domingo, 19 de junio de 2011

El escriba otra vez

Saúl Ibargoyen



Yo soy otra vez el escriba de pie


con un corazón que empieza a herrumbrarse


por decisión de los dioses inalcanzables.


Escribo así y aquí para simplemente tozudamente


respirar en la memoria de algunos otros


pues en este pincel o cálamo o lápiz están


las crónicas las tachaduras los gestos los silencios


las soledades los trazos las dudas los cánticos


de todos los escribas de pie que ya han sido


de todos los que son de los que quizá


resuelvan su intención de nacer.


-


Escribo sólo palabras porque ya no importan


ni éstas ni ningunas palabras pues hubo hay habrá


otros escribas de fáciles grafías


de versos que riman con el verbo poder


con el verbo usura


con el verbo complacencia


con el verbo violación


con el verbo complicidad


con el verbo sí señor


con el verbo cocaína


con el verbo engaño


con el verbo estatua


con el verbo comodidad


con el verbo cobardía


con el verbo mediático


con el verbo mercado


con el verbo corrupción.


-


Mi pluma viva o estilete o péndola o cincel


aún siente el temblor de los misiles que calcinaron


las entrañas de Kosovo y de Bagdad.


Y la tableta de barro o la hoja de seda o el fino papiro


o el suave pergamino o la fúlgida pantalla o el vulgar papel


quieren expulsar la costrosa sangre de los doscientos mil


prisioneros que ordenó decapitar Qin Shi


y los miles y miles degollados por Pedro el Grande


por el gran Alejandro y por Ricardo Corazón de León:


-


quieren borrar el sudor de las naciones


que extinguió la ira de Yaveh


y la orina de las niñas disueltas por el napalm


y la saliva de los desaparecidos en las playas del Sur


y el aliento de los poetas enterrados vivos


en los desiertos de Alá


y el hedor de los veinte millones de kilos


de tripas que Ruanda trituró


y el rumor de las nunca enfriadas cenizas de Hiroshima


y el flujo de la indita vulnerada en la milpa


y el excremento de los veinte mil esclavos que Roma


encajó en su cruz


y que no eran hijos de Dios.


-


Quieren quitar la piel de los negros incendiándose


en los altares del Ku Kux Klan


y el ardor de los pechos que el cuchillo de pura obsidiana partió


y los pulmones endurecidos por el veneno de Treblinka


y las venas cocinadas por una perfecta energía artificial.


-


Estas meras palabras de un escriba sencillamente no podrán


dar su voz y su hálito a la tantísima humanidad sacrificada


quemada gaseada desmenuzada ahorcada castrada violentada vejada


vaciada quebrantada expoliada fusilada guillotinada burlada


asesinada arrasada enterrada archivada olvidada


en Granada en Tlatelolco en Madrid en Haití en Cincinati en Honduras


en Guernika en Palmares en Santiago de Chile en Moscú en Armenia


en Tenochtitlan en Guatemala en París en Buchenwald en Gaza en Bogotá


en el Río de la Plata en Angol en Chechenia en El Salvador en Libia


en Etiopía en Kabul en Panamá en el Chaco en Atenco en Acteal:


¿sólo ahí? ¿solamente ahí?


-


Yo el escriba con mi yo me levanto


al costo de este menguado cuerpo y digo


que ya no quiero respirar


adentro de las palabras


porque en cada migaja de cada una de estas tierras


de cada una de estas aguas


hay restos de úteros de novias humilladas


hilachas de pellejo infantil


fragmentos de prepucios y de lenguas


uñas mutiladas y ojos coagulándose


nervios atomizados que el verdugo arrancó.


-


Y yo el escriba otra vez con sus yoes a cuestas


nada estoy diciendo de las banderas mordidas por la sombra


de las cucharas con su cruda hambruna


de los platos con su sucia sed


de las tortillas corroídas y los panes enfermos


de las cruces marchitas y los templos malolientes


de las monedas virtuales y los cheques vacíos


y las tarjetas de plástico


multiplicándose y pudriéndose.


Porque nada quiero decir:


siempre es difícil hablar como cantando.

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