Hace algún tiempo, reflexionaba en este espacio, por dónde empezar a leer a un escritor, por cuál de sus libros quiero decir. En aquel momento la reflexión surgía cuando abordaba a uno de los grandes novelistas de la literatura mexicana, el hidalguense Agustín Ramos. La cuestión es complicada cuando el escritor en cuestión continúa produciendo y llegaba a la conclusión de que se debía iniciar con el libro que se nos cruzara por el camino; la literatura está llena de milagros y estoy convencido de que toparnos con un libro en específico en un momento determinado resulta en una epifanía que no debemos dejar pasar.
En el caso de un escritor ya fallecido, el rumbo de nuestras pesquisas resulta menos incierto. Sobre todo si la relevancia de la obra de ese autor ha merecido unas obras completas o al menos una antología. Ese es el caso de Ricardo Garibay.
Cómo muchos saben Garibay nació en Tulancingo el dieciocho de enero de mil novecientos veintitrés. Pronto su familia se estableció en Ciudad de México y posteriormente el propio Ricardo se afincó en Cuernavaca hasta sus últimos días.
La obra de Garibay es muy vasta, suficiente para que las obras completas, publicadas por el gobierno de Hidalgo y editorial Océano en 2002, merecieran diez tomos de tamaño considerable cada uno y para navegar, con viento en popa, por el cuento, la novela, el testimonio, el teatro, el guion cinematográfico y el periodismo. Esa colección es una especie de mapamundi definitivo que podemos extender frente a nosotros y tomarlo como referencia para abordar una de las obras más importantes de la literatura mexicana del siglo XX; una que se ha vuelto un canon, me atrevería a decir.
Se sabe de su constancia en el oficio de leer y de su exigencia, implacable diría yo, en el oficio de escribir. Ante todo, don Ricardo era un lector que entregado al disfrute del idioma, un explorador de las palabras que desarrolló una facilidad envidiable para reproducir el habla popular de distintas regiones del país según sus personajes se lo exigieran. Puntilloso, apasionado, entregado en cuerpo y alma al ejercicio de escribir, buscó a toda costa la manera de vivir sin distraerse de su oficio con trabajos mundanos. Aun así, se encargó de encomiendas burocráticas en dependencias como la SCT, Canal 13 y la SEP; encontrando en cada lugar una forma de hacer literatura, escribiendo o hablando de ella. Son famosos sus espacios televisivos, en IMEVISION, la televisión de Morelos y Radio y Televisión de Hidalgo, donde acompañado de diversos intelectuales que escudriñaban todo tipo de temas literarios y por ende, de la vida misma. De los programas que se transmitieron en el canal 3 pachuqueño, existe un volumen espléndido que recoge algunas de esas charlas y que es autoría del arquitecto Luis Corrales Vivar-Cravioto; se llama “Diálogos hidalguenses”.
Quienes tuvieron con él un trato de amistad le recuerdan siempre como un caballero, aun cuando era conocido su carácter reacio, altanero, avasallador. Hacía sus últimos años de vida la exasperación llegaba más pronto que tarde y prefería recluirse en su soledad contenida en su estudio. Hay dos libros más que quisiera mencionar. El primero es “Sendas de Garibay” del escritor y editor Ricardo Venegas, se trata una colección de ensayos, anécdotas y entrevistas que Venegas fue construyendo en múltiples visitas al insigne escritor allá por la década de los noventa. El segundo se titula “Señor mío y Dos mío / Ricardo Garibay: La fiera inteligencia”, obra de Alejandra Atala que da cuenta de los últimos días de la vida de Garibay y de los primeros de la eternidad de Garibay; en una especie de diario Alejandra reflexiona sobre la presencia de don Ricardo en su vida intelectual y personal.
La autenticidad de Garibay le granjeó un sinnúmero de enemistades en el ámbito literario, a lo que se le achaca el escatimo de premios que merecía su pluma. Sin embargo, en lo que va de este siglo, por fortuna, su obra se ha revalorado y ha encontrado nuevos caminos para llegar a las manos de los lectores jóvenes; camino ideal para que el pensamiento de un hombre como Garibay, perdure en el tiempo.
Paso cebra
Este sábado 18 de enero, estaré en la ciudad de Tulancingo con el honor de compartir mesa de conferencia con el querido y admirado Agustín Ramos; ambos hablaremos, desde la perspectiva personal, de la obra de Ricardo Garibay. La cita es a partir de las 4 de la tarde en el Centro Cultural que lleva el nombre del ilustre autor de “Beber un cáliz”. Ojalá que puedan acompañarnos. Nada es mejor para la memoria de un escritor que sus lectores se encuentren y le lean.