domingo, 12 de mayo de 2019

Cómo ser lector y no morir en el intento.


Recuerdo que durante la década pasada, en mis participaciones anuales en la Feria del Libro Infantil y Juvenil —la cual por fortuna ya se vuelve una tradición en el Centro Cultural del Ferrocarril— compartía con los asistentes reflexiones que tenían que ver con el hábito de la lectura, sobre todo con la posibilidad de ro0mper los prejuicios que lo rodean. Mi idea, en cada oportunidad, era tratar de sembrar en ellos la semilla de la lectura con la esperanza de que en algún momento floreciera.  Cuan ardua labor la de convencer.


Apenas en el Día internacional del libro fueron presentados algunos datos que dan escalofrío a propios y extraños. Según los datos obtenidos y dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el porcentaje de personas que saben leer y escribir, mayor de 18 años, y que ha leído al menos un libro en los últimos 12 meses previos al levantamiento de la encuesta cayó de 50.2% del total, en febrero del año 2015, a sólo 42.2%, en febrero del 2019. La preocupación se agrava cuando nos enfrentamos a los niveles de comprensión lectora que oscilan en el 20%; es decir solamente una de cada cinco personas logré entender cabalmente el texto que se enfrenta ya sea en un libro una revista un contenido de internet.

Sólo el 25% de las personas entrevistadas acude o visita la sección de libros y revistas en tiendas departamentales; únicamente el 11% visita bibliotecas y sólo el 19.7% tiene el hábito de asistir a librerías. En lo que se refiere al uso de la internet un total de 70 millones de mexicanos tienen acceso a la red mundial de información y de ellos El 49.4% aceptaron acceder en línea a libros revistas o artículos de interés sin que esto signifique que su lectura haya sido profunda o, al menos, constante hasta el final del contenido.

Según los mismos datos del INEGI las razones por las cuales las personas encuestadas no son afectas a la lectura son tres: falta de tiempo es falta de interés y el elevado precio de los libros.

Pero, ¿en realidad son esas las razones? Comencemos por entender que la lectura se enseña con el ejemplo. La única manera, lo he vivido en carne propia, de contagiar el gusto por leer es con practicarlo frente aquellos a los que queremos inocular. Para poder combatir todas las distracciones que nos van orillando a meter y mantener las narices en la televisión o en las redes sociales, debemos tener bien arraigado el hábito de tener cerca de nosotros un libro, de tal manera que en cada oportunidad prefiramos las páginas impresas a la pantalla titilante. Yo creo que debemos perderle miedo a los libros, que ni muerden de aburrimiento, ni son lejanamente incomprensibles. Todo lo contrario. El secreto está pues en saber elegir, en encontrar un libro que se convierta en un espejo para nosotros y que tienda ante nosotros el sendero certero de que la materia primar de la buena literatura es la vida misma; esa que vivimos cada uno de nosotros. ¿Cómo saber qué libro me provocará esa sensación? Es precisamente en este requiebro donde podemos encontrar un aliado en la internet; hay cientos, miles tal vez, de sitios dedicados a la literatura donde podemos leer desde breves recomendaciones hasta ensayos extensos sobre algún autor o título que hayamos escuchado y que haya atraído nuestro atención.

Muchas veces me han preguntado cuál es el mejor libro para empezar a leer. El que tiene a la mano, el que esta abandonado en una repisa de casa, el que nos regalaron en navidad y aún no hemos leído. ¿Ser lector exige el sacrificio de terminar un libro a pesar de que nos resulte aburrido en algún momento dado? Al contrario, es responsabilidad de un buen lector no desperdiciar la vida, que es muy corta, en leer libros que no nos atrapen o apasionen; si en la página 14, 24, 47 o 100 no sientes que puedes dejar de hacer todo lo demás para continuar leyendo, busca otro título. Como éstos hay muchos consejos y trucos para convertir a los libros en nuestros mejores amigos.

El panorama lector en México es acechado por nubarrones desalentadores. Es momento de que todos aquellos que amamos esos objetos elaborados con pulpa de celulosa comencemos a hacer viral la lectura. No sólo en las redes, mejor en la realidad.

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