*Texto publicado el jueves 24 de marzo de 2016, en la sección Cultura de El Sol de Hidalgo.
Antier se
cumplieron 200 años del nacimiento del escritor más importante de la literatura
hidalguense: Ignacio Rodríguez Galván.
Ignacio nació en
el medio de la gesta independentista, el 22 de marzo de 1816, por lo que sus
primeros años de conciencia y memoria comenzaron a la par del nacimiento de la
nación mexicana. Tizayuca fue su terruño donde sus padres eran campesinos
quienes, a pesar de su condición humilde, consideraron importante que su hijo
se cultivara y desarrollara en la gran ciudad. Por ello lo enviaron a trabajar
en la Ciudad de México en la librería de su tío impresor Mariano Galván Rivera.
Algunos estudiosos de la época han propuesto la teoría de que Ignacio llegó a
trabajar como mozo de su pariente, sin embargo, en ese lugar aprendió latín,
francés e italiano, posibilidad lejana y tal vez vetada para alguien que sólo
tienen una posición de mozo en la empresa librera. Por el contrario, aparentemente la llegada de
Ignacio a la imprenta de su tío (una de las más importantes de la época, por
cierto) se debió al interés de este último porque su sobrino aprendiera las
artes de las letras, tal vez con miras a que heredara el negocio; sin embargo,
en el joven significó el descubrimiento de un mundo que lo cautivo para
siempre.
El aprendizaje de
otros idiomas le permitió a Rodríguez Galván, traducir obras recién llegadas de
Europa y Estados Unidos, lo que también significaba la posibilidad de leerlos
de primera mano, antes que los lectores hispanohablantes y de esta manera ir
sumergiéndose en la vanguardia literaria, sobre todo poética, que estaba
predominando en el mundo. Ahí conoció a Edgar Alan Poe y Charles Baudelaire, un
par de escritores contemporáneos a el que significarían una influencia clara y
determinante en su obra futura.
Comenzó a visitar
círculos culturales de la ciudad decimonónica y a relacionarse con
intelectuales prominentes de la época como don Andrés Quintana Roo y Guillermo
Prieto, con quienes cofundaría la Academia de Letrán (la primera academia
literaria de América Latina), desde la que comenzarían una producción literaria
y periodística sobre la que se fundaría la literatura mexicana. Es por ello que
el maestro Luís Rublúo Islas lo nombra, con acertada lucidez, el primer
escritor mexicano. Rápidamente se destacó en la actividad periodística
fundacional de México; fue director del Calendario
de las Señoritas Mexicanas y fundó el periódico Año Nuevo. Editó El Recreo de
las Familias y fue redactor de la sección literaria del Diario del Gobierno. Desde estas páginas
lo mismo desarrolló su versátil estilo literario que su caustico estilo
periodístico, ambos, causa y consecuencia de la época.
Ignacio Rodríguez
Galván, es reconocido como el iniciador de la corriente del Romanticismo en
nuestra literatura, su obra poética sobresalió por sobresale por sobre su obra
narrativa y dramatúrgica, tal vez por haber sido construida en el contagio que
los autores extranjeros que consumía en la librería de su tío, provocaron en
él. En su poesía hay dos grandes temas, por un lado, la Patria, en la que
encontramos algunos de los poemas más hermosos del nacionalismo que en el siglo
XIX y hasta ya muy entrado el XX, dieron identidad a la literatura mexicana,
desarrollándolo con un impecable uso de la métrica y el lenguaje; en segundo
plano, parece una poesía más obscura y lacónica, la cual probablemente fue
escrita alrededor de los descalabros amorosos (uno de ellos especialmente)
sufridos por el poeta, y que establecen una línea directa con la obra de Allan
Poe y Baudelaire. Es en este último páramo literario donde aún nos queda mucho
descubrir, tanto a sus lectores como a los investigadores que se han ocupado de
Rodríguez Galván. Algo similar sucede con su obra narrativa, la cual Ignacio
basó en la época colonial con títulos como Muñoz,
visitador de México y El privado del
virrey, convirtiéndose en el padre de la novela corta mexicana.
Su literatura ha
sido objeto de múltiples ediciones desde 1851, la más importante de ellas, una
edición compilatoria publicada por la Universidad Nacional Autónoma de México
en 1994.
¿Pero qué tenemos
al alcance de la obra de Rodríguez Galván para leer? En estos días, y a razón
del bicentenario, el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo ha
comenzado la colaboración con la UNAM para la reedición de las Obras de Ignacio
Rodríguez Galván; seis tomos que compilan la obra literaria (los dos primeros
volúmenes) y el trabajo periodístico (los cuatro restantes). Pero mientras esta
nueva edición nos llega, podemos recurrir a lo último publicado en Hidalgo de
Rodríguez Galván; se trata de una pequeña pero ejemplar selección de la poesía
nacionalista seleccionada por el maestro Enrique Rivas Paniagua y publicada en
la colección Letras de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo en el año
de 2006, precisamente en conmemoración del 190 aniversario del nacimiento de
nuestro primer romántico. Ese libro, titulado Adiós, oh patria mía seguramente puede encontrarse en las
bibliotecas públicas (sobre todo en la de la UAEH), y tal vez aún esté disponible
en su fondo editorial para adquirirlo.
Ignacio Rodríguez
Galván murió el 25 de julio de 1842 en La Habana, Cuba, víctima de la fiebre
amarilla cuando contaba solamente con 26 años de edad e iba en tránsito a la
ciudad de Buenos Aires donde tomaría posesión del cargo de oficial de la
legación mexicana para Sudamérica. Su muerte significó una abrupta interrupción
de una obra literaria que ya estaba consolidada y que prometía convertirse en
una de las más importantes de la literatura universal; su amigo, Guillermo
Prieto lo habría resumido cuando dijo que Rodríguez Galván se hubiera
convertido “en el Cervantes de América”.
Antes de terminar
lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el
próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono,
literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de
frecuencia modulada. Hasta entonces.
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