viernes, 19 de febrero de 2016

El deslumbramiento de Nacho Trejo



Quienes nacimos y hemos vivido en una ciudad laberíntica como lo es la Ciudad de México, conocemos bien esa sensación constante de sorpresa. Por un lado, vivimos con la ansiedad de encontrar algo que nos sorprenda, y por otro lado vivimos presa siempre de las sorpresas fortuitas. A la vuelta en una esquina, en un parque que nunca hemos visitado, en un rincón de una colonia lejana, etc. Como sea, cada sorpresa que encontramos o que nos encuentra resulta ser para nosotros un deslumbramiento.


Esa sensación se mantiene a largo de la novela “Carta a los romanos” de Ignacio Trejo Fuentes, publicada en 2013 por el Consejo Estatal para la cultura y las Artes de Hidalgo. En ella Nacho (como le conocemos cariñosamente sus lectores y amigos), nos regala una memoria de sus primeros años en la ciudad de México y cómo la estancia en esa ciudad o transformó. El personaje principal, Dionisio (un Nacho camuflado tras la reminiscencia del dios griego al que por castigo el vino se le convierte en agua), llega a la capital del país desde Pachuca, para estudiar en la universidad nacional. Al llegar, Dionisio no solamente recuerda las esporádicas visitas que había realizado al “defe”, sobretodo aquella cuando la inauguración de las olimpiadas en 1968, sino que también establece un lazo que va más allá de la amistad con un grupo de jóvenes que, como él, dejaron sus terruños en el interior de la república para educarse en las escuelas superiores de la gran urbe. Dionisio no solamente se deslumbra con la ciudad, sino también y sobre todo con la belleza de Leticia, una joven “ojiverde” con quien establecerá una profunda y entrañable historia de amor.


Estas circunstancias le permiten a Trejo Fuentes, hacer desfilar ante nuestros ojos a una pléyade de personajes y personalidades que conforman el variopinto esquema social de los setentas, desarrollando a partir de su presencia en la vida de Dionisio. Una serie de situaciones que van de lo chusco a lo dramático, de lo hilarante a lo filosófico, de lo emotivo a lo emocionante. Los mismo tamaulipecos, que veracruzanos, que chihuahuenses, comparte con el pachuqueño un sinfín de aventuras en las que se ponen a prueba las convicciones personales, los amores y hasta la misma amistad; reflejando en cada situación también la lenta pero inevitable evolución que sufría este México en que por desgracia aún resuena, como entonces, los rugidos del desazón y la barbarie.


A través de la descripción de la colonia Roma, el autor nos regala un retrato de la ciudad entera, los “romanos” son la muestra de una juventud que disfruta la vida con la febrilidad que da saberse en la antesala de las responsabilidades. El retrato, costumbrista en el mejor sentido del término, es realizado con tal amor, que el autor se incluye en la larga lista de escritores que han tomado a la ciudad como locación y como personaje, a sus habitantes como instrumentos para hacerla sonar y a la vida que en ella transcurre como alegoría del mundo entero: pienso en Francisco Zarco y Guillermo Prieto iniciando esa lista.


La historia, transcurre en una narración fina y suave, con un tono intimista que nos hace sentir que Nacho nos la está platicando mientras compartimos con él la sobremesa. Por momentos la novela se vuelve una evocación de juventud, encerrando entre sus líneas las esperanzas y los anhelos perdidos, otros sentimientos, sobrevivientes al paso del tiempo, hacen que el retrato de esa sociedad y esa ciudad que fue, sea amorosamente real.


Dividida en tres capítulos, “Carta a los romanos” es una deliciosa muestra de la habilidad con que Trajo Fuentes ejerce su oficio, logrando no solamente la descripción (diacrónica y física) de una Ciudad de México que muchos hidalguenses conocieron y convirtieron en su hogar; otros volvieron al terruño atesorando para siempre esos años juveniles como una lección de vida. 


El giro narrativo con que al final Nacho nos sorprende en esta novela, confirma el por qué es uno de los narradores hidalguenses más importantes de la literatura contemporánea, reflejando esa virtud también en el ámbito nacional. Ya “los romanos” como personajes y detonantes dramáticos han estado presentes en su obra, también la realidad, cruda y descarada, había alimentado las historias de Trejo Fuentes, pero tal vez, nunca, con la maestría de esta novela.


Antes de terminar lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono, literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de frecuencia modulada. Hasta entonces.

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