martes, 2 de abril de 2013

La Palabra Ladra (Mauricio Jiménez “Morocco”)

Emiliano Páramo

Dice Gabriel Zaid que la poesía es necesaria porque hace más llevadera la vida; sin embargo, nuestra tendencia ineludible a la inmediatez, hace que la vida misma establezca frías prioridades antes de la poesía. Si a esto le sumamos que los mismos poetas se han encargado de alejarse de la gente, con posturas y actitudes elitistas que se ven reflejadas en su poesía, a través del uso y abuso de un lenguaje sofisticado y petulante, que poco o nada colabora con el oficio. La poesía tendría que quitarse el moño y la librea; pero sobre todo, andar por la calle en la boca y las orejas del mundo.

 
Eso lo sabe y ejerce por destino, el buen Mauricio (Miauricio) Jiménez “Morocco”, quien desde su oficio de palabrero, propone sacar a la poesía de los libros y posicionarla desde su carácter sonoro, y humano; comunicarse directamente con el público y jugar con los elementos propios del escenario, a partir de la viva voz del autor y su experiencia.

 
Mauricio Jiménez es un cachorro escandonativo (Chilangotlán, 1979), que por vivir en un departamento con pasillo era ignorantemente feliz de su clase media fregadona y media. Deambulando por la periferia del mundo que la ciudad le ofrecía, rolando con sus melcochoros llenos de desamor y florituras rimaditas se topó con la obra de Rodrigo Solís, Mario Santiago Papasquiaro y otros más que le contagiaron su roña, el blues y el guacarrock.

 
Desde esos andares subterráneos se ha dedicado a desaprender lo zambutido en la escuela, hasta ejercer la palabra viva y convertirse por fortuna, en un poetoide que busca arrancarle a la poesía la formalidad con que la visten los “doctores”. Así, casi por casualidad, se convirtió en miembro fundador del colectivo Poetoidesía Mexicana.

 
Naufragando en la red, sus “letrinas” llegaron hasta el otro lado del charco, hasta los ojos de Ángel Ravelo, cantautor canario que se dio a la tarea de volver canciones un par de sus textos: “Hoy todo ha salido mal” y “En el huerto de los olvidos”. De este modo ha logrado salir de su cómodo anonimato nacional, para volverse un perfecto desconocido en la escena cultural underunderunderground europea.

 
Cuando Rodrigo Solís y Santiago Chávez emprendieron “La Tortillería Editorial”, en el año 2004, utilizaron al Moromiau como piloto de pruebas para cazar insectos y otros errores en la programación de la cuchufleta. Más tarde se convirtió en editor y administrador de la página de la mismísima Editorial “de las masas”.

 
Disfrazado de vagabundo hizo casting con varios jóvenes directores en ciernes, y ha colaborado en sus proyectos como actor y guionista en algunos cortometrajes; sobresalen “Hazmerreir” y “La Tortuga de Arena”.

 
A finales del 2009 su proyecto La Palabra Ladra (pero no muerde), fue seleccionado para el programa Redes para el Desarrollo Cultural Comunitario, de la Secretaría de Cultura de Chilangotlán de los Imecas, llevando sus palabrotas hasta oídos cachorros. Por las mismas fechas fue invitado para fingir (sic) como juez en el concurso “Musisensibilizate por la NO Violencia” organizado por el IPN.

 
Cotorreando la palabra, ha unido su blablablería con la de Adolfo Ramírez y Emiliano Robles, armando el chou urbano y prosaico Poesía MalDezida y llevándolo a diversos antros dizque culturales del DeFiéndete. Por ahí del 2010 resultó ganador del Slam Bicentenario y se coló al Festival Internacional “Poesía en Voz Alta”, celebrado con tino y buen gusto por ilustre Casa del Lago.

 
Abriéndose camino a palabrazos ha llegado a diversos e inesperados escenarios como el Vive Latino, el Cine Nacional, el Recital Chilango-Andaluz, el Encuentro Hispanoamericano de Escritores Horas de Junio en Sonora y el eSpoken Fest del Museo del Chopo. También se ha vuelto activo colaborador de la Secretaría de Cultura de del DF, como promotor de lectura a través de los programas Letras en Guardia, Letras en Fuego y las Librerías Itinerantes.

 
A día de hoy se encuentra esperando a Waits y el milagro que vendrá. Mientras tanto ha aprendido a comprenderse como payaso que no acepta su oficio, mientras se disfraza de poeta para engañar al respetable con palabras urgentes y rabiosamente amorosas. Este entrañable señor, es un referente obligado en nuestro país, en lo mejor de la escena poética que vale la pena saborear.

 
Jamädi…

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