Quienes nacimos y
hemos vivido en una ciudad laberíntica como lo es la Ciudad de México,
conocemos bien esa sensación constante de sorpresa. Por un lado, vivimos con la
ansiedad de encontrar algo que nos sorprenda, y por otro lado vivimos presa
siempre de las sorpresas fortuitas. A la vuelta en una esquina, en un parque
que nunca hemos visitado, en un rincón de una colonia lejana, etc. Como sea,
cada sorpresa que encontramos o que nos encuentra resulta ser para nosotros un
deslumbramiento.
Esa sensación se
mantiene a largo de la novela “Carta a los romanos” de Ignacio Trejo Fuentes,
publicada en 2013 por el Consejo Estatal para la cultura y las Artes de
Hidalgo. En ella Nacho (como le conocemos cariñosamente sus lectores y amigos),
nos regala una memoria de sus primeros años en la ciudad de México y cómo la
estancia en esa ciudad o transformó. El personaje principal, Dionisio (un Nacho
camuflado tras la reminiscencia del dios griego al que por castigo el vino se
le convierte en agua), llega a la capital del país desde Pachuca, para estudiar
en la universidad nacional. Al llegar, Dionisio no solamente recuerda las
esporádicas visitas que había realizado al “defe”, sobretodo aquella cuando la
inauguración de las olimpiadas en 1968, sino que también establece un lazo que
va más allá de la amistad con un grupo de jóvenes que, como él, dejaron sus
terruños en el interior de la república para educarse en las escuelas
superiores de la gran urbe. Dionisio no solamente se deslumbra con la ciudad,
sino también y sobre todo con la belleza de Leticia, una joven “ojiverde” con
quien establecerá una profunda y entrañable historia de amor.
Estas
circunstancias le permiten a Trejo Fuentes, hacer desfilar ante nuestros ojos a
una pléyade de personajes y personalidades que conforman el variopinto esquema
social de los setentas, desarrollando a partir de su presencia en la vida de
Dionisio. Una serie de situaciones que van de lo chusco a lo dramático, de lo
hilarante a lo filosófico, de lo emotivo a lo emocionante. Los mismo
tamaulipecos, que veracruzanos, que chihuahuenses, comparte con el pachuqueño
un sinfín de aventuras en las que se ponen a prueba las convicciones
personales, los amores y hasta la misma amistad; reflejando en cada situación
también la lenta pero inevitable evolución que sufría este México en que por
desgracia aún resuena, como entonces, los rugidos del desazón y la barbarie.
A través de la
descripción de la colonia Roma, el autor nos regala un retrato de la ciudad
entera, los “romanos” son la muestra de una juventud que disfruta la vida con
la febrilidad que da saberse en la antesala de las responsabilidades. El
retrato, costumbrista en el mejor sentido del término, es realizado con tal
amor, que el autor se incluye en la larga lista de escritores que han tomado a
la ciudad como locación y como personaje, a sus habitantes como instrumentos
para hacerla sonar y a la vida que en ella transcurre como alegoría del mundo
entero: pienso en Francisco Zarco y Guillermo Prieto iniciando esa lista.
La historia,
transcurre en una narración fina y suave, con un tono intimista que nos hace
sentir que Nacho nos la está platicando mientras compartimos con él la
sobremesa. Por momentos la novela se vuelve una evocación de juventud,
encerrando entre sus líneas las esperanzas y los anhelos perdidos, otros
sentimientos, sobrevivientes al paso del tiempo, hacen que el retrato de esa
sociedad y esa ciudad que fue, sea amorosamente real.
Dividida en tres
capítulos, “Carta a los romanos” es una deliciosa muestra de la habilidad con
que Trajo Fuentes ejerce su oficio, logrando no solamente la descripción
(diacrónica y física) de una Ciudad de México que muchos hidalguenses
conocieron y convirtieron en su hogar; otros volvieron al terruño atesorando
para siempre esos años juveniles como una lección de vida.
El giro narrativo
con que al final Nacho nos sorprende en esta novela, confirma el por qué es uno
de los narradores hidalguenses más importantes de la literatura contemporánea,
reflejando esa virtud también en el ámbito nacional. Ya “los romanos” como
personajes y detonantes dramáticos han estado presentes en su obra, también la
realidad, cruda y descarada, había alimentado las historias de Trejo Fuentes,
pero tal vez, nunca, con la maestría de esta novela.
Antes de terminar
lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el
próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono,
literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de frecuencia
modulada. Hasta entonces.
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