“¡Qué lástima / que yo no
tenga un abuelo que ganara / una batalla, (…)”. Cuando León Felipe escribió
esto seguramente estaba pensando en mí y aunque esta paradoja poético-temporal
resulta imposible y Felipe realmente estaba pensando en España, estos versos
resume la relación con mis abuelos (el materno y el paterno), de ninguno
conservo un retrato con “una mano cruzada / en el pecho, y la otra en el puño
de la espada”. Por eso siempre he sentido envidia de aquellos que aún tienen un
abuelo, pero no envidia malsana, más bien cargada a la nostalgia porque siempre
he sabido que con la pérdida de los míos había perdido la memoria que
dilucidaba mi origen, ese punto a las 6, encallado en el pasado.
Pero también María
Ruíz sabe muy bien esto, que la memoria más profunda se encuentra en los
recuerdos de nuestros abuelos. Es por ello que se dedicó durante más de dos
años a recopilar las historias que conforman el libro “Nuestro abuelos: la
historia viva de Huasca”, el cual en una segunda edición está disponible desde
hace algunas semanas.
La autora creció
en el pueblo de sus padres y abuelos, yendo y viniendo de la ciudad a la
provincia pues había nacido en México D.F.; Huasca significaba el terruño.
Desde muy pequeña estuvo empapada de las historias del pasado que provenían de
ese torrente que sus abuelas vertían en las sobremesas, o en las charlas alrededor
de un humeante jarro de café en las frescas mañanas de los fines de semana.
Ella, conforme
fue creciendo, visitaba a su tía abuela y a las amigas de ésta donde las
historias no solo se repetían, sino que se multiplicaban; en ellas se escuchaba
cómo habían vivido, las cosas con que se divertían, lo que había ocurrido en
Huasca en años pasados. En aquel momento, sin asimilarlo todavía, se había
sembrado en ella, prácticamente la historia de los últimos 100 años del pueblo.
Lo entendió
cuando fue mayor, ella era ya sin quererlo, receptora de una parte histórica de
la vida cotidiana de la comunidad de Huasca y fue en aquel momento cuando
decidió emprender su rescate y plasmarlo en las páginas de un libro. Asumió la
herencia que significaba no solamente la memoria de sus familiares, sino de ciertas
personas que habían depositado en ella sus recuerdos.
El libro comenzó
a formarse cuando, con grabadora en mano, María pidió a los abuelos que recrearan
aquellas charlas de su infancia, preguntándoles a detalle sobre sus vivencias.
La primera abuelita que entrevistó, bisabuela de una amiga muy cercana, comenzó
dudando si tenía noventa y tres o noventa cinco años, generando ente la
entrevistada y la entrevistadora un mágico halo de intimidad; lo que se
repetiría con cada uno de los interlocutores.
María Ruiz buscó
que las entrevista no solo se sucedieron dentro de las casas, también en la
calle, con personas que la autora encontraba por casualidad y que siendo muy
mayores podían nutrir esta búsqueda del pasado más remoto del pueblo. En total
el libro compila 15 entrevistas a adultos mayores, seleccionados de manera aleatoria,
vecinos de Huasca que cuenta cómo vivieron y lo que vieron que sucedía en el
pueblo mágico.
María Ruíz trató
de conservar, en las transcripciones, el modo en que hablaba cada persona,
traduciendo esas palabras mudas que suenan en una charla pero que son dichas
con las manos o con el cuerpo. Lo logró de tal manera que la gente que los conocía,
cuando leyó el libro, alcanzaba a escuchar a cada una de las personas que contaron
su historia.
Originalmente el
libro apareció, en su primera edición, en mayo de 2001, gracias a un apoyo del
Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC). En ese
entonces el presupuesto recibido apenas alcanzó para 200 ejemplares que volaron
inmediatamente entre los familiares de los protagonistas y los habitantes de
Huasca. Ahora, en el 2015, el apoyo del PACMyC se repitió con la intensión no
solamente de hacer una reimpresión (corregida y aumentada) más numerosa del volumen,
sino que además pretendiendo que de su venta se desarrolle un fondo editorial que
permita difundir en publicaciones dirigidas a los niños la historia de Huasca.
“Nuestros
abuelos: la historia viva de Huasca” comienza dando referencias geográficas,
topográficas e históricas del pueblo, para luego dar paso a los testimonios de
los abuelos que se nutren con fotografías y documentos que salieron de los
álbumes familiares para convertirse en imágenes con gran valor histórico. El
volumen remata con un bellísimo cuento de la misma María Ruíz, un poema escrito
en 1955 por el señor Emilio Luna y un apéndice con la lista completa de los
presidentes municipales que ha tenido Huasca, además de un glosario.
En su conjunto,
se trata de una obra donde se aprecia la dedicación de su autora para rescatar
la memoria de su pueblo, no solamente para los que estamos aquí, ahora, sino
sobre todo para los que vendrán después de nosotros y que seguramente tendrán
un interés parecido al nuestro por saber de dónde vienen, enterándose de paso
hacia dónde van. Condensa en sus páginas
deseo más elevado de su autora: que Huasca mejore como pueblo, pero sobre todo
como sociedad, reconociendo lo que se ha hecho en el pueblo y quiénes han
participado en ese devenir para hacerlo mejor.
En las páginas de
este libro el lector podrá encontrar historias de vida que fueron atesoradas en
la mente y el corazón de estos abuelos que, compartiéndolas, ganaron la batalla contra el olvido y dieron
forma al pasado colectivo de uno de los lugares más mágicos de nuestro estado.
A la venta en las
librearías pachuqueñas “Dragones y dinosaurios” y “Mr. Book”; y en casi
cualquier negocio de Huasca.
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