Emiliano Páramo
La primera vez que asistí a la Fiesta para el Mezquital, fue hace
unos años, en el 2007, cuando, camino del “whisky del Tixqui”, unos
amigos y yo pasamos por Santuario, en Cardonal, y nos detuvo la
celebración. Ahí en la plaza se levantaba la carpa debajo de la que
artistas propios y de fuera, pasaron 3 días compartiendo con la
comunidad sus palabras y sus actos.
Después de estos años, la
fiesta cada vez ha ido creciendo más, y hoy se levanta como una de las
jornadas culturales más significativas del estado, pues sin los
pretensionismos baratos de otros festivales, esta es por sobre todas las
opciones, una verdadera gala donde conviven los espejos y las ventanas
de las que siempre hablo: acá, el mezquitalense puede asomarse al espejo
que es su propia creación, su obra, sus modos y su palabra, pero
también se asoma con buen asombro a otras manifestaciones donde los
lenguajes artísticos nos enseñan que no hay más raza que la humanidad,
ni más palabra que la que se canta, se baila, se pinta. se toca o se
dice para nombrarnos como hermanos.
Conocí a Isaac Escamilla,
director de la fiesta, en aquella tarde de agosto de 2007, en el alto
Cardonal donde habita el Santuario de Mapheté. La noche de ese sábado
muy fresco, como suele ser agosto en aquellas tierras mezquitalenses
donde las montañas serpean, terminó entre huapangos y baile, como buena
fiesta de por acá. Por aquel entonces yo colaboraba en uno de los varios
festivales que en Hidalgo ocurren, y a pesar de los membretes que
ostentaban el mío y los otros, este que apenas comenzaba, vino a
ponernos el ejemplo desde aquel hermoso rincón del Valle: el festival no
era solamente una caravana de artistas venidos de fuera para entretener
a los lugareños, no; aquí lo que pasó, fue que entre todos levantaron
la algazara, y en el más amplio sentido de la palabra comunitario, la
comunión y el trabajo compartido, hicieron que desde ahí las historias
tejieran la trama desde la que se gestan ya, no sólo la zambra nuestra
de cada año, sino varios proyectos más que en diferentes áreas,
benefician a las comunidades con las que Isaac y sus compañeros de
fórmula colaboran.
Según su página web, los objetivos de la Fiesta para el Mezquital son los siguientes:
•
Poner al alcance de las comunidades rurales del Valle del Mezquital,
manifestaciones artísticas propias y externas para ser conocidas y
reconocidas. Este año, como en los anteriores, pude mirar al público
asombrado de Lagunilla, Mpio. de San Salvador, disfrutar largo de los
espectáculos y las presentaciones artísticas. Sé muy bien que en lo
conocido y en lo desconocido de lo dicho ahí desde el escenario, más de
uno pudo reconocer la otredad del que venía y la mismidad desde donde le
hablaba boca a boca y corazón a corazón.
• Promover e
incentivar en los más jóvenes, el conocimiento de las dinámicas de vida
que se dan alrededor de los recursos naturales de la región desde un
enfoque utilitario y estético.
• Desarrollar condiciones
óptimas para la generación de creadores nativos en el ámbito artístico.
Me queda claro que lo que la Fiesta para el Mezquital sigue haciendo es
sembrar, pero también ya ha comenzado a cosechar: las posibilidades de
acceso que significa el festival, y el hambre que despierta por la
vocación de decir y compartir, están sentando las bases para que muchos
levanten la voz, en el afán de decir lo muy suyo y lo de los demás;
amén…
• Crear un espacio de recreación para que las
nuevas generaciones retomen prácticas de su propia cultura en conjunción
con diversas disciplinas artísticas. Además de espejo y ventana, esta
fiesta es también “ropero de la abuela” que se abre para mostrar el
principio de nuestros principios, desde donde nuestro nombre común deja
en la tierra nuestro ombligo y nos funda alas desde la raíz.
•
Generar un sitio de encuentro y reflexión sobre la identidad cultural
de la región promoviendo la revalorización de la misma. Mirar a los
otros, siempre nos hará voltear a mirarnos a nosotros mismos.
Encontrarnos, siempre habrá de permitirnos conjugar, sumar y
multiplicar.
Esta vez en Lagunilla, me dio gusto saber que en
la fiesta, como dice Galeano, los horizontes sirven para caminar. Desde
esta casa arrodillada en los suburbios de Pachuca, mientras la tos se
come mis pulmones, abrazo con regocijo a todos los que ponen la mesa y
nos invitan a un comelitón donde los invitados y los que reciben, son
hombres y mujeres de palabra.
Jamädi…
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