viernes, 4 de octubre de 2019

Fahrenheit y la barbarie



A André Bretón, México le parecía fascinante. Lo que imaginaba como surrealismo no llegaba a tanto. La realidad superaba cualquier ficción, cualquier ideología o propuesta artística. México es la tierra donde ocurre lo inimaginable, lo perfectamente inverosímil, lo que “sólo podría ocurrir en México”.

En una semana hemos presenciado al menos tres marchas de protesta en la capital del país, las cuales se han debatido, como parece que comienza a ser costumbre en nuestro México, entre el legítimo derecho a la manifestación y el disentimiento, y la violencia desmedida y los destrozos como recurso emblemático contra la opresión, la cual se supone, ya no existe en un gobierno emanado de la izquierda, elegido por la mayoría y con altos niveles de aceptación entre los ciudadanos.

Ya he hablado aquí de lo peligroso que resulta mover la percepción de la gente a los nodos de violencia y restarle importancia a la razón primordial de una marcha; nada peor que una causa que se desdibuja ante el sensacionalismo de lo vandálico.

Es cierto, a todas luces, que atentar contra la propiedad pública nos afecta a todos; paradas de autobuses pintarrajeadas, mobiliario urbano inservible por doquier; pero la afectación al bien privado también, es muestra de una odio exacerbado el cual habrá que analizar detenidamente pues parece provenir de un maltrato sistemático contra los que menos tienen. Pero, ¿son esos, los marginados y enviados históricamente al ostracismo, quienes encabezan esas marchas?, ¿quiénes azuzan el odio para que desborde las legítima causas del desacuerdo?

El tono más virulento fue, cuando una de esas movilizaciones tomo una librería como objetivo de su resentimiento. Unos, oportunistas, ingresaron a la fuerza y robaron libros, otros, mientras los empleados del sitio trataban de repelerlos cerrando las puertas, le prendieron fuego al interior y enarbolaron una consigna por demás peligrosa: “Leer es para burgueses”.

Tan peligrosa como la conductora, física ella, que en el mejor canal de televisión pública, el Once, aparece con wiski “old fashioned” en la mano y balbucea que la ciencia está “sobrevalorada” como ridículo embate contra la comunidad científica y sus “privilegios”. Está sobrevalorada para aquellos que apuestan por hacer volver la Edad Media, que aspiran al oscurantismo como estadía perfecta para los dóciles, para quienes creen que avanzar es volver sobre los propios pasos.

Da miedo que esas posturas retrógradas aparezcan, pero es de terror pensar que se acunan en sectores al interior del gobierno federal como el caso de la televisora publica arriba mencionada o de un sector que, por su rebeldía, apoyó o apoya en su momento al presidente que quiere ponerlos en su lugar a zapes.

Leer nos hace libres, de ataduras ideológicas, morales, sociales y religiosas. ¿Ser libre es ser burgués? Sin duda el conocimiento y el saber te dan un estatus, pero no social, en ocasiones ni económico, apenas intelectual en un país donde parece que serlo es un estigma y un sinónimo de “burguesía”. ¿Qué pensaría sobre esto Vasconcelos? Quién hubiera dicho que alfabetizando este país lo llevaba a la mesocracia.

Y qué decir de la ciencia, ya sea exacta o social, en un país donde las necesidades más simples requieren cada vez de soluciones más complejas. Es tratada pues como un vehículo para avanzar del que debemos bajarnos porque su velocidad nos marea y preferimos andar a gatas para evitar las náuseas.

Es cierto que el México de desigualdad no ha desaparecido tan rápido como los inocentes creían (no se quienes lo eran más, aquellos que lo prometieron o aquellos que lo creyeron) y que seguramente nos tomará décadas para que los esfuerzos contra la pobreza y la inequidad de oportunidades sean notorios, pero los actos fratricidas no abonarán nunca en beneficio más que de la revancha.

Hasta Montag, el pirómano de profesión esgrimido por Bradbury recapacita sobre su deber barbárico de quemar libros, de llevar el conocimiento y la memoria a las cenizas. ¿Podremos nosotros hacer lo mismo?

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