Para empezar, en mi
defensa diré, que el título de hoy no esconde ironía. Es a todas luces una
frase honesta, cristalina; escuetamente descriptiva. Y es que hace un par de
meses algunos amigos, tres o cuatro de ellos tal vez, compartieron con sorpresa
en facebook el hallazgo de un buen libro en los anaqueles de las tiendas
departamentales donde Mamá Lucha presume de abatir, con espectaculares llaves,
los precios altos. Ese tesoro literario a precio de remate lo había encontrado
yo a finales del año pasado y por su voluminoso grosor el precio parecía
ridículo; 49 pesos por más de 700 páginas en un tamaño “de bolsillo” (escúchese
aquí, ahora sí, un eco irónico).
Pero esto no es nuevo. Recuerdo
haber comprado en el Aurrera de Tulipanes varios libros cuyos autores o títulos
los hacían interesantes, pero cuyo precio los hacia irresistibles. El primero
de ellos, comprado tal vez en 2013, fue Infancia,
el primer tomo de memorias del nobel sudafricano J. M. Coetzee. ¿Un libro de
tal sensibilidad en el mismo pasillo donde se encuentran los cuadernos con
insufribles estrellas pop en la portada? Ver para creer. ¿El libro de un premio
Nobel en el mismo carrito donde se ha depositado los artículos de limpieza?
Pulcritud para los baños y para el alma.
Debo destacar que este
oasis de intelectualidad esta ubicado en un lugar privilegiado dentro del
amplio desierto de docenas de marcas conocidas; un mundanal de productos de
lastimosa primera necesidad. Uno va en el último pasillo hacia la zona de cajas
y aparece, disimuladamente en la rivera derecha. Los más distraídos pasan de
largo. Otros, un poco más curiosos, se detienen preguntándose: ¿libros en el
súper? O tal vez no. Tal vez la tendencia de Walmart, de tener una amplia
sección de librerías Gandhi en su interior (aunque llena de títulos comerciales
y sin nada que realmente valga la pena), ya ha permeado y ya no resulte tan
extraño una “librería” en una cadena departamental enfocada a otra clase social,
tal vez la más alejada de la lectura.
Por esto último se
destaca, en este caso, el tipo de libros, la variedad que se ofrece; lo mismo
un par de títulos de autoayuda, algunos infantiles, novelas rosas infumables,
recomendaciones para bajar de peso y libros sobre personajes políticos a la
postre en desgracia versus aquellos victoriosos en la última elección. Todo
esto, conviviendo con garbanzos de a libra de la literatura contemporánea.
Algunas otras joyas que
he podido conseguir en este “autlet” libresco han sido: la divertidísima novela
de Jordi Soler sobre Antonin Artaud, Diles
que son cadáveres; la cautivante novela de Joakim Zander, El nadador, la cual por cierto renueva
el género de intriga internacional; también los maravillosos Ensayos completos de Paul Auster (el
tesoro que presumían mis amigos lectores-escritores en el feis); o la hilarante
Nuestra pandilla del recordado Philip
Roth; incluso una Gramática escolar
de la RAE. Ahora mismo estoy leyendo la reciente adquisición departamental: La isla del padre de Fernando Marías, Premio
Biblioteca Breve 2015, una conmovedora historia. Todos a cuarenta y nueve
noventa.
Desde hace un par de
años, este departamento de libros, aunque por el tamaño debería de compararse
con un departamento de interés social, se encuentra a espaldas del anaquel de
los focos; ¿luminosa poética del caos del autoservicio?, ¿o simple capricho del
gerente en turno? Vaya uste’a saber.
Paso
cebra
¿No sería bueno hacer lo
mismo con los libros de autores hidalguenses? Un acierto sería que pudiera
concretarse un convenio con la tienda departamental en cuestión para que en
todos los Aurreras del estado se distribuyeran los libros producidos por la
Secretaría de Cultura de Hidalgo (recientes y no tan recientes), de tal manera
que quien hace el “súper” tuviera la oportunidad de agenciarse uno o varios
títulos a precios igual de “competitivos” que los hasta ahora encontrados.
Variedad, hay; calidad, sin dudarlo. Mejor encausar la producción editorial
local a estos canales ya comprobados que mantenerlos en las bodegas. Con suerte
alguno de nuestros libros es arrojado al carrito junto a las chuletas ahumadas
y el aromatizante ambiental. Ojalá se
les ocurra pronto.
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