EFE
Miguel de Cervantes, Álvaro Mutis, Carlos Montenegro, José León Sánchez, William Burroughs, Neal Cassady, Jack Kerouac, Allen Ginsberg o Jean Genet pasaron una temporada entre rejas, según relata el autor español José Ovejero en su nuevo libro, "Escritores delincuentes" .
Por las páginas de esta obra, que la editorial Alfaguara publicará en septiembre, transitan también Jean Ray, Maurice Sachs, Sergiusz Piasecki, Chester Himes, Jimmy Boile, Hugh Collins, Jeffrey Archer o Abdel Hafed Benotman.
Sus vidas, por lo general, tienen un denominador común: no fueron fáciles, y muchos de ellos comparten una niñez traumática.
Burroughs, el maestro y antecesor de la Generación Beat, autor de "Yonqui" o de "El almuerzo desnudo", mató a su segunda mujer jugando a Guillermo Tell; el colombiano Mutis ("Diario de Lecumberri" e "Ilona llega con la lluvia") estuvo en la cárcel por malversación; y Perry, prolífica autora de novela policiaca, fue una adolescente asesina. Su crimen fue llevado al cine por Peter Jackson en "Heavenly Creatures".
Los escritores seleccionados por Ovejero (Madrid, 1958), quien reconoce no ser inmune a la "fascinación" de la sociedad por los fuera de la ley, son interesantes, asegura, no sólo por su biografía, sino por cómo ésta se refleja en su obra.
Además, según escribe Ovejero -autor de "Las vidas ajenas", "Nunca pasa nada" o "La comedia salvaje"-, "el libro del escritor delincuente se vuelve una nueva sala del tribunal y el lector el jurado o, en algún caso, un nuevo acusado como miembro de esa sociedad a la que condena el delincuente" por considerarla responsable de sus actos.
Casi todos los escritores delincuentes acaban escribiendo sobre sí mismos, aunque hay algunas excepciones, como es el caso de Anne Perry o de O.Henry, el gran maestro estadounidense del relato breve.
Pero a la obra de estos autores, cuyo carácter autobiográfico seduce al lector, hay que acercarse con cautela, advierte Ovejero, ya que si todos tendemos -afirma- a retocar y maquillar nuestras vidas, con mucho más motivo los delincuentes.
El novelista, dramaturgo y poeta fuera de la ley más conocido quizá sea el francés Jean Genet, quien conoció desde dentro las prisiones de varios países europeos. En su obra, eminentemente autobiográfica, Genet nunca ocultó su faceta delictiva ("Diario de un ladrón"), pero la mitificó, al convertir al delincuente en héroe.
Tampoco escondió Genet su homosexualidad, algo que sí hicieron otros que tuvieron sexo con otros hombres en la cárcel.
La dureza de la vida carcelaria queda fielmente reflejada en "La isla de los hombres solos", del costarricense José León Sánchez, quien pasó parte de su condena a cadena perpetúa en uno de los penales más brutales de América, el de San Lucas, por asesinato. Su caso se revisó y fue declarado inocente. Estuvo 30 años en prisión.
Que la cárcel corrompe, que no hay manera de escapar a la degradación que impone es también la tesis que mantiene en "Hombres sin mujer" el hispanocubano Carlos Montenegro ("Aquí uno va convirtiéndose en un cajón de basura", dice), quien había dado muerte a un nombre a navajazos en el puerto de La Habana.
Pero, paradójicamente, la cárcel fue su tabla de salvación, ya que allí comenzó a estudiar y a escribir, como también les sucedió a los británicos Jimmy Boyle, quien a finales de los sesenta ostentaba el título de "el hombre más violento de Escocia", y a Hugh Collins, un peligroso delincuente juvenil condenado a cadena perpetua por clavarle un cuchillo en el corazón a un joven de una banda rival.
A Boyle ("Un sentido de libertad") y, diez años después, a Collins ("Autobiografía de un asesino") les salvó la vida haber sido enviados a una unidad experimental de reinserción de la cárcel de Barlinnie, cerca de Glasgow. Allí descubrieron que la ira se podía canalizar también en la literatura y el arte.
La prueba de que el cruce entre delincuencia, droga y escritura funciona a menudo es Neal Cassady, quien tuvo una gran influencia en la cultura y leyendas de su generación: desde Jack Kerouac, que lo convirtió en un personaje de leyenda al hacerle protagonista de "En el camino", a Allen Ginsberg, que habla de él en "Aullido".
Miles de jóvenes querían ser Neal Cassady, el icono de la Generación Beat de la década de los 50 y del movimiento psicodélico de los 60, incluso Los Beatles le imitaron al pintarrajear un autobús para su "Magical Mystery Tour".
Cassady siempre fue condenado por pequeños delitos, al igual que Miguel de Cervantes, quien conoció en prisión el mundo y el lenguaje de los delincuentes que recrearía más tarde en algunas de sus novelas ejemplares. Y, sobre todo, como subraya Ovejero, durante su encierro liberó su fantasía y engendró el Quijote.
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