Nunca antes había
empezado una novela sin tener el título elegido. Mario Vargas Llosa comenzó
“Cinco esquinas” sin saber cómo iba a llamarse y emprendió un camino por el que
fue escribiendo a “ciegas”. Después de 17 novelas publicadas y un montón de
premios recibidos, entre los que se cuenta el Nobel de literatura, romper con
el esquema tradicional de trabajo le permitió alcanzar una libertad que
refresca su obra narrativa con un libro que resume sus obsesiones literarias
pero que a la vez libera una voz narrativa aparentemente nueva, resultando en
la más “peruana” de sus novelas.
“Cinco es quinas”
es una instantánea del Perú de los años noventa, en las que el deterioro que envolvía
la campaña presidencial y después la presidencia de Alberto Fujimori embarró
todos los rincones de la sociedad peruana. A esta hecatombe política se sumaba
la guerrillera presencia de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario
Túpac Amaru, aderezando el fin de siglo peruano con zozobra e incertidumbre.
Cinco esquinas es
el nombre que se le da a una “encrucijada laberíntica” de los barrios altos
limeños, otrora prestigiada por los bohemios, artistas y músicos criollos que
hicieron del lugar un punto de encuentro hasta para los habitantes de las
barriadas más elegantes y ricachonas de la ciudad. Ahora, el barrio ha venido a
menos hasta convertirse en uno de los lugares más peligrosos y violentos de la
capital, conservando hasta el día de hoy su carácter de emblemático para los
peruanos.
El primer
capítulo, una delicia, por cierto, embelesa al lector narrando el fortuito
encuentro entre dos amigas que se ven forzadas a pasar juntas la noche por el
toque de queda, relación secreta que aparentemente estará paralela a la
historia fundamental, pero que termina siendo un cabo que no permanece suelto
en ningún momento. A partir de ahí la historia discurre con asombrosa
naturalidad, atrapando al lector hasta la última página y manteniéndolo al filo
del sillón con una trama llena no sólo de erotismo, también de intriga y
traición política: el esposo de una de ellas, un empresario minero prominente,
se ve envuelto en un escándalo mediático que involucra las fotografías que lo
muestran en una orgía y un semanario amarillista de poca monta; es la muerte
del director de la publicación lo que destapa la caja de pandora que sostienen
las manos de los dos hombre más poderosos del Perú en esos años: el mismo
Fujimori y su hombre de más confianza, Vladimiro Montesinos.
En esta novela
Vargas Llosa no solo hace gala de su natural habilidad para construir
personajes y recrear su habla con asombrosa exactitud sonora, sino que además
saca de la chistera los temas que han permanecido a lo largo de toda su obra:
la primera de ellas es el poder como “inocente” causa de los más terribles
males del hombre; el erotismo como el solaz y el tormento de los seres humanos,
así como el alcance que tienen los medios de comunicación para determinar el
destino de un hombre. Pero también, y aquí radica tal vez el valor más alto de
esta novela, se da el lujo de reinventar su propia obsesión entre la historia y
la estructura (observable desde “La ciudad y los perros”), disfrutando (se
nota) del juego con los diálogos y los escenarios, como si el lector observara
desde dentro una película donde los cortes lo llevan de aquí para allá, como en
un remolino (nombre acertado para el capítulo en el que lo desarrolla, el
veinte). Es pues el tema el que va guiando la pluma del autor para confirmar lo
que el mismo Mario Vargas Llosa ha dicho: Un
escritor no escoge un tema, son los temas quienes lo escogen.
En fin, que tal
vez para muchos no sea la mejor novela de Vargas Llosa, pero sin duda es una
muestra más de su habilidad narrativa, su capacidad de envolver la realidad en
la ficción más creíble (a veces más creíble que la misma realidad) y la
devoción que el autor siente por la literatura como el mejor espacio para la
redención de las heridas que la vida misma nos causa.
Antes de terminar
lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el
próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono,
literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de
frecuencia modulada. Hasta entonces.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario