Escribir sobre el pasado
es una afición extraña. Así lo parece cuando reparamos en que escribimos para
el futuro, para acrecentar la fe en un futuro, posible o imposible, donde
alguien nos lea. Ahí el paradigma, escribir sobre lo pasado para alimentar el
futuro. Esa es la tarea del cronista.
A mis manos, y a mis
ojos, llega el proyecto editorial Palabra
en flor, díptico publicado por Ediciones Mayahuel con un apoyo del Programa
para las Culturas Municipales y Comunitarias de Hidalgo. Ambos libros dan
cuenta de la historia, pero, sobre todo, del patrimonio cultural, tangible e
intangible, del bello municipio de Acaxochitlán.
Hablo de estos dos libros
sin poder definir cual es el primero de ellos, no están seriados, cada uno
convive con el otro con la misma naturalidad con que cada uno puede ser tomado
por individual. Elijo aquel cuyo subtitulo versa Apuntes del patrimonio cultural de Acaxochitlán, y que adorna su
portada con la reproducción de un hermoso óleo de Fortino Oliver Rosales. Es el
volumen más delgado, contiene un recuento general de personajes, composiciones
musicales, bienes muebles e inmuebles, así como del acervo documental histórico
del municipio; remata con la lista completa (hasta la fecha) de los presidentes
municipales, así como con una lista de fiestas realizadas tradicionalmente en
sus comunidades.
El volumen con mayor
paginado, segundo en esta arbitraria selección, se subtitula Ecos y Voces de Acaxochitlán y muestra
en la portada a don Antonio Martínez Cruz, uno de los muchos habitantes y
adultos mayores que el autor entrevisto para ir dándole forma a su
investigación; además de las horas invertidas en la investigación documental.
Las páginas de este segundo libro escarban en lo profundo y van con detalle desde
los antecedentes históricos, la toponimia y el gentilicio, los relatos que la
memoria de los mayores nos ha preservado, las descripciones de las danzas, los
usos vocales, los detalles de los rituales y los actos festivos, los
conocimientos y usos relacionados con la naturaleza, las técnicas artesanales,
y los olores y sabores de la gastronomía de Acaxochitlán.
Pero ¿para qué compilar
datos sobre el patrimonio cultural de un lugar? Para preservarlo. Sólo se cuida
lo que se ama, solo se ama lo que se conoce. El espíritu de este proyecto es
hacer que los habitantes de Acaxochitlán revaloren todas aquellas cosas que les
rodean y que han sido elementos del desarrollo cultural de su pueblo. Es
trasladar al presente con palabras, aquello que en el silencio hubiera sido
consumido por el olvido.
En el prólogo de ambos
volúmenes, el destacado antropólogo hidalguense, Alberto Avilés Cortés,
escribe: “No escapa nada a las manos de Arturo Castelán Zacatenco, todo es
aprendido, desmenuzado e interpretado a la luz de nuestro tiempo”. Esa es la
tarea del cronista moderno; no sólo de ser un simple compilador, sino la de
convertirse en un alquimista que somete al crisol el pasado para forjar a golpe
de pluma el futuro.”
La edición, cuidadosamente
trabajada, carece por espacio del acervo fotográfico que el autor fue también
formando y que complementa lo dicho a través de los textos. Ahí la posibilidad
de una segunda edición en un futuro no muy lejano.
Sobresaliente es el
trabajo de Arturo Castelán Zacatenco, uno de los miembros más jóvenes del
Consejo Hidalguense de la Crónica, agrupación que cumple ya ocho años de vida y
que se encarga de la talacha para compilar, poco a poco, la historia de los
municipios del estado de Hidalgo. Hago votos para que su labor continúe y para
que cada cronista nos comparta el amor por su terruño en historias que con
orgullo se portan en el corazón.
Paso
de baca
Así es como el
ayuntamiento de A Coruña ha designado las manchas blancas que una empresa de
lácteos ha dibujado en un cruce peatonal. Dicen los oriundos que ese paso, no
cebra, sino baca, sí los representa pues en Galicia se produce más de la mitad
de la leche de toda España. Los gallegos dicen que la cebra no habla de ellos,
los mugidos de la baca sí; “Donde hay una vaca hay esperanza, cuatro patas y
una ubre sobre las que construir un futuro (…)” dice la nota de El País, sobre
el asunto que ha sorprendido a propios y a extraños. Mientras tanto, nosotros,
acá, decimos, ¡muuu!
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