No hay nada que Mutual
ame más que la literatura. Es maestra de formación pero ha dedicado toda su
vida al difícil quehacer de la creación literaria. Los años de juventud han
pasado y la madurez le ha permitido un remanso para afianzar su talento y
calidad poética. Es impulsora incansable de taller es literarios, promotora de
antologías internacionales y apasionada de la vida y obra de un excelso poeta de
su tierra. De hecho, en ha pasado los últimos años trabajando una biografía
poética de este personaje que alcanzó los vuelos del mismísimo López Velarde.
Un día gana una beca y la mira como la oportunidad de concluir su trabajo de
biógrafa, el tutor de ese año es un escritor experimentado, que ella ha leído y
respeta. En la primera sesión de entrega de resultaos le va muy bien, Mutual
piensa que está siendo una gran experiencia. Tres meses después, tras la
segunda sesión de trabajo, el tutor le pide que lo acompañe a desayunar para
hablar del libro en el que se pude convertir su proyecto de beca. Ella accede
con la firme convicción de que el trabajo de tantos años va en la recta final.
Durante el desayuno el tutor ni siquiera mira el engargolado que está sobre la
mesa, entre platos y tazas de café, se encuentra embebido en sus anécdotas
etílico-literarias, hacia el final de la charla al fin pone un mano sobre las
páginas sin abrir y dice algo así como: Si me
subes conmigo al cuarto yo te termino el libro. Por un instante Mutual
piensa que ha escuchado, mal luego supone que ha sido una broma, pero la
realidad del acoso no tarda en darle en las narices. Ella no recuerda a ciencia
cierta lo que respondió mientras se levantaba de la mesa pero está segura de que
fueron improperios. Han pasado ya muchos años, piensa Mutual, hasta el
escritor-tutor ya ha muerto, qué caso tiene meterse en estos asuntos de la
denuncia, si ni va a pasar nada.
Las dos historias que
he narrado, son apenas una muestra de que lo que el movimiento #MeToo denuncia
ocurre también en el ámbito literario hidalguense. Sus protagonistas se
reservan el derecho de contarlo con nombres y apellidos, de hacer las denuncias
mediáticas o legales que correspondan; es una decisión en la que nadie puede influir.
Sin embargo es muy
importante hablar del futuro del movimiento de denuncia. Se deben encontrar
caminos para que los señalamientos no se queden sólo en los “taimlains” y pasen
a ser parte determinante en la solución. Sin duda aquellos personajes que ha
sido señalados cuidarán en adelante su actuar, sobre todo si en verdad son
culpables, y tienen también el derecho de replicar y en todo caso de limpiar su
nombre. ¿Y si lográramos un foro, publico, auditado, honesto, para que la
oportunidad de un entendimiento y una reconciliación ocurrieran? El problema no
debe soslayarse, no debe atacarse el recurso del anonimato, pero debe tenerse
cuidado con ello, pues también debemos aceptar la posibilidad de que entre el
pajar de acusaciones haya un alfiler mal intencionado. No debemos permitir bajo
ninguna circunstancia que se diluya, y para ello debemos colaborar todos.
La semana pasada
hablaba de marchar hacia el camino de la reconciliación; creo en ello. Pero
también debemos empujar al aparato de justicia de nuestro país a que haga su
labor en estos y, lamentablemente, en los futuros casos. Debemos marchar juntos
hacia la justicia y hacia estrategias para corregir las acciones equivocadas en
la búsqueda de las nuevas masculinidades y los linderos en que estamos relacionándonos
actualmente en pareja. Para esto la misma literatura puede ayudarnos.
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