lunes, 18 de junio de 2012

El poeta de “El Represo”

Emiliano Páramo

Sobre el Valle del Mezquital, dice el extraordinario poeta y maestro Juan Galván Paulín: …tiene una sonoridad que se hace mito… Quien intente relatar de esto su peso y su memoria, debe ser alguien capaz de extraer de las canículas y de la sed, lo que entendemos como la sabiduría de la tierra incorporada a la piel, a la mirada, para hacerla voz, huella de surco asaltada de pronto por una modernidad que se incorpora, dolorosa, al devenir de un territorio que es cada vez más una epopeya de sobrevivencia

A pesar de la “seca” y los pesares, o tal vez por eso, pero seguramente por encima de aquello,  el Valle del Mezquital, es un territorio fértil para la palabra, pues aunque se publica poco, se escribe mucho. Desde la pluma portentosa de Efrén Rebolledo, y aun más atrás, en esta tierra de altos contrastes, donde a veces al maíz le cuesta darse y producir, los poetas son ya una presencia constante en el paisaje vivo que, entre cerros, celebra el arte de decir. Acá, la palabra xilotea entre el milagro y las auroras, por eso siempre me ha maravillado ser testigo de cómo en todos los pueblos de este rincón de Hidalgo, los escritores se han dado como en huerta de tierra oscura. Algunos como Agustín Cadena, han tocando las puertas del cielo, y les han abierto. También hay otros, que en una gloria mas íntima y humana, se han dedicado, como el buen Pancho Cuentacuentos, Francisco Ángeles de “El Represo” en Tepa, a cultivar la poesía en los surcos que les trazó la vida, y a compartir lo suyo, entre amigos, que es el mejor modo de dar lo que se escribe.

Francisco es maestro normalista, y cómo muchos, todos los días entre semana, asiste al aula de una escuela primaria del Valle, con la esperanza de que sus alumnos abreven de la pasión con la que traza desde su boca, imágenes cargadas de futuro. Pancho es incansable: siempre tiene preguntas y un hambre de lectura que no se acaba nunca. Las respuestas siempre se le vuelven más preguntas, y no cesa de interrogar al libro, al hombre y a la naturaleza que lo rodea en un abrazo interminable, y lo contagia de cerros, milpas y lo azul del cielo. Y como además de todo eso, Francisco es muy generoso, el paisaje se le hace palabra de cuentero y de poeta, y se va por los caminos, contando y haciendo poesía, no sólo de la que se lee y se escucha, sino también de aquella con la que se construye la vida.

Lo conocí un día que visitaba a uno de sus mentores, con el objeto de pedir prestados unos libros y alguna respuesta. Después tome un curso de creación literaria junto a él. Desde aquel entonces, hemos compartido el oficio de contar y de escribir, pero sobre todo, hemos podido compartir momentos inolvidables, donde la palabra ha sido la protagonista. Recuerdo con mucha emoción, el día en que inauguró una sala de lectura, en su casa, delante de su milpa, y junto al corral donde cria borregos de la más alta calidad en la región. Aquella ocasión, su hogar se llenó de maestros -sus compañeros de trabajo- y de invitados especiales, que asistieron a un festín donde el plato fuerte serían los libros. Después de los saludos, comenzó una tertulia literaria, que mucho gozamos, al ser testigos del prodigio que Francisco oficia, desde las páginas encantadas de autores como Jairo Aníbal Niño; escritor colombiano que un día se le coló dentro, y se le instaló en el lado más latente de su corazón de cuentero, de poeta y de educador. Al final hubo gorditas de Tepa, aguas frescas y muchas más palabras. Aquello fue un verdadero “comelitón”, como esos tradicionales en las comunidades de allá, donde siempre dan “bocado para llevar”; los que asistimos, nos llevamos a casa parte del banquete: buenas palabras para levantar el día, palabras tibias para pasar la noche, juguetonas y mágicas palabras para sonreír, y palabras de amigo para ahuyentar la tristeza.

Hay en Tepa, una hueste de soñadores que, con Francisco Ángeles, hacen de la palabra una fiesta inagotable: Camelia Granados, Chabelo Hernández, Salomón Gómez y su Bibliobús, Néstor Hernández y muchos más, que saben que detrás de todo esto, siempre habrá un puño levantado y un libro abierto, cargados de esperanza… Jamädi…

Ahora que me acuerdo...
Emiliano Páramo
Milenio Diario Hidalgo
Lunes 18 de junio

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