lunes, 13 de enero de 2014

De la Poni y del presente

Emiliano Pàramo

- I -
Hace unas cuantas semanas, el presidente de la república felicitó al “Cepillo” Peralta y a Raúl Jiménez, muy de madrugada, por lograr la clasificación al Mundial de Futbol; pero olvidó felicitar a Elena Poniatowska por ganar el Premio Cervantes... ¿Qué habremos de esperar, en un país donde eso y más le sucede a sus autores? Y en una ciudad (Pachuca) que en el lugar construido para albergar un museo de arte contemporáneo, levante un adefesio en forma de balón y un museo dedicado al negocio del fútbol (dije negocio, nunca deporte).
Cuando nos enteramos que Elenita había sido merecedora del Premio Cervantes, yo al igual que muchos en este país, y más allá, me puse muy contento y celebré la noticia desde la ocasión. Pero, muy a pesar de todo lo que “La Poni” representa para México y para muchos lectores, voces salvajes se alzaron para denostar a Elena y la distinción que le ha sido concedida. En ese momento un amigo recordó la muy manoseada anécdota de los “cangrejos mexicanos y los cangrejos extranjeros” (Los mexicanos se jalan unos a otros, pasando sobre los demás, evitando que el compañero alcance la meta, por lo que nunca consiguen salir del recipiente que los contiene, a pesar de estar abierto. Los extranjeros van en un recipiente cerrado, porque entre ellos se apoyan “codo a codo” para salir de su encierro.), yo lo contradije, porque aunque me ha tocado ver más de una vez cómo en mí país, el éxito ajeno resulta imperdonable para muchos de los que rodean al victorioso, creo que aquí y en China, ser culero no tiene nacionalidad.
Recupero para que también conste la otra parte, la publicación que en su Facebook hiciera la Mtra. Eliud Zamorano, figura principal del fomento de la lectura en Hidalgo: Me he emocionado tanto con ella y por ella, que ayer no tuve (ni hoy tampoco tengo) la palabra exacta que describa lo grato que es saber que ha sido galardonada con el premio Cervantes... Felicitaciones Sra. Elena Poniatowska Amor.
- II -
Este año comienza difícil para todos, pero confío en que Facundo siga teniendo razón en lo que alguna vez dijo: …el bien es mayoría, pero no se nota, porque un coche bomba o el disparo de un AK-47, hacen mucho más ruido que una caricia…
Un día llegue a Tandil y conocí a un anciano que, a falta de inteligencia, se le dio por ser muy sabio; le pregunté por Jesús, una noche al lindo viejo, y ahí mismo lo conocí, cuando me alcanzó un espejo…
Me acuso de mirar desesperanzado durante el 2013, pero despedí el año con el profundo deseo de mirar hacia adelante con el ojo de la fe sustentada en mí trabajo. Son malas algunas de las noticias con que nos recibe este nuevo ciclo: reformas y un largo yugo normatizado en lo peor de las intenciones de nuestros legisladores; sin embargo, sé que la “revolución sin manos” que todos esperamos, en favor de mejores amaneceres en las tierras que nos tocó vivir, está comenzando corazón adentro, y no nos vamos a dejar.
Ojalá la revolución aflore primero en un ejercicio que nos haga reconocernos desde la mismidad que nos habita, antes de pensar en aquello que nos separa. Ojalá prevalezca la hospitalidad entre nosotros, y nos volvamos un solo puño en alto, una sonrisa esperanzada y manos de amor para el trabajo conjunto, que esto entre todos lo vamos a cambiar. Nadie desde una cámara o un escritorio va a venir a cancelarnos el presente.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano, en una de sus imprescindibles ventanas, ha dicho sobre la utopía: he estado muchos años persiguiendo el horizonte; camino dos pasos y el horizonte huye dos pasos, camino mil días y el horizonte huye mil días más allá. Por mucho que yo camine, nunca lo alcanzaré. ¿Para qué sirve entonces perseguir horizontes? Para eso sirve: para caminar. Y como parece no haber senderos, juntos haremos caminos al andar…
P.D.
Mi amigo Adrián “El Mishi” Hernández, como buen gato-poeta, tiene siete vidas; pero a mí, esta que ando jalando, es la única que me queda. Si notan que de pronto me ando despidiendo, no se afanen, juro que este seguirá siendo un largo adiós, como el que acostumbran protagonizar los grupos musicales, que les lleva varias giras gozosas de encuentros y reencuentros.
Mi reencuentro de ahora es con las palabras y las personas; ayer vinieron mis tías del pueblo y volvieron para traerme “Noticias del Imperio”. La muerte sigue llamando, pero yo, sin abrirle, nomás le hago “caracolitos” con la mano izquierda. Aquí me seguirán teniendo a sus canijas órdenes; ordene mi general Zapata… Jamädi… 

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