Nada se recuerda más de un hombre que su ingenio.
Sobre todo si a través de él, se da forma al ideario colectivo de un pueblo. Ya
lo decía el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “El arte no es un espejo
para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma.” Y es que con sus
dibujos, con sus personajes, don Gabriel Vargas no solamente tomó un trozo de
realidad para mostrarlo, esa realidad de la que le tocó ser testigo en una
ciudad de México en la que se vivía a ‘todo dar’, sino que, no conforme con retratarla,
le dio forma a golpe de humor y de ironía, de forma y colorido, creando
personajes que influenciarían a la propia realidad de la que provenían.
Gabriel Vargas nació el 5 de febrero de 1915, en
la ciudad de Tulancingo, Hidalgo. Al quedar viuda, su madre lo llevó junto con
sus otros once hermanos a la ciudad de México, Gabriel sólo tenía cuatro años
entonces. La urbe de los 20’s y los 30’s, ambiente donde se desarrollo la infancia
y la primera juventud de Gabriel, fue determinante para imprimirle a sus
dibujos futuros el carácter particular con el que después se les reconocería.
Fue en 1930 cuando ganó el segundo lugar en un
concurso de dibujo convocado en la ciudad japonesa de Osaka, gracias a esto
Alfonso Pruneda, entonces flamante director de Cultura del INBA le ofreció irse
a estudiar dibujo a París, sin embargo la necesidad de aportar dinero a la casa
materna llevó a Gabriel a declinar la oferta para meterse como aprendiz de ilustrador
en el periódico Excélsior, poco tiempo después con tan solo 17 años, fue
nombrado Jefe del Departamento de Dibujo. Gabriel no lo sabía entonces, pero la
decisión de preferir la praxis a la academia, dotó a sus creaciones de un sello
desenfadado, de trazos rudos pero precisos que le daría una personalidad propia
e inconfundible a sus obras.
El éxito mayor de Vargas comenzaría en 1948,
cuando apareció “La Familia Burrón”, historieta que relata las peripecias de
una familia de clase baja que habita en una vecindad ubicada en el
“chorrocientos chochenta y chocho del Callejón del Cuajo” en el Distrito
Federal. La Burrón es una familia ‘tipo’ de la época, está compuesta por don
Regino Burrón, peluquero de profesión y propietario de “El Rizo de Oro”; Borola
Tacuche de Burrón, la esposa, creativa y dicharachera, proviene de una familia
‘ricachona’ y que posee una gran predisposición para meterse en problemas; los
hijos, Macuca (La Pechocha), Regino (El Tejocote, por su nariz de bola) y
Foforito Cantarranas, éste último un peuqeño adoptado por la familia; remata el
cuadro el perro-mascota Wilson. Todos ellos personajes entrañables, acompañados
de otros personajes ‘perifericos’ que nutrían las bretes que tenían que
enfrentar como familia, en los cuales cada uno de los lectores tenia una
oportunidad de reconocerse o de reconocer a alguien cercano o al meno conocido.
La Burrón era una familia que ejemplificaba las preocupaciones y temores que
todo núcleo familiar tienen por el futuro, pero también enarbolaba la alegría y
la esperanza más arraigada de todas las familias mexicanas, de la época y
futuras, luchando siempre por mejorar y ser felices, a pesar de una realidad
áspera como corteza de árbol.
La historieta Burrón tuvo una segunda época de
publicación a partir de 1978 y su último número apareció el 26 de agosto de
2009; más de 60 años después de su primer número.
Gabriel Vargas no solamente dibujó a la Familia
Burrón, creo otras historietas que aunque menos conocidas, fueron matices
diversos con que Vargas colaboró par dar forma a la realidad mexicana del siglo
XX. Historietas como “La vida de Cristo”, “Sherlock Juan”, “Pancho López”, “El
gran Putin”, “Los Chiflados”, Los del Doce, “Sopa de perico”, “El Chango Del
Fori”, completan una obra que convirtió al caricaturista en un verdadero
artista del ‘comic’ , como dicen los gringos .
Don Gabriel nos dejó no hace mucho, en mayo de
2010 su presencia física terminó. Sin embargo, el legado que deja a la
caricatura como oficio y como arte, es inconmensurable; la cultura popular de
nuestro México le guarda un lugar privilegiado, su obra incluso detonó
estudios, análisis y fue un pretexto para que otros artistas, fueran visuales o
no, dedicaran esfuerzos propios en homenajearle –me viene a la memoria aquel
maravilloso poema del maestro Hugo Gutiérrez Vega: “"Oda a Borola Tacuche
de Burrón (Escrita en versículos chipoclutos y dedicada a la Barda Chachis
Pachis Palemeque” –.
Gabriel Vargas, el patriarca de la Familia
Burrón, ha cumplido cien años, que mejor pretexto para volver a disfrutar de
los martillazos de su ingenio.
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