jueves, 4 de junio de 2015

La hoja y la mirada: Como todo objeto bien hecho




No son fanfarronadas: /leo incluso la lava /y hojeo las cenizas.

Es imposible leer a Wislawa Szymborska y quedarse callado. Menos aún, cuando el libro que se lee, es el último de su pluma. El punto final. Al que nunca seguirán “dos puntos suspensivos”, si cabe la referencia sabinera.

Yo encontré a Szymborska en medio de las páginas de un diario. Mejor dicho en el medio de la sección cultural de un diario, “La Jornada semanal”, hace ya, muchos años; agonizaba el siglo XX. Aquel número, un especial sobre poesía polaca contemporánea, la enlistaba con un puñado de escritores con nombre impronunciable. Pero ella saltaba a la vista. La sencillez de sus versos cautivaba.

Es la austeridad su principal característica, no solamente de forma, pues su poesía carece de toda parafernalia rimbombante, sin que esto impida usar el lenguaje (el natural y el poético), en forma llana, libre. El poema no sorprende por ser poema, por la habilidad escritural del poeta depositada en él, no. Sorprende por lo que encierra, su asombro está en lo que contiene.

Aquí todo es pequeño, cercano y accesible. /Puedo con el filo de la uña aplastar los volcanes, /acariciar los polos sin gruesos guantes; /puedo con una mirada /abarcar cualquier desierto (…)

La austeridad habita también en el fondo. La poesía de Wislawa es precisa, como un elemento olvidado en una fotografía, rescata un momento, un suceso simple, para convertirlo en una bocanada donde se encierra el aliento absoluto de la vida.

Añadamos a la imagen un detalle más: /nuestras mucho más largas /y menos visibles cadenas /gracias a los cuales podemos pasar de largo tranquilamente.

Pero no es una sencillez banal. Por el contrario, esta nutrida, como por cientos de venas pequeñas, de una mirada crítica, pertinaz, que no teme, usar la belleza para nombrar el horror, la decadencia.

Y ojalá de vez en cuando /odio al odio. /Porque a fin de cuentas /lo que hay es ignorancia de la ignorancia /y manos ocupadas en lavarse las manos.

Szymborska nació en un pequeño pueblo polaco llamado Kórnik en 1923. A partir de los 8 años vivió en Cracovia donde estudió filología polaca y sociología en la Universidad Jaguellónica. Comenzó a publicar en 1945 y trabajó para el semanario Zycie Literackie entre 1953 y 1981, donde escribía la columna sobre poesía titulada “Lecturas no obligatorias”. En total, publicó 13 poemarios: “Por eso vivimos” (1952); “Preguntas de mí misma” (1954); “Llamando al Yeti” (1957), libro que llamó profundamente la atención de la crítica especializada; “Sal” (1962); “Mil alegrías, un encanto” (1967); “Si acaso” (1972); “El gran número” (1976); “Gente en el puente” (1986); “Fin y principio” (1993); “Instante” (2002); “Dos puntos” (2005); “Aquí” (2009) y “Y hasta aquí”, libro póstumo que apareció en 2012.

Los premios que recibió fueron solo consecuencia de su quehacer poético. En 1991 ganó el Goethe, en el 95 el premio Herder, hasta el galardón más prestigiado, el Nobel de Literatura en 1996. Wislawa murió el primero de febrero de 2012.

Mucho se ha discutido si los versos de la Nobel pierden fuerza, identidad, al ser traicionados, perdón, traducidos. Sin embargo, en su poesía se encierra ese aire de humanidad, el cual soporta cualquier idioma y sobre todo, en este libro “Y hasta aquí” la mejor muestra de lo que digo.

Este poemario nos llega a través de una coedición de la Universidad de Sinaloa y Posdata Editores. La pulcritud del volumen salta a la vista y con elegancia contiene 14 poemas en polaco con su reciproca versión en español. Son destellos de luz, irrepetibles, pero confiados en iluminar lo que se proponen. La traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán conserva el eco de la voz de la poeta; su insistencia en que el mundo contienen mil mundos, millones de mundos que suenan aun sin emitir sonido, que vibran sin hacer aspavientos, que surgen conteniendo en sí mismo más mundos. 

En estos últimos poemas Szymborska sostiene el poder de su poesía, no sólo con la lucidez que asomaba en sus primeros libros, sino acrecentado por una experiencia pulida con el tiempo, en el que se dedicó a describir y escribir la vida. Al leer estos últimos poemas se entiende el título del libro “Y hasta aquí”, no como una sentencia de conclusión, no como decir “esto ha terminado”; por lo contrario, como un aliento, una esperanza, como decir “aún en la otra orilla, vale la pena decir la vida”.

Puedes optar por utilizar una cuarta salida; /desaparecer no escrito /ronroneando satisfecho algo para tus adentros.

Conmovedor resulta encontrar el último poema, titulado “Poema sin terminar”, en facsímil, en puño y letra de la autora y solamente en polaco. Sobrevive en esas imágenes, adheridas al papel por la presión de la rotativa, su letra, versos tersos que avanzan con cadencia, sin dificultad, de pronto un tachón, la punta de la pluma rabiosa por borrar lo mal escritor, lo que no conjuga con el versó anterior, peor, que no deja que el verso futuro se suceda. Líneas que llevan de esos versos rayoneados a las palabras correctas, escondidas a veces en el reverso de la página.

Un libro póstumo que hace honor a toda una vida, la de la poeta Wislawa Szymborska, dedicada al maravilloso oficio de escribir, al arte irremediable de vivir.

Su poema “El espejo” concluye:
Y así, como todo objeto bien hecho, /funcionaba sin reproche, /con una profesional falta de asombro.

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