La literatura nos ayuda a entender la realidad. Nos da un
ojo que gobierne el huracán de la barbarie. Es la estrella del norte que
ilumina el oscuro sendero de lo incomprensible, de lo absurdo. En semanas
anteriores, ante las noticias sanguinarias de feminicidios y los debates por
las marchas de mujeres, recordé uno de los poemarios que más me ha impactado en
los últimos años, obra de un escritor tlaxcalteca con profundas raíces
hidalguenses.
Los versos han bajado a la tierra,
llegan con asombro,
son claros como el costado de mi esperma.
Cohutec Vargas Genis, habría abordado en el 2017 al amor
como arma de odio, como punzada y filo, —rastrojo de la muerte, en su libro “El
silencio se dice en blasfemia”. Se trata de una colección de 21 poemas
divididos en cuatro secciones, las cuales discurren por una gama dulcísona de
matices que embriagan al más ajeno de los lectores. Poemas bien logrados que
vuelven tangibles las primigenias pasiones de los seres humanos.
Entraste en mi sueño el día de la
blasfemia,
te deposité en el preámbulo del invierno,
(…)
La principal tarea social de los escritores radica en
convertir a la literatura en una instantánea del tiempo que nos ha tocado
vivir, dándole voz a quienes no la tienen, a aquellos que se les ha negado la
posibilidad de usarla o que les ha sido arrebatada junto con la vida. Porque
callar es un reniego, Cohutec toma ese cometido y lo enarbola como un
privilegio prestando sus versos para que aquellas mujeres que han sufrido o
sufren violencia, incluyendo en este catálogo de infamias la más extrema de las
misoginias, el feminicidio.
Camina entre las víctima que se
llevaron la tristeza,
llega a mi lado clandestina,
coloca en manos piedras
de interrogación
(…)
Vargas Genis logra explorar el tema sin caer en los lugares
comunes, prestando la belleza de sus versos para destacar lo más horrendo de la
naturaleza humana, la fatídica angustia de las víctimas y la sinuosa aflicción
a la que son condenadas las familias de las asesinadas. Particularmente el
texto “Poema para Alexis”, construido a partir y con extractos de la noticia de
un feminicidio, proyecta una fuerza que nos coge desde la primera línea
llevándonos por un descarnado relato, atroz y vil, en que el “amor” mal
entendido amordaza el futuro, lo desmiembra y lo encarna en el cuerpo sin vida
de una chica asesinada a manos de su novio; alcanza un tono oscuro y torvo,
convirtiéndolo en uno de los mejores poemas del autor.
Dejamos nuestras almas rondando las
lámparas,
entró el viento con un evo que regresa,
tu sonrisa era esa
estrella que se apaga.
Este poemario nos lleva también a otros lares, a valles
donde lo místico y lo pagano cruzan sus aminos para elevar poemas de un
virtuosismo multicolor, en los que el poeta habita como dentro del templo lleno
de luz, adorando a ese dios que nos creamos todos aquellos que alguna vez hemos
experimentado el balsámico enamoramiento: la mujer.
La luciérnaga enciende metáforas,
lleva en su vientre un ala prisionera,
recuerdo que transita por mi espalda,
escalofrío que revela mi muerte en un secreto.
En estas páginas somos testigos de la evolución, lenta pero
precisa, de la poética de Cohutec Vargas. La materia prima con que ha urdido
estos poemas es el dolor puro, incluso ese que persiste agazapado en la
trastienda de la felicidad; transformando la más pestilente de las realidades
en un fino elixir para la memoria.
Estos son los últimos vestigios
de
dolor que me quedaron,
sin destinatario, ni epístola,
ruinas que gotean
a
la orilla de estos tiempos,
(…)
En estos tiempos de aislamiento voluntario “El silencio se
dice en blasfemia” de Cohutec Vargas Genis, es una lectura obligada para
mantener los pies en la realidad y tender un puente de miras a otras pandemias
que han azotado a nuestra sociedad mucho antes que el coronavirus como lo han
sido los feminicidios. Una lectura obligada para nuestro tiempo.
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