La temporada empezó ya hace semanas. No me refiero a la proliferación de especímenes pertenecientes al género Sphenarium, que brinquen por doquier en las calles de la ciudad. No. Me refiero al chapulineo político que ocurre en épocas como la que hemos estado viviendo durante los últimos meses; la electoral.
En la política mexicana no es raro el “intercambio” a discreción de militantes que, dentro del partido al que han pertenecido, en ocasiones durante largo tiempo, no encuentran la predisposición para continuar “creciendo” dentro de la política, entiéndase, cumplir con su agenda personal y no con un proyecto colectivo que sea reflejado en su designación como candidato de lo que sea, para figurar en las campañas que se avecinen. Es así que muchos políticos, ahora se enarbolan como defensores de la democracia vistiendo los colores partidistas que antes criticaron, condenaron, maldijeron y satanizaron. Sin embargo, en este proceso electoral que comenzó a tomar velocidad desde inicios del año, la brincadera de personajes ha sido espectacular y parece ya una plaga de dimensiones pentateuticas.
Por un lado hemos visto a varios políticos jóvenes que, al ser soslayados por el tricolor, han dado el salto al color naranja, amnésicos de las posturas que tuvieron en sus febriles días de militantes de una sola pieza. No quiero decir que no sea posible cambiar de opinión, es de sabios ya se sabe, ni de ideología política, pero, ¿esos malabares partidarios corresponden realmente a eso?, ¿o la certeza de que el partido antes hegemónico en Hidalgo, tiene los días contados o, peor que eso, ya navega en números rojos electoralmente hablando? ¿O será que ese bote de tamales político en que se ha convertido el frente opositor, teniendo dentro tamales de chile, de dulce y de manteca, tiene como única aspiración la supervivencia de los partidos integrantes frente a una ola guinda que promete arrasarlo todo? Ante este último escenario, aquellos integrantes de los opositores vieron con horror el desvanecimiento de sus aspiraciones políticas frente a un escenario de que la derrota es lo único que pueden dar por descontado. Tricolores que dan un mortal con bajo grado de dificultad al verde con el argumento repetido hasta el cansancio de posicionarse en “el lado correcto de la historia”. Otros, más arriesgados, dando machincuepas, o intentando darlas, con alto grado de dificultad hacia el partido guinda con la certeza de que esto les permitirá lograr la posición tan anhelada que les permita seguir figurando en el escenario político del estado. Ojalá que la tez morena no se vuelva cómplice de la promoción de los intereses mezquinos de quienes siempre quieren figurar no importando las ideologías ni los partidos.
En ocasiones, el incremento de piruetas toma tintes peligrosamente surrealistas. Por un lado políticos azules que intentan ocupar candidaturas propias de comunidades originarias, haciéndose pasar a través de documentos amañados como miembros “activos” de una etnia cuando a todas luces su devenir persona, profesional, así como su modo de vida presumido en las redes sociales, sin claramente ajenas a la identidad que pretenden usurpar; bueno ni hablan la lengua originaria tras la que se pretenden escudar. Esto no es raro, ya en otras elecciones no muy lejanas tuvimos políticos de color naranja que documentaron con recetas y estudios de dudosa procedencia, afecciones físicas que aunque no se les notaban, les permitieron ocupar espacios destinados a personas con capacidades diferentes.
Resulta peculiar alguna cabriolas que toman tintes familiares, como la del alcalde proveniente del tricolor, ahora revestido de iniciales con coqueteos entre verdosos y guindas para tratar de hacer candidata que, por qué no, le suceda en la alcaldía. ¿De verdad nadie se percata del conflicto de intereses que eso representa? ¿No es una práctica correcta que dentro del sano ejercicio de la evaluación y la rendición de cuentas, un alcalde electo revise sin ningún tipo de sesgo la actuación de su antecesor? ¿Una relación marital, no pondría en duda la imparcialidad de tal hecho? No se trata de cancelar las aspiraciones de nadie, las cuales son válidas, sin embargo si el deseo y el compromiso con la población es real, esperar un periodo para lanzarse lo mostraría.
En fin, que así hemos presenciado, y lo seguiremos haciendo, el espectáculo circense de nuestros políticos ortópteros. La manera de acabar con está práctica deshonesta políticamente hablando es dando un manotazo en la voleta electoral, haciendoles saber a esos candidatos chapulines que la sociedad busca, además de experiencia y honestidad, congruencia, en aquellos que elige para servirle a la sociedad.
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