El Universal
Ni la mismísima edición conmemorativa que recoge los trabajos del primer Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española realizado en México en 1951 y que es coeditada por la Academia Mexicana de la Lengua y el Fondo de Cultura Económica, utiliza las nuevas reglas de ortografía que hoy serán discutidas por representantes de las 22 academias de la lengua española reunidos en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
La Academia Mexicana de la Lengua, impulsora de este libro que contiene la historia de ese primer encuentro, en el que curiosamente no participó la academia española debido a problemas políticos, declinó utilizar la nueva Ortografía razonada de la lengua española y no le quitó la tilde al adverbio sólo –proveniente de solamente- ni a los pronombres demostrativos como éste, ésta o aquél.
Aunque estuvieron a tiempo de apegarse a las modificaciones ortográficas que el académico español Salvador Gutiérrez Ordóñez, coordinador de la obra que será publicada en 2011, considera “una reclamación histórica” de una ciencia ortográfica que “necesitaba una obra que desarrollara el porqué de las diferentes normas y reglas”, ni ese volumen celebratorio ni los libros que publiquen las editoriales mexicanas Cal y Arena y Fondo de Cultura Económica, se ceñirán a las disposiciones propuestas por la Real Academia Española.
La nueva ortografía que plantea, entre otros cambios, que el alfabeto tendrá ahora 27 letras -la “ch” se suma a la “c” y la “ll” a la “l”- y que se escribirá exministro y exnovio, en vez de ex ministro o ex novio, no modificará los manuales de estilo de las editoriales y tampoco sus convenciones o normas de ortografía particulares.
Y es que esa “introducción científica, razonada y reflexiva de la Ortografía” como la definió Gutiérrez Ordóñez, es calificada por estudiosos y editores mexicanos como producto de una “ociosidad sin límite”, una acción “ridícula”, “una muestra de que la Real Academia de la Lengua está compuesta por un conjunto de paquidermos, lentos, viejos” y una serie de modificaciones que de utilizarse será por “comodidad e incluso por ignorancia”.
¿En pos de la internacionalidad?
Luis Fernando Lara, lingüista de El Colegio de México y coordinador del Diccionario del español de México publicado por esa institución tras 37 años de trabajo, afirma que las modificaciones “parecen ser una táctica de venta de la academia española porque la verdad no es para tanto” porque eso de que quitó del orden alfabético la “ch” y la “ll” ya lo había hecho desde 1999 y “ahora lo saca para agitar un poco al público”.
El único afán, dice Luis Fernando Lara, es “ser dizque más internacionales”; sin embargo, agrega que esa internacionalidad se les atranca con la eñe, pues “con la eñe no pueden hacer nada porque sería ridículo que trataran de sustituirla como en francés con ‘gn’, como en catalán con ‘nl’ o como en portugués con ‘nh’, sería ridículo; entonces no es tal internacionalidad”.
Estas modificaciones a la lengua que tiene alrededor de 440 millones de hablantes, de los cuales casi 400 están en América Latina y de ellos, más de 100 millones son mexicanos, son calificadas por el editor y escritor Rafael Pérez Gay como una ociosidad sin límite.
El director de la editorial Cal y Arena dice que “el lenguaje es la cosa más viva, moldeable, se está transformando todos los días. Incluir nuevas palabras me parece perfecto, pero agarrarse a bofetadas con las tildes me parece una estupidez. ¿Qué sentido tiene que decreten que ahora ‘solo’ no se va a acentuar?
Pérez Gay considera que “eso es una muestra de que la Real Academia de la Lengua está compuesta por un conjunto de paquidermos, lentos, viejos, que no van a ir a ningún lado, que van caminando a la desaparición”.
Sin impacto editorial
Independientemente de lo que hoy aprueben o dejen de aprobar las 22 academias de la lengua española, editoriales mexicanas como Cal y Arena y el FCE no modificarán sus manuales o normas de estilo editorial. Las posiciones van de la cautela a la radicalidad.
Tomás Granados asegura que el Fondo no tienen planeada ninguna adecuación. “Nosotros no nos planteamos en este momento hacer una adecuación exacta a la que vaya a decir la academia, desde luego vamos a ver con detalle todas las observaciones y probablemente utilizaremos algunas que sí aceptemos y otras que no, acogiéndonos más a nuestra propia tradición que a un dictado de una institución tan respetable como es la academia”.
Existen otras posturas menos condescendientes. Rafael Pérez Gay niega cualquier cambio a las convenciones de estilo editorial de Cal y Arena.
“Editorialmente yo voy a seguir usando los acentos como me los enseñó mi maestra Eustolia, en quinto año de primaria. Me costó mucho trabajo aprenderlo, ya lo aprendimos, qué vamos a ganar con ‘solo’ sin acento, sólo ganaremos en confusión”.
En eso coincide Luis Fernando Lara. “Creo que la academia no reflexiona suficientemente sobre cuál es su papel, debe tener opiniones bien fundadas y sobre todo conocer el uso. La academia lo ha pretendido siempre (imponer reglas) pero en una sociedad moderna eso cada vez tiene menos vigencia”.
Para Granados las propuestas de la academia son sólo una referencia pero no es como un cambio a la Constitución, que puede decir que un individuo es ciudadano a partir de los 17 años y eso no es opinable.
Razones comerciales
Más allá de aceptar las nuevas reglas, queda la duda de ¿por qué modificar la ortografía? Una explicación posible es la comercial. Para Lara “parece ser una táctica de venta de la academia española”. Granados señala que parece haber una conveniencia de vender libros de ortografía. “Se crea, junto con la editorial que publica las obras de la academia, la sensación de que hay que renovar estas normas y entonces ahí vamos los escritores, editores, bibliotecarios y profesores a comprar ejemplares de una nueva serie de reglas. El lenguaje ocurre sin noticias y de pronto es inventar una noticia, un fenómeno y hasta un efecto comercial”.
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