lunes, 31 de diciembre de 2012

Recados de fin de año


Venancio Neria Candelaria

- I -
Esperaba verte antes que terminara el año, pero nunca llegaste; no volviste a llamar, y me quedé esperando tu palabra, mientras colgaba los abrazos que guardaba por si acaso regresabas con frío.
Compré para ti, dos bolsas de yerba y un mate de cerámica con bombilla.
Una cruz amarga me dibujé en la boca, y me senté a esperar más días helados de este invierno sin ti.
Si regresas, procura quedarte a matear, que yo estaré cebando para vos la mejor yerba, con agua derramada entre cardones...

- II -
Los poyodrilos no existen. Busqué debajo de la cama y en el cuarto de a lado, donde se supone anidan, pero no hallé sino silencio, por donde antes floreció la aurora.
Los ufólogos afirman que tienen costumbres migratorias; dicen que los han visto devorando la cima del Kilimanjaro, al sur indómito que habita entre princesas.
Cuentan que son de canto melodioso; hay en la tribu algunos que aseguran haberlos escuchado.
Yo nada sé; pienso que debí haberlo soñado, en el delirio de la fiebre de un domingo por la tarde. Guardo recuerdos borroneados, nostalgia silenciosa regada entre latas de atún y queso Filadelfia.
Sé que no existen, los libros lo confirman; pero entonces, ¿de dónde habrán salido estas plumas, y tanta certeza de notas y aletazos?

- III -
Después de estos años de mucha ausencia acumulada, desde aquella madrugada en el aeropuerto, puedo jurar que no cambiaría nada de esta historia. Aun en medio de esta dolorosa añoranza, recordarla una y mil veces durmiendo junto a mí, en mi cama pequeña, siempre le enciende las luces a mi casa. Por eso y mucho más, siempre que paso por la Alameda, junto a lo que queda del convento, ruego que el recuerdo de la historia de Don Baltazar De Zúñiga, me incluya y permanezca. Este año sin patria ha sido feroz, pero México siempre se ha sabido suyo. Donde esté, con quien esté, Señora, debe saber que nunca conseguiré olvidarla, y que aquí estaré, por si volviera...

- IV –
¿Alguno de ustedes tiene idea de lo mucho que los voy a extrañar?

- V -
Arroz con frijoles, y tú tan lejos de Pachuca... Ya cerraron la fondita donde comíamos junto a la universidad, pero queda el recuerdo de los días gloriosos en que faltaba el dinero pero abundabas tú. Te extraño…

- VI -
Hoy hubo arroz con huevo, pero nada se parece al omelette de pimientos y esperanza que sabes preparar como nadie lo ha hecho, en este lado del mundo, donde anochece sin ti...

- VII -
Aun con la sangre arrodillada, puedo escalar 3 pisos en Salazar, en las noches de Pachuca y en la escalera al cielo que crece de tu vientre, muchacha “ojos de papel volando”...

- VIII -
Hoy me enteré que la chica que fue mi primera novia murió. Me tomó tan de sorpresa, y no imaginé que esa herida, después de tantos años de no verla, pudiera doler como está doliendo justo ahora. Fue como si se cerrará de golpe un capítulo imprescindible en el archivo de lo mejor de mi vida. Se llamaba Jazmín y vivía en la entrada de mi barrio, en una casa con puerta y ventanas rojas. Fuimos muchas veces juntos al cine, en esa época en que con mucho trabajo me alcanzaba para el boleto de los dos. Ella tenía 13 años y yo 11. Nunca atendí a las películas, pues me pasaba todo el tiempo tomándole las manos y mirándola largamente con la luz de la pantalla reflejada en su finísimo perfil de muchacha bonita. Tuvo el pelo corto en aquel entonces, y una delgadez que la hacía mirarse como personaje hermoso de un cuadro de Chagall. Dejé de verla por años, y un día gracias a su hermana Ruth, me reencontré con ella, al calor del café de su casa y el mejor pan de toda mi tierra. Una tarde vino a verme a mi vieja casa; hablamos, reímos, y me abrazo un rato largo y me pidió resistir la vida, me hizo prometerle que viviría muchos años, que aprendería a ser feliz y que nunca olvidaría aquellos días de nuestra más tierna adolescencia, ni la bendita ocasión de nuestro primer beso. Después no volví a verla jamás- Ella se fue a trabajar como maestra a un pueblito de Guanajuato, y yo seguí encerrado en las paredes de las ruinas de mi casa materna. Después de mi exilio voluntario, ni siquiera volví a encontrarme con Ruth. Y mucha falta me hicieron las dos y su bendita luz. Hoy Jazmín ha dejado viudo al adolescente que fui, y a este aprendiz de todo, hoy le faltan tamaños para cumplirle las promesas a la primera mujer que lo amó como hombre, siendo niño. Te seguiré extrañando Jazmín, con todos los abrazos pendientes, y la mucha falta que me hace tu voz y la música que era tu bendita risa. El niño que fui te va a amar todos los días que le queden al viejo que ahora soy.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario