Una de las virtudes propias de una literatura boyante es la de construir referentes. La de Hidalgo es una literatura que no solamente se ha sacudido añejos estigmas sobre la precariedad y la desolación, sino que además ha navegado desde hace ya tiempo en la diversidad y la calidad. Al igual que Victor Frankestein, ha comenzado a producir mostros literarios en aquellas generaciones que tuvieron que emigrar por necesidad creativa y que poco a poco fueron volteando la mirada al terruño, gracias a lo cual se ha establecido un dialogo intergeneracional por demás interesante.
Uno de esos mostros literarios hidalguenses es Ignacio Trejo Fuentes. Su prolífica pluma le dio acceso al favor de lectores que lo mismo le entraban a la crónica, al cuento, a la novela y a la crítica literaria. Esta última faceta, la de crítico-literario-reseñista-lector empedernido-y-apasionado se celebra en el libro “El Ingenioso de Hidalgo. La reseña y la crítica literaria”, volumen de reciente aparición y elucubración (a través de su editorial “Cofradía de coyotes”) de uno de los editores más osados de la escena mexicana, Eduardo Villegas.
Villegas, el Coyote mayor, quiso meter en un libro todo el cariño y admiración que el ejercicio de la reseña y la crítica literaria le han permitido a Ignacio Trejo Fuentes. La pluma del buen Nacho, pero sobre todo su lectura avezada de otros escritores, amigos o no, ha producido una innumerable suerte de cartografías literarias para que los lectores deambulen con claridad por decenas, cientos de libros de todos los calibres, dejando siempre claro que, contrario a lo que pudiera pensarse, la crítica literaria antes que buscar destruir, pretende celebrar el indisoluble vínculo autor-lector.
El volumen abre con su génesis narrado por el propio Eduardo Villegas para dejar latente que lo que el lector encontrará en esas páginas es un fiesta. Después de una entrevista a suerte de semblanza del “mostro” en cuestión y realizada por quien esto escribe, vienen un par de texto, un artículo del propio Nacho y el segundo, sus respuestas a la Encuesta sobre la crítica literaria, en los que el hidalguense deja muy en claro sus motivaciones y su entrega a la lectura profesional y a la opinión incisiva que en ella germina.
A partir de ahí se suceden siete reseñas esgrimidas por Nacho Trejo sobre libros de José Francisco Conde Ortega, Edgar Escobedo Quijano, Miguel Ángel Leal Menchaca, Gonzalo Martré, Rolando Rosas Galicia, Arturo Trejo Villafuerte y Eduardo Villegas; donde sobresale la febrilidad de quien te invita a compartir una revelación: la lectura de un buen libro.
En la tercera y última parte del libro nos topamos con una selección de maravillosos textos, cual obituarios extendidos, en los que Trejo Fuentes nos introduce a sus amigos ya idos, con los cuales no solamente estableció profundos lazos fraternos, sino también correspondidas relaciones de dmiración: René Avilés Fabila, John S. Brushwood, Óscar Cossío, Guillermo Fernández, Miguel Ángel Granados Chapa (otro hidalguense), Raúl Renán, Eusebio Ruvalcaba, Gustavo Saínz y Alberto Paredes.
Es pues un libro en homenaje a un autor que homenajea su oficio, no el de escritor, sino el de crítico literario; en el que las ideas y las opiniones son vasos comunicantes entre compañeros lectores tanto como entre corrientes, estilos y épocas literarias. Nos deja ver a un escritor entregado a desmenuzar desde sus entrañas la pesarosa tarea de crear literatura, que al cabo, es la mejor manera de provocar felicidad.
¡Larga vida a Nacho, el ingenioso de Hidalgo!
Paso cebra
Tuve el privilegio de compartir la mesa de presentación del libro reseñado hoy con verdaderos mostros de la literatura hidalguense: Jorge Antonio García Pérez, Toño Zambrano, Octavio Jiménez y Arturo Trejo Villafuerte (además de la presencia de Ignacio Trejo Fuentes, por supuesto), y de queridos y admirados escritores chilangos (paisanos míos también), Víctor Navarro y Eduardo Villegas. Gracias por un día para llevar en la memoria.
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