viernes, 2 de noviembre de 2018

Leyendas y tradiciones: microhistoria pachuqueña

La historia de las nacionales se compone de muchas piezas. Como un rompecabezas cuyas piezas polimorfas son historias regionales, locales, colectivas y personales. Esta corriente historiográfica, impulsada por el antropólogo norteamericano Clifford James Geertz, es conocida como la microhistoria; la posibilidad de analizar sucesos, personajes o fenòmenos sociales que en cualquier otro tratamiento de invsetigación serían descartados y pasarían inadvertidos. De esto abreva el ejercicio del cronista del estado de Hidalgo, Juan Manuel Menes Llaguno, quien nos presenta un nueva publicación: “Tradiciones y leyendas de Pachuca”.

La edición, elegante y de gran formato, presentada por Editorial Porrúa, abre con una introducción que se compone de tres crónicas sobre la ciudad de Pachuca; una de la etapa del virreinato, otra decimonónica y la última del siglo XX extendida hasta este siglo XXI que ya alcanza la mayoría de edad.
En sus páginas conviven las historias que a lo largo de los años han dado identidad a los barrios más antiguos, lo conocidos como barrios altos, y a las colonias que poco a poco, gracias a la expanción de la vida social, se han ido asentando haciendo crecer la urbanidad de este enclave minero.
Tras esta introducción, el licenciado Menes nos lleva por un recorrido que nos redescubre calles, puentes, plazuelas y plazas de una ciudad que fue y que ha sido escenario de múltiples encuentros; y es que de los encuentros ocurren las historias. Piense usted, estimado lector, cuántos de los encuentros de su vida han generado historias dignas de recordar, y otras por fuerza  sometidas al olvido. Un recorrido que se antoja emotivo para propios y extraños.
Pero, para los extraños, el autor regala una sección del libro, Guía para turistas y descarriados del ayer, en la que se enlistan cantinas, mesones, figones y lo que el cronista llama “otras linduras”, que permiten el paseo desgarbado y coloquial de una ciudad que no ha perdido, a pesar de circunstancias diversas, la capacidad de gozo.
Menes Llaguno ha descubierto una veta riquísima en la tradición popular, Como el minero que ha encontrado el lugar exacto dónde aplicar la broca, la pluma del cronista se dirige a la memoria de las personas con un único fin, ejercitar la microhistoria pachuqueña. El ejercicio parece simple pero requiere de constancia y dedicación; investigar, rescatar y preservar. Pero el impulso histórico no se detiene en el pasado, avanza con resolución para encargarse también de la historia que se está generando en este momento; la microhistoria del futuro.
Es así que el autor da el brinco a lo más espeso del caldo. Aborda con su particular y fino estilo las crónicas y  leyendas que han dado forma a nuestra idiosincrasia pachuqueña. Las leyendas que empiezan en las casas, salen a la calle y saltan a nombrar la cantina, la pulquería, la tienda, al barrio; la identidad. Algunas que llaman a la memoria, otras al morbo, otras tantas a la reflexión.
En sus propias palabras, Juan Manuel (me permito tutearle por única vez, no seas irrespetuoso diría mi madre), ha indagado la historia local de tal modo, que sabe que donde la historia ya no logra explicar el suceso, entra la leyenda y se encarga de darle forma, múltiples formas que terminan siendo las aristas de una cultura minera que perdura hasta nuestros días.
El libro se compone de sesenta textos que están bellamente ilustrados por una amplia colección de fotografías de la ciudad de Pachuca, y que nos hablan en paralelo de otra de las pasiones del autor, el coleccionar imágenes que hablen del pasado de nuestra ciudad y que le ha permitido formar la fototeca personal más importante del estado. Esas fotografías, por sí solas son un deleite, pero al acompañar lo narrado, se vuelven un manjar de la memoria.
En el prólogo, el legendario Miguel Ángel Porrúa (quien también se encargó del cuidado del volúmen), nos devela una verdad absoluta, escribe: “Las leyendas son la manifestación primera de la inteligencia humana, la guía que, si no construye la historia de los pueblos, sí dibuja su espíritu”.

Nadie que se digne a amar esta ciudad, debe privarse de la lectura de este libro extraordinario.

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