Sumándose a los festejos para celebrar los ochenta años de uno de nuestros escritores más emblemáticos y leídos; el Instituto Nacional de Antropología e Historia tuvo el acierto de publicar, en una edición especial, el cuento Chac Mool de Carlos Fuentes. Aparecido por primera vez en 1954 como parte de una colección de relatos titulada “Los días enmascarados”, rápidamente se convirtió en pieza imprescindible de la literatura fantástica mexicana. Éste narra los extraños sucesos ocurridos a un capitalino de clase media después de haber adquirido en una tienda de La Lagunilla un Chac Mool de tamaño natural. La efigie, figura emblemática de la cultura maya, trastorna de tal manera la vida de Filiberto que lo conduce al inexorable camino de su muerte. Escrito con una fluidez que mostraba ya una voz propia y un manejo del idioma impecable por parte de su autor, Chac Mool mostraba también el interés de Fuentes por hacer convivir el pasado y el presente de un México convulso en su esencia, lo que ha estado presente prácticamente en la totalidad de su obra. En las treinta y cuatro páginas de esta nueva edición, el texto convive con fotografías realizadas por Patricia Lagarde al Chac Mool localizado en la cámara subterránea del Templo de las Mil Columnas de Chichen Itza, pieza por demás interesante y prácticamente desconocida para la mayoría del público arqueológico. La peculiaridad de esta pieza descubierta en los años treinta radica en el yelmo en forma de iguana que sostiene el Chac Mool y en las cabezas decapitadas que se esculpieron como parte de sus muslos. La edición, de un hermoso cuidado, tiene además la valía de ser corta, apenas mil quinientos ejemplares (muy pocos para un autor consolidado como Carlos Fuentes) que no están disponibles en librerías y que seguramente serán objeto de culto para coleccionistas de raras ediciones o de los libros de Fuentes. Sorpresa y beneplácito provoca el que una institución como el INAH, cuya principal tarea no es precisamente la difusión de la literatura, enfile sus huestes a mostrar que el arte y la cultura están unidos por numerosos vasos comunicantes que permiten el disfrute estético y la recreación de lo que fuimos y estamos llamados a ser.
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