Que manía eso de contar
las cosas. No me refiero sólo al hecho de narrarlas, sino también, y sobre
todo, de enumerarlas. Lo cierto es que, cincuenta veces de arengar “2 de
octubre no se olida” ha ido también dándole forma a un ideario de la memoria.
Hemos contado cincuenta veces el 68 y hemos contado el 68 de cincuenta maneras
distintas. Cien, doscientas, mil maneras distintas, pero todas pendiendo de la
misma raíz, la memoria. Sigo, ya para terminar, mi recuento, arbitrario,
personal, bibliografía sentimental pues, del 68:
La
noche de Tlatelolco
Elena Poniatowska
construyó un libro de muchas voces, testimonios de lo ocurrido en aquellos
meses y en la postrera y fatídica Plaza de las Tres Culturas. Escuchó a decenas
de personas que airadas, indignadas, quejumbrosas o combativas narraban lo
vivido. Así como adobes, con cada testimonio Elenita levanto un muro que sirvió
como un monumento que se transformó en faro para aquellos que querían recordar
esa ignominiosa historia. Escrito con gran pasión, este es el libro clásico del
68 y una puerta de entrada, para muchos, a un recuerdo que nunca debe ser borrado
de la memoria de las futuras generaciones.
Parte
de guerra
Una crónica escrita a
cuatro manos por Julio Scherer García y Carlos Monsiváis aparecida hacia
finales del siglo XX. En la primera parte Scherer dibuja la realidad de los
acontecimientos a partir de los archivos de Marcelino García Barragán, otrora
Secretario de la Defensa y que desdibujan la versión oficial del 68. Incluso,
establecen por primera vez con total claridad la instrucción, ambigua y alevosa
que Díaz Ordaz dio al Jefe del Estado Mayor, el cual apostó en lo alto de los
edificios a soldados bien entrenados con la orden de disparar a la multitud. Por
su parte Monsivais cree que es imposible vivir sin recordar el 68, la experiencia
fundamental de una generación juvenil en la Ciudad de México", por ser
este el que "infundió en sus participantes la sensación del cambio súbito
de mentalidad... No se sintieron héroes, pero sí partícipes de la resistencia
al autoritarismo". Las dos aristas fundamentales de una historia que,
nobleza obliga, no echar al olvido.
Yo
acuso, poesía perseguida política
Versos testimoniales de
rebeldía y denuncia escritor por Leopoldo Ayala entre 1962 y 2003. Poemas que
con la vehemencia de quien derriba una muralla se plantan en la memoria como
una reverberación onírica que se transforma en una oleada de sentimientos
reales y presentes. Conformado por 150 poemas, el volumen parecía en un
principio condenado a la ignominia, hasta que, en 2003, fue editado por el
Instituto Politécnico Nacional. La poética de Ayala navega a la par de la de Bertolt
Brecht; ambos narradores líricos de su tiempo. Para muestra un botón: “Llevo
conmigo la batalla de 629 jóvenes que habían cesado de resucitar./ Mis muñecas
se doblan murientes en la trinchera de sus gestos.// Llevo conmigo los cuerpos
infantiles rotos contra las baldosas/ y que ha regresado el viento./ La sangre
de sus cuerpos rotos contra las baldosas,/ que el que sabe del sabor del
crimen/ no ha podido hundir en la porosidad del asfalto.// Tlatelolco pisotea
la frente y degüella la cabeza que estremecen los gritos.// Y yo acuso”.
Mexico
68: juventud y revolución
José Revueltas, siempre
crítico, comprometido y solidario con las causas sociales. El 68 no fue una
sorpresa para él (tal vez una consecuencia deseada), sí su de fatídico
desenlace. En este libro se compilan todos los textos, la mayoría de ellos
inéditos hasta ese momento, escritos durante los meses del Movimiento y después
en Lecumberri. Sus páginas contienen una miscelánea de tonos: reflexiones
críticas en torno a la autogestión universitaria; apuntes, notas y comentarios
políticos, cartas, documentos y notas personales que, en rigor, son un diario
del movimiento. Es tal vez, el libro sobre el 68 más crítico y lúcido de todos.
Se me quedan un par de
libros sobre el escritorio. Ya habrá ocasión de hablar de ellos. La ocasión llama
a preservar la memoria de algo que nunca debe ser olvidado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario