Sin embargo, la frase merecía haber salido de los labios del también historiador y filósofo, o bien, la estatura intelectual del abogado François-Marie merecía una frase como esa. De cualquier manera, la sentencia es una joya que merece ser recordada, sobre todo en estos tiempos del oscurantismo intelectual de nuestro gobierno.
En las últimas semanas ha seguido en la palestra electrónica de las redes sociales el tema de la destitución del escritor Jorge F. Hernández como agregado cultural de la embajada de México en España, por publicar un artículo criticando, condenando, haciendo uso de su libertad de expresión sobre las reprobables declaraciones (a todas luces, no se necesita tener ni tres dedos de frente) del funcionario de pacotilla Marx Arriaga condenado al ostracismo consumista la acción de leer por placer.
¿Cómo? ¿Un escritor que defiende a viva voz, o a voz escrita, su derecho de cautivar a sus lectores es un traidor al servicio diplomático, es decir, al servicio de la patria? Muchos lo han hecho; recordemos tan solo a un Juan josñe Tablada, a un Maples Arce, a Efren Rebolledo, Octavio Paz, a un Carlos Fuentes como creadores literarios, miembros del Servicio Exterior y disidentes al mismo tiempo de los gobiernos en turno. Ninguno de ellos dejó de ser crítico y fiel a sus convicciones políticas e ideológicas; incluso Paz, con todo y que al final de su vida se le identificó como un intelectual subvencionados a los regímenes priístas, renunció en su momento a su misión en la India por los hechos ocurridos el dos de octubre de mil novecientos sesenta y ocho.
La diversidad de opiniones es el génesis de la verdad. Las opiniones críticas no necesariamente son en detrimento de una proyecto de nación como el que encabeza Lopéz Obrador. Por el contrario, en esa diversidad de opiniones radica la oportunidad de mejorar, de enmendar, de re-enfocar el rumbo del proyecto cultural que forma parte de la cuarta transformación, el cual, por lo visto, esta soslayado en absoluto.
El caso del escritor y candidato a doctor por la no menos prestigiosa Universidad Complutense de Madrid, se enturbia con la reprobación presidencial, tácita, de la postulación al cargo diplomático vacante en la embajada mexicana madrileña de la escritora Brenda Lozano porque ha expresado en las páginas digitales de El País (uno de los diarios más prestigiosos de todo el mundo) su incordia con las políticas del actual gobierno mexicano.
¿No que los tiempos de los “lamegüevos” habían quedado atrás? Si en la riqueza de opiniones y en el equivoco espíritu voltareano, la búsqueda de la verdad es aquello que tiene que supervivir.
Después de todo, la personalidad de una nación va más allá de las administraciones sexenales y, por el contrario y por difícil que sea aceptarlo, sí se construye en lo que, las mujeres y hombres que usan la palabra escrita para expresarse, plasman en las páginas de diarios, revisas y artículos.
Si no fuera así, de nada nos valdría lo escrito desde Sor Juana y Clavijero, hasta lo plasmado en las páginas de los libros de Rulfo, Pacheco, Monsivais y otros tantos que aún siguen, en estos días que vivimos con zozobra pandémica, escribiendo; es decir: disintiendo.
Paso cebra
Erneto Guegara, mejor conocido como “El Che”, solía decir que “Sólo la verdad es revolucionaria y todo lo demás, es de mentiras.” ¿Entonces?