacía que el lector acabara un poco harto de leer las cartas…

ACh: Pero lo que yo siento en esa sección, que está hacia el final de la novela, es que contagias al lector de la desesperación del personaje. 

RS: Exacto, eso es lo que yo quería, en ese sentido creo que salió bien, pero tampoco se trata que estés sufriendo cuando lees: “¡Ay, otra carta de este cuate!”. Casi, casi, faltó que el libro trajera un “rascahuele” para que huelas el perfume de la carta, porque le ponían su perfume a cada carta. Estaría bien ese recurso técnico (ríe). Además de las cartas, también se redujeron unos discursos religiosos un poco largos del escritor Andrés, que por razones de la desesperación, intentan por el lado místico y en algún momento visita a un amigo en un monasterio y ahí se escuchan muchos discursos.

RP: De hecho Ricardo, a través de los personajes, se da la licencia de establecer un diálogo teológico entre el personaje y el encargado de un convento, son como tres o cuatro páginas que recomiendo ampliamente. Entre estos espacios Ricardo, que entre tantos oficios también es teólogo, crea diálogos entre los personajes para tocar algunos puntos muy importantes: “Sólo de noche y cuando llueve más, es más fácil deshacerse de los muertos de día, pero de día, yo soy el muerto.”

ACh: Esta es la parte que a mí me parece más filosófica, en la búsqueda del sentido de la vida. De cómo el pasado le permite, al personaje principal, por lo menos la introspección con el amigo del monasterio. Ahora que hablabas acerca de las condiciones en que escribiste la novela, es decir, es una novela sobre un escritor que está tratando de escribir una novela porque el que está escribiendo la novela tiene que cambiar la novela… ¡Eso es metaverso! ¡Hace once años! ¡Es metaliteratura!

RS: Soy un adelantado a mis tiempos (risas). Acuérdate que Cervantes también tiene metaliteratura: el Quijote habla del libro del Quijote. Incluso hay otra parte donde mencionan otra novela mía…

RP: ¿En el Quijote? No lo había notado, maestro (risas generalizadas).

RS: No, no. Aquí. Eso ya sería muy extraño: Cervantes me menciona, de pasadita, pero nadie se ha dado cuenta (risas). Estoy viejo, pero tampoco tanto. Pero eso de la metaliteratura si pasa en mi novela porque el escritor tiene un antiguo maestro, con quien a veces dialoga y le va mandando las partes que está escribiendo. Entonces en algún momento están discutiendo estos dos personajes y se menciona una novela mía anterior a esta, la de 2012… pero hablan mal de ella. Dicen: “No, es muy pretencioso ese autor, a mí no me gustó”. Hasta eso, lo dice el autor que es pretencioso, para que no sepas exactamente quien es el pretencioso, si lo soy yo o el personaje. 

RP: Otros pasajes de la novela que son solamente, digamos, viñetas: “Puede el llanto tener ideas amarillas. Componer estrofas bien medidas y amarillas. Tomar un libro o un limón y esperar a que se hagan amarillas. (…) el pasado, que no es otra cosa sino sucesos ya puros, actos despojados de las vicisitudes de lo incierto, lo efímero y lo sujeto a la insípida regla de la prisa. Se comprenderá, pues, por qué estimaba yo ese reloj destartalado como mi mayor tesoro.”

ACh: Esta novela es muy exigente con el lector. No puedes distraerte o te pierdes, precisamente por los vericuetos de pensamiento, de introspección. ¿Esa era la intención?

RS: Sí. De pronto me sale el estilo, digamos, barroco, muy recargado, muy ornamentado. De las cinco novelas, dos tienen ese estilo barroco, muy lírico; las otras son más tranquilitas, con narraciones más convencionales. Esto fue escrito es un estado de ánimo muy abigarrado y por eso también la novela lo refleja. Es a propósito. Creo que busca, como dices, que el lector se desespere, se meta en esa situación y en ese estado de ánimo en que está el propio personaje.

