viernes, 3 de agosto de 2018

De cómo morir y no dejar de vivir en el intento


¿A dónde iremos al morir?, es tal vez una de las preguntas más antiguas que nos hemos formulado los hombres. Pero al morir ¿dónde irán nuestros afectos, nuestros odios, nuestras preocupaciones y nuestros anhelos? ¿Nuestros miedos?

El narrador norteamericano George Saunders aborda de manera magistral estos cuestionamientos en su más reciente libro. Cuentista reconocido, “Lincoln en el Bardo” es su debut como novelista en el que logra, no solamente sorprender a la crítica y adjudicarse el prestigioso Premio Man Booker del año pasado, sino que además cautiva a los lectores; los que ya tenia y los que ha ido cosechando en estas páginas.

Desarrollada a partir de un hecho real, la muerte del hijo de doce años del presidente Abraham Lincoln, Saunders desarrolla una historia que ocurre en una sola noche, la noche posterior a la muerte del infante, donde imagina y describe el sentir de un padre azotado por la pérdida del vástago, debatiéndose además por los sentimientos de culpa y la responsabilidad de dirigir un país sumido en una guerra fratricida que tiene a la nación partida por la mitad.

Con una estructura innovadora ─la novela no está narrada de la forma “tradicional”: un narrados omnisciente o, en su defecto, narrada por uno o varios personajes─, hace avanzar la historia a través de un coro polifónico compuesto por 160 voces. La originalidad del relato radica, entre otras cosas, por la mezcla de testimonios de personas que rodeaban a la familia presidencial en 1862, incluso ciudadanos comunes de la época y que plasmaron su punto de vista en libros o cartas, y las voces de los espectros que habitan el cementerio de Georgetown donde fue enterrado el muchacho.

El Lincoln al que hace referencia el título es por supuesto Willie, quien al morir se encuentra en un lugar lúgubre y atemporal sin darse cuenta del todo de su nueva condición. Quienes ahí le reciben saben que el pequeño nuevo huésped de aquella onírica realidad debe aceptar su condición de “fallecido” para emprender el último tramo del viaje hacia la muerte definitiva, de lo contrario, permanecer en ese limbo al que Saunders, por su conversión al budismo, designa como el Bardo, puede depararle un destino mucho peor que la muerte.

Pero el titulo también hace referencia a Lincoln padre, al presidente que, sumido en la exigencia de su cargo y de su momento histórico, hace una pausa para ir a llorar a la tumba de su hijo y recordar y reprocharse y sacudirse a través de un último adiós el dolor y así seguir luchado por el bienestar de un pueblo incidido por la desigualdad, el odio, la desconfianza y la traición. Es el hijo en el Bardo ante la muerte, es el padre en el Bardo ante su destino histórico.


El autor ha hablado recientemente de que el hecho de que su novela hable, a través de un suceso trágico, del amor y la familia es un buen pretexto para repensar los valores americanos; no en un sentido instructivo y ortodoxo, por el contrario, en la más crítica de las perspectivas, para poder así reinventarlos.

No hay que dejarse engañar con aquello de que las obras premiadas no son siempre las de mejor calidad, esta sin duda es una de las mejores novelas del año y coloca a su autor como el mejor novelista del momento. Si no la ha leído, hágalo, no se arrepentirá; es una obra maestra.

Paso cebra
Como cubetada de agua fría en una mañana de enero cayó la noticia del repentino fallecimiento del maestro Álvaro Serrano, el pasado miércoles. Hombre apasionado de la danza, comprometido con su enseñanza y difusión, de gran talento, carisma y siempre afable. Tuve la oportunidad de tratarlo docenas de veces, entrevistarlo, charlar con él, coincidir en algún evento o alguna comida. Su trato fino y su temperamento generoso le ganaron el cariño y admiración de alumnos (entre los que se encuentran numerosas generaciones de bailarines) y público en general, los cuales se volcaron la noche del día de su muerte al teatro San Francisco para rendirle un merecido homenaje de cuerpo presente. El hueco que deja en la danza folklórica de Hidalgo será difícil de llenar y aquel que queda en el corazón de quienes le conocimos, imposible.

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