Emiliano Páramo
Conocí a Laura Dippolito de manera providencial, y precedida por todo lo que nuestra amiga en común, la narradora ucraniana Inés Grimland, me había referido. Aunque como cuentan los que saben de esto, los encuentros nunca son una casualidad; por eso, el día que junto a otras personas recorrimos la Tula milenaria, y ella se compró un collar de jade verde por una suma inexplicablemente pequeña, para un objeto de aquella naturaleza, todos concluimos que el collar aquel, había elegido el pecho de la señora, para tomar tibieza en el ritmo sincopado de su corazón.
Laura, un día me contó que, en experiencias altamente sagradas como para contarles en esta oportunidad, ella se sabía decididamente argentina, que valoraba y reconocía la sangre druida e irlandesa mezcladas en sus venas con la de sus antepasados italianos, pero que en México se había encontrado; que sin poder explicar el porqué, cuando caminaba las calles del centro de la Ciudad de México, algo la llamaba desde aquellas piedras en los muros viejos, a reconocerse y a nombrarse en lo profundo de esa historia donde era capaz de ver los ojos que seguramente habían mirado desde hace siglos el esplendor de aquella ciudad de palacios y leyendas.
La maestra Dippolito es una de las mejores narradoras que he visto en mi vida. Sus historias y cuentos, se han escuchado en España, Alemania, Estados Unidos, Colombia, Bolivia, Perú, Uruguay, Paraguay, México y más. La tarde de ayer, mientras leía, las entradas de su blog, me encontré con estas líneas que reproduzco a continuación, en las que relata cómo se hizo narradora, y ahora se las comparto:
Hace unos 10 años, concurrí a una de las conmemoraciones de la caída del Ghetto de Varsovia. Un alumno de uno de mis cursos tomaba parte, y me había invitado a ver su trabajo. Era de los últimos del programa, por lo que debí quedarme hasta el final.
Y entre los testimoniantes del horror, la crueldad y la locura, subió al escenario un hombre, David Shumeraij: vestido impecablemente, Y luego de presentarse, nos aclaró que, para nuestra decepción (término que utilizó), él no nos hablaría de la muerte y el espanto, sino de cómo había conocido a la mujer de su vida. Y recuerdo que me adelanté en la butaca que ocupaba, intentando llegar lo más cerca posible de esa historia en ciernes.
“Sólo supe que se llamaba Perla, y tenía unos ojos azules que le ocupaban toda la cara”. Sabiendo sólo eso, David buscó a Perla hasta encontrarla.
Éramos unas 600 personas en el más completo silencio: de repente el amor y su empecinada necedad habían ocupado el espacio menos pensado, y nosotros éramos todo oídos, todo aire para que la historia siguiera hasta el final. Y el relato menos pensado creció esa noche: una historia de amor, de búsqueda y encuentro, de la apuesta por esas certezas que se tienen pocas veces en la vida.
No fue hasta el final que supimos que Perla estaba allí sentada, en la primera fila. Cuando me acerqué discretamente, comprobé que David había dicho la verdad: varias décadas más tarde, los ojos azules de esa mujer aun le ocupaban toda la cara.
Acabó el acto y regresé a mi casa. Alguien me había abierto la puerta menos esperada: siempre había más de una manera de contar la propia historia... SIEMPRE.Y así empecé: al principio investigando… luego haciendo docencia. Y un buen día, alguien me propuso subir a un escenario…. Y muerta de miedo y de deseo, acepté. La Historia de David me llevó a esta vida.
Desde entonces, mi camino es ese: el que lleva a Eufemia, la Ciudad Invisible de Calvino, el oasis en el que los caminantes intercambiamos historias y palabras… Y seguimos luego nuestro rumbo, con otras historias, y otras palabras.
Laura Dippolito, regresa a Hidalgo este mes de abril, para participar como una de las figuras invitadas al Encuentro Internacional de Narración Oral “Un Aplauso al Corazón”, festival que organizan los maestros Jorge Skinfield y Elías Manzano. Así que el próximo oasis está a sólo unos días; su voz de sibila enlunarada se hará escuchar en estas tierras, para levantar desde la historia, razones donde el tango y José Alfredo celebrarán con la vida, un brindis interminable de gnomos y hechiceros. Pachuca y La Plata, son dos ciudades distantes, que la voz de Laura habrá de juntar, por unos días, en una fiesta levantada entre palabras.
Jamädi…
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