Paso cebra

Demuestro nuevamente, mi falta de pericia para hacer cálculos. Lo que pensé que serían dos partes de esta Charla, debe convertirse en tres, para disfrutar plenamente y sin apuros, las reflexiones que estos tres seres dominados por el poder místico de la literatura hicimos sobre “Hablan despiertos”. Con seguridad, terminaremos la próxima semana con “otra segunda parte” (designarla como “tercera” evidenciaría mi torpeza) de esta deliciosa charla. Hasta entonces.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Pachuca bajo el agua

Hace un poco más de setenta y cinco años, el veinticuatro de julio de mil novecientos cuarenta y nueve, Pachuca sufrió la peor inundación de su historia, significando la catástrofe más grande del siglo XX airoso. Según nos cuenta Juan Manuel Menes Llaguno, Cronista del Estado de Hidalgo, en su libro “Pachuca: Un tiempo y un espacio en la historia”, por ahí de las cuatro y media de la tarde un aguacero de no más de diez minutos azoto el centro de la ciudad, pronto se convirtió en una llovizna que no asustó a nadie. Lo que en ese momento nadie sospechaba es que el pírrico diluvio era el reflejo de una tromba que se había cernido al norte de la ciudad y que había descargado una considerable cantidad de agua, así lo narra Menes: “(…) el enorme torrente recibido en la cañada, pronto encontró camino entre los escarpados cerros de San Cristóbal y la Magdalena y se precipitó sobre el reducido cause del río de las Avenidas, arrastrando a su paso, piedras, troncos y un inmenso caudal de lodo, que al llegar al puente sobre el que estaba construido el Mercado Juárez, fue apilando rápidamente todos aquellos materiales hasta formar en ese lugar un dique que impidió el libre paso del agua.” En minutos las calles de Zaragoza, Allende e Hidalgo quedaron bajo el agua; el nivel cubrió algunas marquesinas y las fotografías del suceso son verdaderamente impresionantes. En su momento se identificaron sesenta y siete y alrededor de cien desaparecidos; sin embargo, nunca se dio a conocer un balance final de la tragedia en cuanto al coste humano.

Este hecho histórico de nuestra ciudad ha estado dando vueltas en mi cabeza desde hace días, cuando tiro por viaje, Pachuca y su zona conurbada se ha visto azotada, sorprendida pordría decirse, por trombas que han convertido múltiples vialidades en verdaderos canales improvisados para que la cantidad de agua pueda encontrar fuga. La venencia accidental aflora lo mismo en las calles del centro de la ciudad, las colonias cercanas a ella, pero también y sobre todo en las colonias que se han asentado en el sur de la ciudad y que navegan, literalmente hablando, en las colindancias con Zempoala y otros municipios conurbados.

Tal parece que hemos olvidado que el crecimiento urbano, razón y consecuencia del desarrollo económico y social de la ciudad, trae consigo retos para los que probablemente no nos hemos preparado. No sorprende que los aguaceros aneguen las colonias sureñas de Pachuca, pues todas ellas están asentadas en antiguas tierras de cultivo; por el contrario es raro que lugares que hasta el año pasado no sufrían de problemas de encharcamientos (considerando charcos tamaño llorarás) ahora se vean sobrepasados por los niveles de la corriente que lo mismo traer basura que piedras y lodo. El agua tiene memoria, dicen, y está claro que recuerda muy bien que antes de nosotros, ella recorría los lares a entero placer… y le gustaba retozar en ellos.

Las inundaciones también han ocurrido en otros lugares; desde la zona conurbada de la CDMX, hasta otras ciudades como Monterrey, Guadalajara, Querétaro, Puebla y otros. También la amenaza está presente en municipios hidalguense que ya han visto desgracias provocadas por las inundaciones en otros tiempos como Tulancingo y Tula, con el terrible desbordamiento del río Tula hace no muchos años.

No es raro que una de las obras más grande de infraestructura urbana en la ciudad de México durante los últimos años sea el Túnel Emisor Oriente, un conducto de dimensiones insospechadas que pretende mantener a la capital a flote; sin conseguirlo del todo. 

