Guille mira a su
madre y absorto le pregunta acentuando las eses de su palabras: ¿No es
increíble todo lo que puede tener adentro un lápiz?” Su madre, apenas le pone
atención y horrorizada observa el piso y las paredes de la casa garabateadas. Usted
seguramente recordará también esta tira de Mafalda, creación del genial Quino.
Frente a ella otro hombre se maravilló, Se llama Benjamín León Estrada, un
artista plástico hidalguense nacido en Atotonilco de Tula en 1939, quien por
aquellas épocas se debatía entre su trabajo como docente de arte y su deseo de
continuar con su producción pictórica. León pensó “No necesito un gran espacio
(del cual carecía en ese momento), sólo necesito un lápiz y un papel. Aquel
cartón y la vistia a una exposición de José Clemente Orozco, refrescaron en él
el deseo de perseguir su destino en la pintura mexicana.
“El rio del
tiempo”, reciente publicación del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes
de Hidalgo, encierra una suerte de retrospectiva de la vida y la obra de
Benjamín León Estrada. En la presentación se establece el valor de su presencia
en el arte de nuestro estado: “Para Benjamín León Estrada (…) pintar es una
obsesión, artista que con su obra celebra sus raíces y nos obsequia en un
torrente de creatividad sus sueños transformados en vehemencia de color; lo ha
prendido de su experiencia de observar y asimilar en su tránsito por el
laberinto de renovadas tendencias plásticas. León Estrada, sin pretensión
alguna, espera el secreto de las imágenes y construye con su corazón cuadros
que en silencio nos hablan de ilusiones, del vacío, de furia, del mirar, de su
miedos, de soledades, de la muerte; no pretende simular el tiempo, nos ubica en
el espacio que le tocó vivir.”
Y es que Estrada
es un pintor que responde a su tiempo; al tiempo que vive y al tiempo que dicta
su interior. Lo traduce en el silencio que gritan sus pinturas de tonos ocres,
con tiras de luz verde, amarilla, azul, naranja. Se dibujan siluetas, tenaces
en sus movimientos quietos. Nos miran
sin ojos, como su acecharan nuestro acecho alrededor del cuadro. Nos adivinan y
en su interior guardan lo que sentimos al contemplarlos ahí, indisolubles.
Es Berta
Taracena, la encargada de analizar en el libro, con detenimiento y profundidad,
la obra de León Estrada, de la cual destaca: “El arte conlleva sus propios
signos, que son los que dan la clave de su lugar, vida y circunstancia y de lo que
estas realidades proyectan o rechazan. Para expresa lo cual, León Estrada
imagina un régimen de formas elocuentes que traducen características
fundamentales en su entorno. En su quehacer (pintura, dibujo, grabado y otras
técnicas) se advierte de qué manera poética este artista reabsorbe imágenes
para expresar su cultura en el campo de la historia, de la mística y de la
magia, por medio de una simbología nueva y compleja de formas y colores muy
propia de su manera de ser.”
La personalidad
del autor determina pues el carácter de su obra, el uso de las técnicas, pero
también el contenido. El tema de la obra de Estrada es el hombre pero también
el campo; los magueyes, la madera, la tierra como eclosión de sensaciones. El
destino de todo ello está presente en una importante época de su producción ,
es decir, la muerte como tema. Y es en ella, en la muerte, en que León
establece la más importante de sus vínculos creativos, el que lo une a la
tradición prehispánica. Pinturas donde aparece la serpiente circular, un
agorero, cuerpos que marchan, otros abiertos en canal, víctimas del tiempo y de
la nada. La luna es otro tema ensayado, en otro aparece un perro que nos mira,
nos huele.
Páginas enteras
muestran el devenir creativo qua salido inicialmente de un pequeño lápiz, con
el cual el artista bocetaba, y que ha evolucionado en obras donde la dimensión
de la obra crece y se desarrolla en su totalidad. El mismo Estrada reflexiona
sobre ello: “Mi gran reto es modular los colores de acuerdo con el tema. Me
gusta el colorido con su variedad de gamas y tonalidades, además de claroscuro.
En el modelado uso pocos colores y casi planos, a fin de reforzar el tema o la
figura a interpretar.”
El libro concluye
con de una manera peculiar, con una serie de notas autobiográficas donde el
pintor explora su pasado, los difíciles tiempos lejos de la pintura y desde la
orilla presente se da cuenta de que su búsqueda no fue en vano, al contrario,
le permitió integrar su talento al desarrollo de la pintura en nuestro país.
Aquí vemos imágenes diversas, carteles de exposiciones, fotografías de sus años
en La Esmeralda, recibiendo premios, en entrevistas; otras donde León se
acompaña de artistas contemporáneos como Leo Acosta, José Hernández Delgadillo
entre otros.
Gran manera de
reconocer la trayectoria de Benjamín León Estrada y gran oportunidad para
sumergirnos en su pintura.
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