miércoles, 16 de abril de 2008

Supervivencia

Te evoco
bananero patético que agitas mi desnudo corazón
en el día salmodiante
te evoco
viejo hechicero de las montañas sordas por la noche
justamente la noche que precede a la última
y sus redobles de tedio golpeando en la poterna loca de las ciudades enterradas
pero no es sino el preludio de las selvas en marcha sobre el cuello sangrante del mundo
es mi odio singular
llevando a la deriva sus témpanos de hielo en el aliento de las verdaderas llamas
dadme
ah dadme el ojo inmortal del ámbar
y sombras y tumbas de granito cuadriculado
pues la barrera ideal de los planos húmedos y de las hierbas acuáticas
escucharán en las zonas verdes
los intérpretes del olvidos anudándose y desanudándose
y las raíces de la montaña
exaltando la estirpe real de los almendros de la esperanza
florecerán por los senderos de la carne
(la penuria de vivir pasando como una tempestad)
mientras que bajo el cartel del cielo
un fuego de oro sonreirá
al canto ardiente de las llamas de mi cuerpo

Aimé Césaire
De Las armas milagrosas, 1946
Traducción de Lizandro Z.D.Galtier, 1974

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