Emiliano Páramo
- I -
Qué sorpresa encontrarnos de nuevo. Hacía tanto que no sabía de ti. Quién iba a decir que después de todo este tiempo, la vida nos volvería a juntar hoy, en un ADO camino de Pachuca. Los dos ya tenemos canas, pero yo te vi más linda que nunca. Tu voz es la misma de aquellos lejanos años de la prepa 4. Ojalá sí te vuelva a ver mañana. Me debes el beso que no pudimos darnos esa tarde de 1987, cuando no te dejaron salir de casa y yo te esperé hasta que el frío en la Plaza Juárez me hizo pensar que no regresarías. Yo me fui de la ciudad y después del país por muchas lunas. Tu hijo hoy se llama como yo. Mi hija lleva tu nombre. Y los dos tenemos unos años solos, pero esta noche, mientras tú duermes camino de El Lobo, a unos pasos de La Surtidora, y yo en los suburbios polvosos de esta tierra amarga, a mí me acompaña una esperanza, por eso me abrazo al sueño del adolescente que fui en una década que ya murió y en una Pachuca que ya no existe, pero que hoy, de golpe, regresaron con tus ojos, iluminándome el camino a casa...
- II -
Laura, qué cansado se siente Pedro Pan; ahora es tan sólo un muchacho triste que está llorando. No ha cambiado nada, no ha crecido, se quedó con tu edad, solo, sin ganas de volar, y se alquila como funámbulo sobre el filo de una Gillette...
- III -
Vinieron los hombres en cuadrilla,/y levantaron entre yucas una ofrenda;/venían del pueblo,/fundaron con sus manos una zambra de luz./Oficio de encender la noche,/han puesto fuego largo:/sagrado incendio donde habitan/ansia de color y de mujer en llamas./Algazara de abril,/tiene la plaza la extensión de tu cadera;/la mido a tientas,/a pasos que me estallan dentro./Pero la explanada no se dice con metros;/se explica con distancias de mujer y cielo,/con el viento colérico que ciñe a la ciudad/y con tus ojos./La plaza se pronuncia en longitud/con el embrujo repetido de tu cuerpo…
- IV - GRACIAS, CRUZ AZUL...
¿Por qué soy azul? Un día, Miguel Marín y el Kalimán Guzmán bajaron de un autobús en mi barrio. Traían pelotas y camisetas para todos, hasta para los grandes. No era día del niño, reyes o navidad, pero era mi cumpleaños. Aunque no vinieron por mi cumpleaños; vinieron por el puro gusto, a compartir con los que en mi pueblo le íbamos al Cruz Azul. Mi tía les dijo que era mi cumpleaños, y yo que nunca había tenido pastel para ese día, tuve hasta una bicicleta que Miguel Marín mandó traer. La “Vagabundo” azul sobrevive vieja, en la antigua casa de mi madre. Han pasado muchos años, y aún recuerdo las palabras que me dijeron, y las porras. Guardo también una foto. Hoy, que ya no puedo subirme ni a esa vieja vagabundo, ni a ninguna otra bicicleta, sigo recordando ese día de mi cumpleaños número 8, cuando en el barrio nuestra sangre se consagró azul en el motor de una máquina cementera que nos hervía en el pecho. Hoy y siempre, el Cruz Azul será campeón, por toda la esperanza que le regaló en muchas tardes de gloria, al lejano niño que fui aquella tarde, cuando Miguel Marín me llamó campeón. Gracias, Cruz Azul...
- V -
Descansa en paz, José Emilio. Tu pluma siempre será “el principio del placer”...
- VI -
¿Desde qué nube trepada tus ojos nos otean, papá? Ando mirando para arriba como cuando era niño y jugábamos a encontrar toros y palomas escondidos en el cielo que cobija el campo. Recuerdo que hace mucho me regalaste todas las estrellas de una noche de agosto; las fuiste nombrando mientras me decías cuánto me ibas a extrañar cuando te murieras. Qué lejos estaba yo de entender tanta tristeza desbocada, y de saber que llegaría enfundada por la caja de raso y palo donde mis hermanos te pusieron a reposar tu último sueño.
- VII -
A veces quisiera cortarme los pies y descansar un momento, pero me acuerdo que un día me cortaron las alas, y prefiero caminar, aunque sea despacito, aunque los pasos duelan...
- VIII -
“Ayer”, la musa y yo, nos fuimos a celebrar con pizza y café. Ella llevaba los mismos anteojos del cuento, yo llevé mi corazón, y nos pusimos el traje de estar contentos. También escuchamos a Calamaro cantar, y me compró chocolates, para que la dulzura habitada por sus labios, tuviera un testigo. Siempre es hermoso volver a Actopan cuando soy feliz...
- IX -
Hija, ayer tuve un Deyabuu y soñé que regresabas antes del fin del mundo, a comer conmigo arroz y frijoles negros, como en los días en que faltaba el dinero, pero abundabas tú…
Jamädi…
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