A setenta y cinco años de la peor tragedia provocada por agua en la ciudad de Pachuca deberíamos tomar medidas, determinantes y urgentes, para que estas inundaciones de temporal (que debemos asumir como una constante ascendente en los próximos años debido al cambio climático), no desemboquen en una desgracia más grande de la que ya le ha provocado a los afectados; debemos evitar a toda costa que los niveles de agua y la ferocidad del torrente no nos cobre una factura más alta que la de mil novecientos cuarenta y nueve.

jueves, 19 de septiembre de 2024

viernes, 13 de septiembre de 2024

Poquísimas nueces para el ruidero digital

Uno de los tantos gustos que comparto con la Troyana es la radio hablada. Al conocernos descubrimos que en nuestra juventud primera escuchábamos las mismas estaciones y preferíamos el mismo tipo de música, con excepciones que no comprendemos el uno del otro; INXS a mí me parece sobrevalorado y a ella Génesis le resulta incomprensible. Sin embargo el gusto por escuchar como forma de adquirir información es compartida. Así coincidimos también como escuchas del recordado Germán Dehesa y otros líderes de opinión (iba a usar el adjetivo “intelectuales” pero no siempre son la misma cosa) que han emigrado con mayor o menor éxito a los podcasts y que continúan en la preferencia auditiva de la mujer que tomó el riesgo de casarse conmigo y que mientras yo escribo esto escucha apoltronada en los sillones del jardín a Martha Debayle. 

Quien no ha emigrado del todo y menos de buena gana al mundo de podcast soy yo. Llámeme usted antiguo estimado lector, pero encuentro caótico el enlistado masivo de opciones que ofrecen las plataformas sonoras; me hace falta la estructura lineal de la radio, horizontal en el cuadrante, vertical en la programación. Tantas opciones me apabullan y pronto extinguen la curiosidad que me llevó a buscar algo nuevo e interesante.

Pero lo que verdaderamente mata mi deseo de sumergirme en el mundo del podcast e incluso de los canales de YouTube es el sensacionalismo trivial con que se proclaman. Me explico. Hace varias semanas, después de acompañar el desayuno con “El Noti” (un podcast informativo que es de lo mejorcito que uno encuentra en “cibersonoroespacio”), el dial digital nos condujo a un contenido titulado, parafraseando, “El primer asesino seria de mujeres en México”. De entrada la frase resulta interesante si lo que estamos por escuchar es un documental sonoro sobre la historia de Goyo Cárdenas, el criminal considerado como el primer asesino serial en nuestro país, o digamos, escuchar el descubrimiento que algún historiador hizo al desmenuzar los informes policiales de finales del siglo XIX que habrían confirmado que Francisco Guerrero Pérez, mejor conocido como “El Chalequero”, era realmente el macabro pionero del asesinato sistematizado y continuo, y quien fue encontrado culpable de asesinar alrededor de 20 prostitutas entre los años de 1880 y 1888 en la Ciudad de México.

Pero no. El podcast, con su versión de video, versa sobre la conversación con un reo de no más de 35 años de edad que se encuentra recluido en alguna cárcel de la ciudad de México por el asesinato de sus padres; es decir, por parricida y matricida. En eses caso “la serie” de crímenes resulto muy corta. No demerito a la conductora quien se presenta como experta en temas relacionados con crímenes de todo tipo y quien dejó muy claro durante la charla que sí conocía, al menos, la historia de Goyo Cárdenas; lo desconcertante es que el título del material, sea una ocurrencia de algo que se dijo durante la entrevista y que resulta ser solamente un dato periférico y no el meollo de la conversación. Es decir, un sensacionalismo torpe y epidérmico; ya lo decía Shakespeare, “Mucho ruido y pocas nueces”.

