martes, 25 de noviembre de 2008

El diagnostico y el terapeuta

El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamas dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos o por las ausencias de los abrazos y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces.

El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quiéreme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, no lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.

Eduardo Galeano

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