Pocas veces se habla con claridad. Es tal vez por ello que entre la población civil hemos notado un desencanto en relación con los festejos de este ya inminente quince de septiembre. ¿Celebramos o no la Independencia de México? ¿Debemos enaltecer a los hombres y mujeres que, llenos de debilidades y dudas, encabezaron una guerra por momentos sanguinaria y aparentemente si rumbo claro?
Debemos celebrar a México. A este país forjado en la ambición personal y el compromiso social, en el arrojo y la conformidad, en el valor y el miedo de un pueblo deseoso y necesitado de encontrar un camino que enfile al porvenir. Un conjunto de luchas diversas que nos han dado Patria. El próximo miércoles estaremos celebrando doscientos años del inicio de la gesta independentista y estaremos reconociendo el valor, el coraje y el compromiso de un puñado de hombres que buscaban mejorara las condiciones de aquellos que les rodeaban, pero todavía no podremos celebrar la Independencia como tal. Será hasta dentro de once años y once días, es decir el 27 de septiembre del 2021, cuando podamos regocijarnos en el Bicentenario de la Consumación de la Independencia, recordando la entrada del ejercito trigarante (encabezado por Guerrero e Iturbide), a la ciudad de México. Lo que pocos saben es que, algunos historiadores señalan la firma del acta de Independencia de México al día siguiente, el 28 de septiembre de 1821; terminando así con más de tres siglos de dominio español. De cualquier manera tendremos a partir del próximo miércoles, más de once años para reflexionar lo ocurrido durante la Independencia y la manera en que hemos transformado esos logros. La Independencia es probablemente un guerra que no ha terminado y en la celebración debemos mantener el espíritu de lucha para liberar a México, ya no de los españoles, sino de los males que mantienen a nuestro pueblo sumido en la desesperanza. ¡Viva México! Sin lugar a dudas.
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*Publicado el sábado 11 de septiembre en el diario Síntesis de Hidalgo.
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