Dos mil veinte, el año de la pandemia. Un año desalmado cuyo frente principal ha sido la emergencia sanitaria que en estos días ha adquirido claroscuros desesperantes; países enteros que regresan al aislamiento a piedra y lodo mientras las vacunas van siendo distribuidas al primer frente de las tropas con vistas cercanas de que puedan ser la solución eficaz contra el virus desgraciado que nos cierra el paso a cada movimiento que damos.
Pero el azote pandémico ha venido acompañado de otros males (nunca vienen solos, solía decir mi abuela María), en muchos rubros y quehaceres, no sólo desde una perspectiva laboral, económica, social; si vamos al detalle, la cultura ha tenido un año de claroscuros.
Los oscuros. El desdén, abierto y descarado, con que el gobierno federal ha manejado los aspectos relacionados con el arte y la cultura, eso sin contar los desplantes a la ciencia y al deporte. Ya desde el inicio de un sexenio progresista que prometía dar un trato preferencial a lo que antes había sido soslayado –como lo ha sido siempre la cultura, en cuyas filas López Obrador había encontrado no sólo apoyo, sino un verdadero respaldo para apuntalar su entonces imagen de candidato de izquierdas, rodeado de artistas e intelectuales que apostaban el todo por el todo en su proyecto de nación–, el chasco fue rotundo.
La desaparición de programas de becas, apoyos y fideicomisos fueron síntomas siniestros que mostraron la verdadera intención de la cuatro-te hacia el sector artístico y cultural. Enmascarados en el áspero velo de posibles corruptelas, en lugar de revisar, detectar, erradicar y rediseñar los esquemas de participación y operación de esas políticas culturales (me gusta pensar que eran “políticas” bien intencionadas y no solamente nimias dádivas para acallar conciencias) optaron por el sencillo camino de la eliminación. No dudo que en esos programas hubiera personajes prestos a buscar y conseguir favoritismos con carreras artísticas ya encumbradas a base de compadrazgos; pero también creo que se desprotegió a un sector que brega por consolidar sus carreras creativas con el apoyo de estímulos económicos que les permitan más tiempo fuera de otras labores para dedicarse a su trabajo artístico.
Pero la ofensiva no paró ahí. El desprecio mostrado en numerosas ocasiones por el Presidente en sus mañaneras hacia el sector artístico, diciendo incluso que ahora sí, a través de las becas universales para jóvenes, se estaba apoyando verdaderamente a la cultura, alcanzó niveles apoteóticos cuando quedo al descubierto (por un error digno de la más tonta película de enredos), un chat creado por los propios funcionarios culturales para desactivar a los colectivos de artistas y creadores que constantemente les exigen hacer su trabajo y dar resultados a sus necesidades. Como siempre ocurre, o ocurría en otros gobiernos donde la cultura no importaba, el incendio se apagó con baldes de agua; se notifico de algunas renuncias en los niveles menores cesando a los funcionarios directamente responsables del hecho, pero no alcanzó a ningún mando, ni siquiera medio, de la secretaría de cultura federal. Pero aún, la Secretaria anunció en las ultimas semanas que por recortes presupuestales desaparecía una subsecretaría, la asignada a la querida y admirada Natalia Toledo, y que sus funciones sería absorbidas por el propio despacho de Alejandra Fraustro. ¿Pues no que no iba a haber recortes en el sector? ¿No que no iban a ser iguales a otros gobiernos? No, no lo han sido; en relación con lo cultural han sido mucho peores.
Al inicio escribí “claroscuros”, pues ahí van los claros. La pandemia elimino la posibilidad de eventos presenciales y esto afectó directamente a la industria cultural que se mueve con el pago de entradas, compra de artículos y bienes culturales, etc. Sin embargo, la creatividad ha permitido que se inauguran nuevas maneras de atraer a los públicos con la aplicación de plataformas tecnológicas que, si bien carecen de la emotividad de la cercanía, han sido un solaz en medio de la tormenta para un quehacer pocas veces valorado como se debe: el arte y la cultura.
Antes de terminar, aprovecho la oportunidad de desearle, estimado lector, un nuevo año con mejores perspectivas para usted y los suyos, con la esperanza de que el 2021, sea mejor ponderado que su antecesor. Un abrazo.
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