Bajo el ardor de la noche que calcina sus luces
mercuriales, viajan las calles a la par de los sueños del vitriolo.
Recuerdo hace
muchos años, en la pubertad en canal en que la vida me aprisionaba, haber
tenido la oportunidad de conocer al Luis Ignacio Helgera. Fue en los momentos
en que asistí a un curso taller titulado la Poesía en prosa en México; en el
corazón palpitante de un “de efe” ochentero. En aquellas tardes Luis Ignacio
nos sumergió en el maravilloso mundo de la poesía escondida en la prosa de
grandes escritores y un poco más tarde en la poesía velada que inundaba la
prosa de algunos otros. Este hibrido impuro para los más ortodoxos, me permitió
disfrutar de maravillosas lecturas y de una fraterna amistad con Helguera,
quien años después moriría.
Bebo de su rostro y la ciudad se pierde en sus
arrugas, en las lenguas de asfalto que simulan las calles y avenidas que
recorren su frente.
Aquel gozo volvía
sentirlo pocas veces en la vida. Una suerte de saber que entre los pliegues de
una virgen uno va encontrando los más lascivos y húmedos deseos ya cumplidos y
experimentados, ocultados apenas al finalizar el codiciado clímax. Un laberinto
lacónico en el medio del cual un jardín se asoma perfumado de tranquilidad el
extravío que se padece. Para ello no hay guía, sólo el instinto de saber que,
parafraseando a Balam Rodrigo, la lucidez
es el peor grado de locura.
Ese es el gozo
que otorga “Líbelo de varia necrología”. En cincuenta y cuatro prosas poéticas
nos arroja a distintos mundos en los cuales debemos guiarnos por lo que vamos
sintiendo, por los olores de rancios orines de gato, de aves disecadas por las
pupilas de quien los ha mirado, de la podredumbre de plantas marchitas por el
olvido. “Líbelo de varia necrología” es en realidad el compilado de tres libros
de poesía: “De Madame, La Loca y sus
noches gáticas”; “En de la lengua del cardo ya más muerto”; y “De los ebrios
cazadores de luz”. Cada uno marca un momento distinto dentro de estas páginas,
cada uno como un acto que da forma al todo de una puesta en escena donde la
poesía se muestra tangible y descarada. Ya de este libro Balam Rodrigo nos
advertía la importancia de la mirada para el poeta, pero sobre todo de que lo
que se mira es poseído y conservado por el poeta en cada uno de los versos.
Nunca tanto como en este libro la idea de “imagen poética” esta reforzada, como
equiparable a la imagen fotográfica. Cada poema de este libro es pues, una
imagen latente en espera de ser revelada por la mirada del lector.
Revelar es un acto de la huida. Sordos al
designio de los dioses, cercenamos la luz en cruel mordidam (…)
Balam Rodrigo,
nación en Chiapas en 1974. Es poeta, autor de 11 libros de poesía publicados
desde 2005. En 2012 obtuvo el premio único del Certamen de Literatura “Sor
Juana Inés de la Cruz” convocado por el gobierno del Estado de México, son el
libro “Braille para Sordos”; y en el 2014 el Premio Internacional de Poesía
Jaime Sabines” con el libro “Iceberg negro”.
La locura es un manzano cuyos frutos abisman
catedrales en el sueño.
“Líbelo de varia
necrología”, su quinto poemario, fue publicado por la Editorial Tierra Adentro
en el 2008. Sus páginas son habitadas por gatos, por la ciudad, el mar, lo
nocturno; pero también por el infortunio, por la dicha, su pasión por el habla,
pero sobre todo por la locura y la mirada.
Detrás de la lente, la vida es una gota de humo.
En este libro
Balam Rodrigo nos deleita con una poesía-prosa audaz, imaginativa y morfológicamente
bien cimentada en tradiciones que van más allá de las poéticas, pienso ahora no
sólo en Jorge Luis Borges, también en Edgar Allan Poe, por mencionar un par de
escritores que han bebido de la misma fuente envenenada que Balam, la poesía.
Rodajas de sol y desmemoria en el plato calcinado
de la tarde (…)
Ya desde este
libro, Balam Rodrigo se consolidaba como uno de los poetas de la generación de
los 70, más consciente de su labor poética, y uno de los más entregados a
buscar ese vínculo inalienable entre la imagen y la poesía; es un autor del
seguramente seguiremos leyendo mucho en el futuro.
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