viernes, 4 de abril de 2008

Un poema de Marisa D'Santos

Ojalá que tu nombre deje de golpearme.

Que mi grito libere las palabras
que me atan a tu verbo.
Que mis días no sean
rosario de inválidas horas.
Que los manzanos sobrevivan
la mordida del invierno.

Atrás el pedregoso camino de los santos
las verdes dunas
el rastrojo que araña los tobillos
la sed de agua
el hambre de pan
el cortante anochecer de los Bierzos
los dolores de la carne
el crédulo paso del peregrino
la piedra.

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