Me gustaría pensar que el o los profesionales que se encargan de titular estos programas están distraídos, tienen una sobrecarga de trabajo que no les permite el tiempo necesario para analizar el resultado de lo grabado y encontrar un título que englobe la esencia del trabajo. Pero lo que creo más probable es que la ligereza con que se denominan o cabecean (para usar el argot periodístico) estos materiales obedece más a la escasa cultura general de quien lo hace, agravado por el nulo instrés por la investigación (miren que el dato del Chalequero lo conseguí en una deslustrada y apresurada indagación por la Red). Cabe observar que los nuevos profesionales de la comunicación que han egresado recientemente y han comenzado a laborar en estos espacios, pertenecen a la generación Millennial, la misma a la que en años recientes agarrábamos de chacota por tener en sus filas a seres que creen que están descubriendo el mundo y que antes de ellos nada existía. Pensándolo bien, la mofa resultó ser una realidad que ha comenzado a dar molestias y pena ajena. 

Paso cebra

No crea el lector que me he olvidado que debo la segunda parte de la conversación que tuve con los escritores Ricardo Stern y Rogelio Perusquía en la pasada FUL 37 sobre la novela del primero “Hablan despiertos”. Es que se me atravesó la urgencia de la reflexión de hoy. Nos leemos la próxima semana.

domingo, 1 de septiembre de 2024

En septiembre regresa El Ojo de Faetón

Les hacemos una cordial invitación para acompañarnos a este nuevo ciclo de ponencias y conversatorios que se realizará en la ciudad de Pachuca. El espacio anfitrión en esta ocasión es el Foro Cultural Casa Amajac, un lugar para la creación, la promoción y el disfrute de las artes (Av. Río Amajac 203, colonia Terrazas).

 

PROGRAMA

 

Sesión 1 • Apertura

Sábado 7 septiembre, 16:00 hrs.

«José Gorostiza y Philipp Mainländer»

La aventura poético-filosófica hacia la Nada

Ponente: Ernesto Moreno

Modera: Daro Soberanes

 

Sesión 2 

Sábado 14 septiembre, 16:00 hrs.

«El taller literario con infancias y juventudes»

Ejercicios de escritura poética desde la creación colectiva

Ponente: Laura Esperanza

Modera: América Femat Viveros

 

Sesión 3

Sábado 21 septiembre, 16:00 hrs.

«¿A quién le pertenece esto que está escrito?» 

Reflexiones en torno a la relación entre el autor y ¿su obra?

Ponente: Irving Jesús Hernández Carbajal

Modera: Juan Guillermo Lera

 

Sesión 4 

Sábado 28 septiembre, 16:00 hrs.

«El lugar de las imágenes en la poesía»

Un acercamiento a los conceptos de El Arco y la Lira desde la antropología de la imagen

Ponente: Perla Ibarra

Modera: América Femat Viveros

 

Sesión 5

Sábado 5 octubre, 16:00 hrs.

«El Coloquio de las perras» 

Luna Miguel: la ira y la recuperación histórica de las mujeres en la literatura de Latinoamérica de los años 90

Ponente: Tania Martínez Suárez

Modera: Daro Soberanes

 

Sesión 6 • Clausura

Sábado 12 octubre, 16:00 hrs.

«En busca de la palabra silvestre» 

Un acercamiento a la ecopoesía latinoamericana

Ponente: Jovany Cruz Flores

Modera: Juan Guillermo Lera

 

Evento presencial (Entrada libre). Transmisión en vivo vía la página del círculo. 

 

El panóptico de poesía es un encuentro inexorable en su debate, pero de ningún modo concluyente en sus afirmaciones, ya que no consideramos ni definitivo ni fehaciente cualquier argumento ante la naturaleza de la poesía; todo es más acorde a la pluralidad, el reconocimiento y la tolerancia en que el círculo se desenvuelve.

 

El Ojo de Faetón no forma parte de ningún programa institucional público o privado, por lo tanto, es autónomo, autogestivo e independiente.

 

Coordinadores del círculo:

Alejandra Estrada Velázquez, América Femat Viveros, Daro Soberanes y Juan Guillermo Lera.