Vem Morten
Me rencontré con Elena Poniatowska, hace algunos años, en la “Ciudad de los Atlantes”, en una de las primeras ediciones de la feria del libro de la Secundaria Tollan; digo rencuentro, porque la conocí cuando yo estudiaba la preparatoria en la ciudad de México, en una lectura pública de “La noche de Tlatelolco”, un libro que marcaría profundamente a mi generación imbuida en la “nostalgia peor de lo que nunca jamás (nos) sucedió”. Leí el libro en la secundaria, donde el Maestro Alfredo Ramírez me lo recomendó. En aquel entonces, yo devoraba libros, de todo, y no imaginé que esa recomendación, me llevaría a encontrarme con la palabra abierta de una de las escritoras más influyentes en la cultura mexicana de mis años. Elena se volvió desde ese libro, y los sueños de adolescente que maquiné a partir de la lectura, una especie de urgente necesidad. Busqué todo lo que pude encontrar de ella; la leí y releí muchas veces, hasta hacerla –como sucede con los escritores que nos mueven y conmueven- una cómplice con facultades ignotas de sostenerme los sueños y el afán de cada día. Esto último se lo conté ayer a un amigo, y él opinó que exageraba; yo lamenté que a mi amigo nunca le hubiera sucedido eso con un libro.
El sábado 19 de mayo, Elena Poniatowska cumplió 80 años de edad. Nació en París, el año de 1932, y muy a pesar de su lugar de nacimiento, Elena es irrenunciablemente mexicana. Ama a este país, y su amor se confirma desde el compromiso constante que ostenta, en favor de las causas más urgentes del pueblo. Fue bautizada como la princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski (descendiente directo del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia). Su madre fue María de los Dolores Paula Amor Escandón, mexicana de ascendencia francesa. Hoy día, Elena no es la reina de Polonia, pero es soberana en el corazón de los muchos que seguimos su obra y su palabra.
En 2001 recibió el Doctorado Honoris Causa de la UNAM, al que se suman los de la Universidad de Sinaloa (1979), la UAEM (1980), la New School of Social Research de Nueva York (1994), la Florida Atlantic University (1995); en el año 2000 lo recibió de la UAM, en el 2001 lo del Manhattanville College en Nueva York, y en el 2002, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, también le concedió esta distinción. Pero mucho más allá de los reconocimientos académicos y oficiales, Elena ha recibido, como pocos escritores, lo que pienso es el mejor homenaje que alguien que se dedica al arte de la palabra puede recibir: el enorme cariño que sus lectores y el pueblo le conceden.
El 14 de mayo pasado, fui testigo del reconocimiento que la UNAM le concediera por estos 80 años de vida. Me emocionó profundamente ver la sala Miguel Covarrubias, en CU, repleta no sólo de “notables” del arte, la política y la academia, sino sobre todo, de jóvenes que llegaron para aplaudirla y demostrarle su afecto y solidaridad, a esta mujer que tantas veces les ha inspirado, desde sus libros y su ejemplo social como mexicana.
En aquella ocasión que cuento, de la feria del libro de la Secundaria Tollan, le obsequié “Entre quetzal y serpiente”, un poema que le escribí en las servilletas del restaurante a donde nos llevaron a comer mole poblano, y a beber cerveza, junto al querido y recordado Carlos Montemayor. Ella me pidió que no inclinara el vaso para servírsela, porque le gustaba que la espuma le dibujara un bigote al beberla. El poema en cuestión, hoy se puede leer en el libro “La tristeza de Papá Sabino”, para el que Elena me regaló un par de líneas que aparecen en la cuarta de forros. La vida me ha hecho muchos regalos valiosos, pero entre los mejores, está la amistad con que Elena tiene la gentileza de distinguirme.
He escuchado a “gente pequeña” preocuparse por las simpatías que la mueven en la escena política; me queda muy claro que Elenita está mucho más allá de esas preocupaciones; incluso más allá de sus simpatías; Elena no le pertenece a los colores, Elena es del pueblo, y el pueblo lo confirma siempre. Jamädi…
Milenio Diario Hidalgo
Lunes 21 de mayo de 2012
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