Zapapico
punzante; hambre,
la
propia como sea, pero la de los hijos, retuerce
desde
las tripas hasta el corazón.
La
pala frenética. Los brazos que la empujan
hurgan,
salivan; prurito de tuétano líquido.
Herida
abierta, carne que se desmorona
entre
los dedos.
Son
tres o cuatro los que roen; desesperación
camuflada
de madrugada lóbrega.
Rabión
chirrido. Uñas contra la coraza.
Arteria
sólida; oleoducto.
Se
escucha un chisguete, se huele
una
línea gruesa de sangre pestilente;
gesticulación
grotesca
del
mundo.
Logran
domarla dentro de una manguera.
Tambo
tras tambo.
Les
queda un resabio
de
infortunio.
Tumba
tras tumba,
tras
los leguleyos disparos.
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