En el último
capítulo de “La silla del águila” (una historia narrada epistolarmente), Carlos
Fuentes nos presenta el más osado de sus textos. Se trata de la carta de un
niño con síndrome de Down, dirigida a sus padres, ambos políticos prominentes
del sistema en turno, quienes lo tienen recluido en una institución mental para
que no se convierta en un obstáculo para sus aspiraciones. El texto es de una
riqueza y osadía fulminante, características pocas veces encontradas, en
conjunto, en la narrativa contemporánea, pero que responde al espíritu
fundamental de la literatura: la experimentación.
Pero esa osadía y
búsqueda de la que hablamos arriba sí está presente en el libro más reciente
del tepeapulquence Diego Castillo. Su libro anterior, galardonado con el Premio
de Cuento Ricardo Garibay en su edición 2007, mostraba una opera prima muy bien lograda en la que la voz narrativa del autor
se plantaba con libertad y personalidad única colocándolo inmediatamente en el
interés de los lectores.
“Las furias”,
aborda en ocho cuentos una variedad de síndromes y trastornos psíquicos,
tomando como lei motiv las Erinias de
la mitología griega, esas Furias que nacieron una noche que la sangre de los
testículos de Urano cayó sobre la tierra y que eran las encargadas de cuidar
las puertas que conducían al mundo inferior, atormentando a todos aquellos que
no habían expiado sus crímenes en el mundo de los vivos.
Tal como un
Orestes redimido, Castillo nos plantea situaciones de la vida cotidiana con
personajes que no lo son tanto; cada uno de ellos sufre de algún trastorno que
lo hace embonar de una manera extraña en la realidad que vive, desatando la locura
y el desequilibrio que todos guardamos, tal vez muy en el fondo, de nuestro
interior.
La
experimentación que el autor hace a partir de un oficio de cuentista muy bien
cimentado, lo lleva incluso a platearse a sí mismo como personaje, teniendo un
especial cuidado de dotar a cada una de las voces que suenan en sus historias
de los guiños lingüísticos respectivos, a veces hilarantes, a veces conmovedores,
pero siempre efectivos. Personajes que lo mismo están muertos sin saberlo, que
otros que se transforman en sus peores antítesis, logrando que cada uno sea
inolvidable. La estructura de los
cuentos también es osada, desde la historia epistolar, hasta un cuento narrado
en dos tiempos paralelos; envolviendo de principio a fin al lector mas dilecto.
Diego Castillo
explora en este volumen una diversidad de matices en su estilo característico,
mostrándolo como un autor que va más allá de la simple anécdota como detonante,
sino que explora (y explota) las debilidades de sus personajes, sus delirios, a
través de un humor negro agudo como el filo elegido por un suicida. Lo mismo el
lector estallará en una carcajada, que deberá hacer una pausa en la lectura
para reflexionar, el autor apuesta a ello, a malear a su gusto nuestras
emociones.
Sin duda este es
el libro más experimental y mejor logrado de nuestros jóvenes narradores recientes.
Para conocer lo que la literatura hidalguense aporta al arte de escribir en el
siglo XXI, no hay que dejar de leerlo.
Antes de terminar
lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el
próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono,
literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de
frecuencia modulada. Hasta entonces.
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