Venancio Neria Candelaria
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Rabioso entre canícula y tristeza,
te trajeron ayer
sobre una recua de águilas y alondras degolladas.
Vinieron tus mujeres
y te bañaron con r´antho,
con padrenuestros
y con lágrimas que guardaron
para el día de tu regreso.
Te esculcaron el recuerdo,
te trasijaron para intentar toparse en ti,
y costó trabajo
hallar las huellas desbocadas de sus besos,
esparcidas al voleo sobre la piel umbrosa
que te dieron las vigilias cabalgadas con furia
sobre sus ancas de jaurías y brama.
Trajeron hojas de aguacate,
azahares y ruda;
trajeron manzanilla y siempreviva
para sanar tus ojos.
Te abrieron los parpados a la fuerza.
Sé que hubieras querido guardarte todo,
quedártelo dentro para que nadie lo tocara;
pero ellas vinieron cargadas de ansias y cuestiones
a querer que habitaras
el último desamparo de sus insomnios y velas.
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Los muleros te miraron, por el monte,
pasar como pasa el espanto;
llorando vinagre,
bebiéndote el aluvión del abandono despeñado.
Dicen que te vieron anancarla,
que la amarraste a ti con festones y pájaros azules;
que saliste a galope, papá,
sobre los rastros que dejó San Dios,
el día que le vinieron el dolor y las arqueadas.
Cuentan que cuando te la robaste iba cargada;
que te aferraste,
sólo porque en sus adentros fue fundada la tristeza.
Te la robaste enrebozada al toque de ánimas,
y las ánimas la atajaron,
le cercaron los atisbos para entregártela,
y ella lloró seca y copiosa,
para adentro,
sabiéndose tuya
desde todas las ventanas abiertas del pueblo.
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Pero vinieron a encontrarte,
te venadearon camino del jagüey
santiguando la tierra con bala y mentadas.
Tuvieron que abrirte en canal
y desahuciar sus sentidos,
para poder arrancártela.
Yo la habría llamado madre,
con tal de beber de sus pechos
anochecidos borrones de astros diamantados.
Debiste traerla hasta la entraña del monte,
encerrarla entre azadas y machete,
para que nadie pudiera segarte la esperanza.
- IV -
Anoche cuando te trajeron,
hubo que refregarte el descuello
para desenterrar su sangre mezclada con la tuya;
me busqué a mí entre los rescoldos, papá,
y no hallé sino el ahogo que encontraste
en pos de su entresijo.
Esta mañana
quemaron la casa donde naciste;
vinieron desandado tus pasos,
queriendo encontrar ocultas claves
entre las huellas herradas de tu caballo dosalbo.
Hurgaron entre las pacas y sábanas de la finca.
querían saber cómo habías hecho
para inundar de apetito los balcones,
las naguas,
las alcobas prendidas.
Y no encontraron nada, sino tu sombra
envuelta en mala sangre y cardizales.
- V -
Después de trastumbar el olvido,
la noche se enciende, papá.
Tú no la preñaste,
pero mis hermanos trajeron su palabra
y me contaron que la criatura que llevaba
tendría tus ojos,
tu estatura
y tu misma sangre.
Pero ya no hagas caso,
voy por el mariachi,
regreso a acomodarte la mortaja.
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