Recuerdo que durante la década pasada, en mis participaciones
anuales en la Feria del Libro Infantil y Juvenil —la cual por fortuna ya se
vuelve una tradición en el Centro Cultural del Ferrocarril— compartía con los
asistentes reflexiones que tenían que ver con el hábito de la lectura, sobre
todo con la posibilidad de ro0mper los prejuicios que lo rodean. Mi idea, en
cada oportunidad, era tratar de sembrar en ellos la semilla de la lectura con
la esperanza de que en algún momento floreciera. Cuan ardua labor la de convencer.
Apenas en el Día internacional del libro fueron presentados
algunos datos que dan escalofrío a propios y extraños. Según los datos
obtenidos y dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y
Geografía, el porcentaje de personas que saben leer y escribir, mayor de 18
años, y que ha leído al menos un libro en los últimos 12 meses previos al
levantamiento de la encuesta cayó de 50.2% del total, en febrero del año 2015,
a sólo 42.2%, en febrero del 2019. La preocupación se agrava cuando nos
enfrentamos a los niveles de comprensión lectora que oscilan en el 20%; es
decir solamente una de cada cinco personas logré entender cabalmente el texto
que se enfrenta ya sea en un libro una revista un contenido de internet.
Sólo el 25% de las personas entrevistadas acude o visita la
sección de libros y revistas en tiendas departamentales; únicamente el 11%
visita bibliotecas y sólo el 19.7% tiene el hábito de asistir a librerías. En
lo que se refiere al uso de la internet un total de 70 millones de mexicanos
tienen acceso a la red mundial de información y de ellos El 49.4% aceptaron
acceder en línea a libros revistas o artículos de interés sin que esto
signifique que su lectura haya sido profunda o, al menos, constante hasta el
final del contenido.
Según los mismos datos del INEGI las razones por las cuales
las personas encuestadas no son afectas a la lectura son tres: falta de tiempo
es falta de interés y el elevado precio de los libros.
Pero, ¿en realidad son esas las razones? Comencemos por
entender que la lectura se enseña con el ejemplo. La única manera, lo he vivido
en carne propia, de contagiar el gusto por leer es con practicarlo frente
aquellos a los que queremos inocular. Para poder combatir todas las
distracciones que nos van orillando a meter y mantener las narices en la
televisión o en las redes sociales, debemos tener bien arraigado el hábito de
tener cerca de nosotros un libro, de tal manera que en cada oportunidad
prefiramos las páginas impresas a la pantalla titilante. Yo creo que debemos
perderle miedo a los libros, que ni muerden de aburrimiento, ni son lejanamente
incomprensibles. Todo lo contrario. El secreto está pues en saber elegir, en
encontrar un libro que se convierta en un espejo para nosotros y que tienda
ante nosotros el sendero certero de que la materia primar de la buena
literatura es la vida misma; esa que vivimos cada uno de nosotros. ¿Cómo saber
qué libro me provocará esa sensación? Es precisamente en este requiebro donde
podemos encontrar un aliado en la internet; hay cientos, miles tal vez, de
sitios dedicados a la literatura donde podemos leer desde breves
recomendaciones hasta ensayos extensos sobre algún autor o título que hayamos
escuchado y que haya atraído nuestro atención.
Muchas veces me han preguntado cuál es el mejor libro para
empezar a leer. El que tiene a la mano, el que esta abandonado en una repisa de
casa, el que nos regalaron en navidad y aún no hemos leído. ¿Ser lector exige
el sacrificio de terminar un libro a pesar de que nos resulte aburrido en algún
momento dado? Al contrario, es responsabilidad de un buen lector no
desperdiciar la vida, que es muy corta, en leer libros que no nos atrapen o
apasionen; si en la página 14, 24, 47 o 100 no sientes que puedes dejar de
hacer todo lo demás para continuar leyendo, busca otro título. Como éstos hay
muchos consejos y trucos para convertir a los libros en nuestros mejores
amigos.
El panorama lector en México es acechado por nubarrones
desalentadores. Es momento de que todos aquellos que amamos esos objetos
elaborados con pulpa de celulosa comencemos a hacer viral la lectura. No sólo
en las redes, mejor en la realidad.
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