Después de trastumbar el olvido / la noche se
enciende, papá.
La literatura es
una suerte de milagros. En ella ocurren los más inverosímiles encuentros,
desencuentro y coincidencias. Es por ello que no me extraña tropezarme con un
libro que conozco a la perfección pero que me sorprende como chubasco
vespertino. Se trata de “La tristeza de Papá Sabino” de Venancio Morten Neriah.
El poemario ha alcanzado ya su cuarta edición, algo nunca antes visto en un
libro de poesía publicado en Hidalgo, la cual ha sido auspiciada por el Consejo
Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo. Las tres ediciones anteriores,
fueron posibles gracias al apoyo del PACMyC (la primera) y de Bayron Gálvez y
Eva Beloglovsky (la segunda y la tercera) a través de la independiente alb@tros
PRESS.
“Papá Sabino”,
como cariñosamente le llamamos al libro quienes hemos estado alrededor de él y
de su autor, es un poemario vigoroso y potente, alejado del cliché
“indigenista”, sino verdaderamente basado en una tradición poética del Valle
del Mezquital, que sirve de abrevadero para que Venancio hable de lo que le
duele, lo que le cala en su historia de vida, pero también como ventana a
través de la cual le grita al mundo la belleza del infortunio.
¿Dónde voy a encontrar tus ojos, /hoy que la
muerte /canceló los astro que habitan la negrura?
Existe una pléyade
de escritores que comenzaron a arrastrar la pluma con la única esperanza de que
su amigos los quisieran más. Desde García Márquez hasta quien esto escribe,
fuimos movidos por el mero deseo de agradar a otros con nuestras historias.
Venancio Morten Neriah también pertenece a este club, donde la soledad es la
tierra para la semilla de su escritura y al mismo tiempo el agua que la riega y
la hace crecer en una flor que la aniquila.
Si supieras papá, tengo tanto qué contarte: se
llama Laura y tú nunca la amaste, porque la vida no te dio tiempo de toparte
con la altura de sus senos de gaviota herida. Fui yo quien la encontró, así
nomás, como suceden las lluvias de mayo.
La nueva edición
de “La tristeza de Papá Sabino” tiene un rostro distinto pero el mismo corazón.
Su portada se ilustra con una fotografía de Homar Alamilla, un muro de cardones
que se abre ante los ojos del lector. En su interior, conserva los diez textos
de las ediciones anteriores, pero además incluye cuatro nuevos (un poema y tres
prosas poéticas), entre ellos “Trastumbo”, que originalmente fue una plaqueta
aparecida como segunda obra del autor. En su conjunto el nuevo “Papá Sabino” ha
crecido, mostrando otras matices en la voz poética de Morten Neriah; el padre como figura y como ausencia sigue
apreciándose entre los versos, el Valle como personaje y como destino no deja
de arraigar el corazón del poeta, el futuro no deja de ser un lugar vacío y
lejano. Una nueva distribución, tanto de los textos como de las fotografías
interiores, les dan un aliento distinto, igual pero distinto, si cabe la
generosa contradicción.
Dile a los viejos que vinieron siguiendo una voz
muy alta; /pregúntale a su piedras, /diles que por donde nos vamos (…) /¿Cómo
le hacemos para que no nos olviden?
El poemario, un
hito en la poesía local, ha caído en una espiral, no que desciende, por el
contrario, que sube para acompañar en su vuelo a la poesía de Venancio, quien
con este libro ha alcanzado un lugar irrenunciable en las letras hidalguenses,
sus textos son ya un referente para la gente del Valle, esa que vive ahí, la
otra que vivimos fuera, pero que siempre lo llevamos metido en el pecho como
espina indeleble.
Aquí vinieron a enterrar mi ombligo, /la noche
aquella en que comparecí muy tarde. /Me trajo un águila negra en vuelto en su
zarape; se vino por el filo de los cerros /desgranando mazorcas y rezando (…)
Pero su destino,
el del libro, no termina ahora, con esta edición; se prepara ya una nueva, pues
demás, “Papá Sabino” se ha convertido en un libro muy vendido, llegando en cada
edición rápidamente a los linderos del “Sold out”.
Qué sola se ha quedado esta calle desde que te
fuiste; perdimos la algazara que nos defendía del frio de la ciudad y sus
tinieblas //Un día feroz, vendrá con un xoloscuitle en la mano, a tocar a mi
puerta, y la calle tendrá gusto a nardos frescos y café (…)
Me tocó revisar y
editar las primeras tres ediciones de este libro. Ahora, sin estar totalmente
ajeno de esta cuarta, lo encuentro y me
deslumbro con su perfección, con la profundidad de sus versos, con la
luminosidad de su tristeza; lo disfruto como quien reencuentra a un viejo
amigo, al cual le presentó un hermano.
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